Hoy en día que una obra de ciencia ficción nos sorprenda es ya un punto a su favor. Parece que casi todo se haya inventado en los mundos por donde camina y especula este género nuestro, pero como decía, de vez en cuando aparece una novela que reivindica ese sentido de la maravilla que todos vamos perdiendo gradualmente a medida que devoramos novelas. Y no es que la aportación de Matthew Matter se adentre por terrenos desconocidos; al contrario, la tecnología que nos presenta es cada vez más cercana y menos especulativa. Estamos hablando de la realidad virtual y de nanobots en un entorno distópico, y sobre todo de las implicaciones de la sociedad con una tecnología que proporciona el escapismo total de la realidad, una herramienta que no deja de ser el paso más evolucionado de las mediocres realidades virtuales que tenemos hoy en día.
Estamos en un futuro próximo, aproximadamente dentro de 50 años. La Tierra está superpoblada y los ecosistemas languidecen. Varios países han pasado o están combatiendo aún en las llamadas Guerras Climáticas. Nada indica que la situación vaya a mejorar, al contrario, parece que la civilización se aboca hacia la autodestrucción de forma lenta pero inexorable. Pero hay una pequeña esperanza o al menos eso es lo que piensan los científicos de la isla artificial de Atopia, una inmensa estructura móvil, que en realidad es un estado independiente que flota y se mueve por el Pacífico, frente a la costa californiana. Es un lugar donde las mentes más brillantes del planeta han puesto a prueba a sus ciudadanos con una nueva tecnología revolucionaria: El ISPS (Interfaz Sensorial polisintética) que es capaz a través de nanobots de interactuar con nuestro sistema nervioso de manera que los mundos virtuales que imaginamos o creamos se vuelvan reales a nuestros ojos (o los ojos de los demás). Además, un programa llamado proxxi permite que un doble virtual nuestro maneje nuestro cuerpo - por ejemplo para hacer ejercicio o para llevarnos hacia casa- mientras nuestra mente se pierde por los mundos virtuales... sea para trabajar o para relajarnos en la infinidad de ocio disponible. Patricia Kilian, el alma matter del proyecto está convencida de que si la mayoría de la población terrestre tiene acceso a ocio casi ilimitado en diferentes mundos virtuales, la presión por los lujos materiales disminuirá de forma drástica y esto beneficiará a la Tierra.
Otro hecho que destaca de la novela es su estructura. El autor escribe cinco cuentos autónomos pero interrelacionados entre ellos, como un fix-up, para unirlos en el sexto relato. Ya habíamos encontrado estructuras similares en otras novelas y tengo que decir que funcionan. La novela no es autoconclusiva aunque las tramas principales quedan resueltas al final de este primer libro. Es una historia compleja, narrada bajo diferentes puntos de vista y líneas argumentales que se solapan y se alimentan entre ellas. Tramas paralelas bien resueltas y que confluyen el final.
El hecho de comprobar en primera persona como la ISPS afecta a los protagonistas de formas diferentes es una de las grandes apuestas del autor. Esta interacción, positiva o negativa, es la que me ha impresionado más al leer la novela. Encontramos desde ejecutivas estresadas que prueban por primera vez la tecnología ISPS, a familias que experimentan con hijos virtuales antes de tener de propios, a hermanos gemelos que los separa más de lo que parece, a especuladores de bolsa que aprenden a separarse virtualmente en decenas de cuerpos, a científicos capaces de vislumbrar diferentes futuros posibles y así evitar su propia muerte, a ISPS-niños los cuales son la primera generación de nacidos en la isla y por tanto han poseído la tecnología desde siempre ... todo un complejo mundo virtual que los atopianos ya hace tiempo que experimentan en su propia piel. Por ejemplo pueden estar inmersos en una realidad virtual en una playa paradisíaca mientras su proxxi hace footing con el cuerpo. Las posibilidades son infinitas.
Los cinco cuentos, protagonizados por diferentes personas ocurren al mismo tiempo, en un momento importante en la historia de la humanidad: Cuando la empresa atopiana que tiene los derechos de distribución de la ISPS quiere empezar a exportar de forma masiva al resto del planeta en un intento de detener guerras y salvar el deterioro ecológico. Pero mientras tanto unas extrañas tormentas tropicales están acercándose a la isla. El escenario está servido.
Comentaba que el sentido de la maravilla es un punto fundamental que me ha atraído de la novela pero también es un handicap a superar. Algunas situaciones son difíciles de asimilar en una primera instancia. El hecho de que los nanobots floten en el aire y afecten a la mente de todos los atopianos es una cuestión que no es fácil de explicar aunque Mather lo hace razonablemente bien. Repito pero que a veces me ha superado. Suerte también de la traducción de Paula Vicens que estoy seguro a ayudado mucho a la comprensión de la novela.
Crónicas de Atopía, pues, se queda con una más que notable nota, especialmente por la innovadora trama y la estructura narrativa pero especialmente por la capacidad especuladora que exhibe entre las sensaciones y percepciones de las personas y la nueva tecnología que se les pone a su alcance. Las implicaciones emocionales de estos son realmente la esencia de la novela, el factor que más atrapa.
Eloi Puig, 06/02/16
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