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Últimamente me estoy dando cuenta de que la sombra de Lovecraft es mucho más extensa de lo que pensaba. Es bastante evidente que la desbordante imaginación del de Providence ha sido fuente de inspiración para muchos autores desde siempre. Pero el hecho es que me estoy topando con muchos obras que rinden homenaje a los mitos de Ctulthu, desde cuentos que incluso han aparecido en la revista Catarsi de la mano de Hugo Camacho a novelas cortas como la que hace pocos meses reseñé: Agentes de Dreamland y la que ahora nos ocupa: La balada de Tom el negro.
La presente novela llega avalada por dos importantes premios: El Shirley Jackson y el British Fantasy Award que no es poco. Alianza Editorial y el sello Runas han vuelto a elaborar una edición magnífica en tapa dura, a pesar de ser una novela breve que no llega a las 150 páginas. Muy parecido, en este aspecto a Agentes de Dreamland.
Pero las semejanzas físicas no se transmiten en el interior, aunque ambas novelas profieren un gran homenaje a Lovecraft. La balada de Tom el negro está ambientada en los años 20 en la ciudad de Nueva York, especialmente en distritos como Harlem, Queens o Brooklyn. Tom es un joven pícaro que se gana la vida haciendo encargos de dudosa legalidad. Toca la guitarra y canta muy mal pero se las va apañando. La primera mitad del libro está dedicada a este personaje. Conocemos su padre, sus ambiciones y dudas pero sobre todo nos veremos sumergidos en un mundo de racismo e intolerancia donde los negros son quizás libres pero sin prácticamente derechos civiles. Estamos en un país que se está construyendo y que no oculta menosprecio y sentimiento racista contra los inmigrantes y especialmente contra la población de color. En este ambiente enrarecido, Tom conocerá a un extraño personaje que lo contrata y lo que descubrirá en su mansión le hará temer por su cordura.
La otra mitad del libro está dedicada, en cambio, a un inspector de policía de Brooklyn, solitario y poco integrado dentro del cuerpo de policía que investiga el extraño personaje que ha contratado a Tom. Sus inquietudes le llevarán a perseguir pistas y realizar actos que no siempre son éticos. Su punto de vista es interesante en la medida en que trata de racionalizar lo que no es posible.
La novela, como decía, está perfectamente ambientada y es ágil. Quizás sin embargo, el cambio de personaje (y de punto de vista) en la mitad del libro lo he encontrado un poco demasiado brusco por lo que no he llegado a empatizar muy bien con ninguno de los dos protagonistas. No ha habido tiempo.
Por otra parte, el autor, Víctor Lavalle, sigue un poco los preceptos lovecraftianos de insinuar y mostrar poco. Y esto evidencia una vez más el homenaje pero desentona un poco con el carácter más físico y brusco que toman la novela a medida que avanza.
En definitiva, es una historia muy correcta, bien escrita y bien planteada pero que me ha dejado un poco a la expectativa. Necesito más explicaciones sobre ciertos personajes por ejemplo. Y también más introspección sobre los pensamientos de Tom, el negro. Me gusta pensar que era un hombre íntegro que las circunstancias de la vida lo convirtieron en lo que es, pero quisiera que estos pensamientos se hubieran expresado más en su mente. Creo que la historia daba más de sí y Lavalle la hubiera podido alargar algo más en cualquier caso. Como trama integrada dentro de los mitos de Ctulhu es una notable aportación pero que te deja con ganas de más.
Por una vez me gustaría que un autor se mojara y nos lanzara a un grupo de monstruos primigenios encima para contemplar una destrucción universal mucho tiempo prometida pero nunca realizada.
Eloi Puig
24/09/2018
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