Parece mentira como involuntariamente estoy condicionado a esperarme una cierta trama argumental, sólo leyendo un título o una breve descripción de una contraportada como es el caso de Artífices del azar. Uno prevé que una novela como ésta esté más en consonancia con la ciencia ficción pues a priori parece basada en probabilidades, estadísticas, tal vez incluso tecnología de vanguardia como la que vemos en series como Person of interest o incluso una especulación sobre posibilidades y colapsos de universos a nivel cuántico como la que podíamos encontrar en propuestas tan hard como Cuarentena.
Parece mentira cómo puedo estar tan equivocado.
Y así es: Artífices del azar, del israelí Yoav Blum es una novela que no tiene nada que ver con todas estas expectativas argumentales que me había montado. Por un lado, pues, me ha sorprendido mucho, por la otra me ha frustrado (mínimamente) precisamente porque me esperaba otra cosa. El resultado es una novela francamente original que empieza navegando bajo premisas más enfocadas hacia la ciencia ficción pero que desemboca en una propuesta claramente fantástica que me ha recordado por muchas razones obvias a un cuento de Mike Resnick que hace muy poco comentaba: "L'escalfanqueta"
Centrémonos: ¿Y si las decisiones que tomas cada día, en todo momento, estuvieran dirigidas por alguien? ¿Y si aquella casualidad tan inesperada no lo fuera tanto? ¿Y si nuestro destino estuviera controlado desde fuera de manera que nuestra vida fuera un movimiento, un paso, en una partida mucho mayor y mucho más trascendente? Estas son algunas de las premisas con que Blum nos presenta la novela. Dan, Eric y Emily son artífices del azar, o lo que es lo mismo, son creadores de casualidades, directores de obras que encauzan la vida de los demás, son pequeños dioses jugando con el destino y con el libre albedrío. Hay una frase del General (la persona que instruye a nuestros protagonistas) que resume perfectamente la situación:
"Nuestro objetivo es encender una chispa en el lado de la frontera del destino para que alguien en el lado del libro albedrío la vea y decida acero algo."
Ellos tres son experimentados artífices dedicados en cuerpo y alma a desentrañar los objetivos que su jefe les proporciona. Y para desentrañar quiero decir, cumplir con la misión que se les asigna: Desde provocar una reconciliación de una pareja, a permitir que una persona muera para que este hecho repercuta en un bien más grande, más elevado.
Muy interesante. Sin embargo, a medida que leemos la novela nos damos cuenta de que el autor no nos está enseñando todas las cartas, que los capítulos se van sucediendo y las casualidades y las vidas dirigidas van pasando por nuestro frente pero sin conocer exactamente la esencia de los artífice del azar o de toda la organización. Aquí es donde la fantasía va cobrando fuerza hasta hacerse ya evidente en la mitad del libro y es donde nuestra mente racional debe dar un paso al lado para que entre todo lo irracional que nos proporciona la fantasía. Si lo llevamos bien disfrutaremos de la obra porque si algo resulta cierto es que Yoav Blum escribe de forma muy amena por lo que los capítulos se devoran solos; sí, en parte por la intriga que desarrolla pero en buena parte porque su prosa nos hace sentir cómodos y atentos.
La novela tiene una estructura que permite conocer el pasado de los personajes (especialmente de Dan, el protagonista principal) mientras realizan acciones en el presente. Como flashbacks. El autor también inserta pequeños capítulos sobre las reglas y directrices que deben seguir los artífices del azar. El resultado es estimulante para el lector porque nunca sabe por donde tirarán los tiros; la estructura siempre cambiante y los diversos saltos hacia el pasado nos acaban para mantener aún más atentos a la lectura.
Es más que curioso que no sepa definir la novela pese a haberla terminado hace unas horas. Nos encontramos claramente ante una fantasía urbana con elementos propios de ciencia ficción sin que el autor renuncie a temas tan humanos como el amor o la necesidad de mejorar y transgredir nuestros propios límites. Sin embargo, el no desentrañar esta esencia sobre el origen de los artífices del azar o de sus trabajos anteriores, nos deja un poco tocados a los que esperábamos respuestas razonadas. Pero como comentaba anteriormente, si nos dejamos envolver por los parámetros fantásticos con los que trabaja el Yoav Blum disfrutaremos de una novela, repito, original, en ocasiones divertida y en otras nostálgica y con puntos dramáticos.
Probadla porque es aire fresco.
Eloi Puig
06/05/2018
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