El boca a boca es un medio de propagación muy fiable; al menos así lo entiendo yo. Cuando un producto te llega a los oídos desde caminos diferentes, bien valorado por personas a las que respetas la opinión y sin presión ni grandes campañas publicitarias te sientes como un buscador de tesoros que ha encontrado una x pero que no se atreve a cavar, no sea que las supuestas maravillas que te esperan en el fondo del agujero no sean de tu agrado.
Challenger es también un tesoro por descubrir y una obra de difícil valoración, no por que tenga dudas de su innegable calidad, sino porque no quisiera caer en tópicos facilones a la hora de hablar de ella. Podría empezar teorizando en plan intelectual y afirmando con rotundidad que se trata de una novela que hay que paladear y saborear con tranquilidad, como un buen vino tinto; o podría crear más metáforas con la cerveza diciendo que Challenger es un trago fresco de la mejor cerveza casera. Amarga porque hay que leerla con atención pero refrescante porque se aleja totalmente de los estereotipos a que estamos acostumbrados. ¡Oh sí! Y si me animo podría ponerme a hablar de mil aspectos que me han sorprendido y de su estilo cercano y de cómo combina la realidad con la fantasía y de ...
Pero casi no me atrevo a hacer todo esto por temor a que el lector pase por alto un rasgo más importante. Y es que Challenger es antes todo esto, antes de que un complejo cúmulo de historias personales entrelazadas, antes que una hipnótica manera de hablar de la vida de decenas de personajes, es literatura. Buena literatura.
Sí señores. Estoy contento porque las dos últimas compras de libros han sido un éxito luminoso; no sólo por que me han entretenido o me han hecho reflexionar sino porque han estado a un nivel literario extraordinario. Hablo de Pronto será de noche de Jesús Cañadas y obviamente de esta Challenger de Guillem López, la novela que estoy intentando reseñar. Y el hecho es que esta encomiable compra ha sido gracias al boca a boca que comentaba al principio.
Pero centrémonos en la novela. El autor ha escrito una obra singular con un abanico inmenso de personajes; setenta y tres para ser exactos. Estos son los segundos que tardó el transbordador espacial Challenger a estallar sobre el cielo azul de Cabo Cañaveral en enero de 1986, dejando asustadas a miles de personas, millones de hecho, pues la televisión mostró las imágenes en tiempo real. Guillem López ha dedicado un capítulo a cada segundo del trágico suceso. Cada uno de ellos es una historia breve pero completísima de la vida de una persona de la ciudad de Miami o de las cercanías. Un extracto de sus vivencias en aquellos instantes en que se desintegró la nave pues la mayoría de los relatos ocurren durante la hora - antes o después- de la explosión.
¿Y qué encontramos en las historias que nos presenta López? De todo y mucho, pero sin una concreción, sin una definición o un objetivo. Son como decía son extractos, breves períodos, a menudo sólo de minutos, sobre personajes anónimos pero también sobre objetos inertes - sí, cosas como una bala o un encendedor- o sobre animales como un perro ... o extraterrestres, espías rusos, pandilleros , mafiosos, abuelos, taxistas, médicos, escritores de ciencia ficción, operarios de televisores, cazadores de monstruos en las alcantarillas o incluso científicos locos. Sí, un mosaico, un calidoscopio, un enorme kraken (si me permitís) no de ocho patas, sino de setenta y tres donde la cabeza sería Miami y los tentáculos todos los personajes que se unen, se enroscan y se cruzan durante toda la novela.
Lo mejor de todo pero es que Guillem López se ha destapado como un perfecto seguidor de las habilidades de Frederic Brown: Tiene la dificilísima capacidad de presentarnos sus personajes con cuatro pinceladas o frases y que éstos los retengamos en la memoria, que creamos saberlo todo de sus vidas. Es increíble como nos parece conocer a cada personaje cuando sólo lo leemos durante 3 o 4 páginas. Matrícula para López en este aspecto.
¿Y de que tratan las historias? Es evidente que cada personaje arrastra una vida detrás y no, no es que en el momento de la explosión del Challenger todos estuvieran llevando a cabo hechos especialmente importantes. Pero sí es revelador como desde el hecho más extraordinario o inverosímil- como la muerte de un extraterrestre a punto de comenzar a una invasión por ejemplo- hasta el hecho más natural o ínfimo -como la melancolía que puede arrastrar un anciano pensando en su amor- estén representados en el mismo volumen. Setenta y tres breves narraciones sobre política, sobre ciencia ficción, sobre magia, sobre pasiones amorosas, suicidios o simplemente conversaciones entre seres que quieran o no convivían bajo el sol subtropical de Florida en enero de 1986. Y todo ello narrado en estricto presente, otro punto a favor de López, otorgando una sensación de inmediatez y simultaneidad.
Al principio creía que cada capítulo, cada personaje presentado iría poco a poco encaminándose a mostrarnos una historia única, en una especie de convergencia suave. Y naturalmente no es así, o sí, según se mire porque hay muchas historias unidas y todas ocurren al mismo tiempo aunque no sabemos si se ubican en nuestro mundo. Decenas de historias cotidianas pero también inverosímiles que tejen una red que une los propios mundos interiores y únicos de cada uno con los de su alrededor donde confluyen atraídos por el destino o por la casualidad. Todo ello en un escenario como es la ciudad de Miami donde se abren -literalmente- puertas a otros universos paralelos. El lector deberá decidir hasta qué punto estas constantes guiños de López a los universos paralelos son parte intrínseca de la obra o un anzuelo que ha lanzado para hacernos picar y bailar bajo su batuta. El último capítulo puede resultar tan revelador como confuso, según como se lea ... pero será siempre un epílogo para una gran obra repleta de fantasía y ciencia ficción, pero sobre todo de alta literatura.
Chapeau, Sr. López.
Eloi Puig, 09/04/2016
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