No conozco personalmente a Nacho Becerril (Nachob) pero me lo imagino como un hombre tranquilo, una persona paciente que no espera ningún halago especial, que escribe porqué le gusta y que no tiene prisa por triunfar. Y que a su vez, bajo esta máscara de buen chico, tiene una imaginación desbordante que le lleva a tratar las temáticas más macabras para sentirse él mismo.
Lo descubrí leyendo su primera antología, Un año de palabras, un regalo que se hizo él mismo recopilando algunos de los relatos que había ido trabajando y publicando por internet. No esperaba que fuera del agrado de demasiada gente y no hizo una propaganda excesiva. Pero es una de las mejores antologías que leí hace 3 años. Así que ahora, dado que por diferentes circunstancias ha podido volver a publicar una segunda antología, esta vez de la mano de Saco de Huesos Ediciones, no me lo he pensado dos veces y me la he reservado para leer los primeros días que he tenido de vacaciones, para evitar que la rutina diaria me impidiera disfrutarla plenamente.
Y he hecho bien. El monstruo en mí es el reverso del hombre tranquilo, es el Mr. Hyde del escritor amable que me envió su primera antología hace unos años. El Monstruo en mí es una recopilación de 9 cuentos muy potentes, intensos, imaginativos y sobre todo muy bien escritos. Habla de deseos escondidos, de miedos ocultos, de amores inmortales y de venganzas inimaginables. Todo un repertorio de fantasía y ciencia-ficción en clave de terror.
El estilo de Becerril es elaborado: Le gusta describir las escenas de la trama desde una perspectiva externa y no acostumbra a utilizar demasiado los diálogos, excepto cuando es imprescincible, siempre tiende a mostrar lo justo pero a insinuar bastante y tiene un buen golpe escondido: la creación de escenarios tétricos y malsanos que se introducen perfectamente dentro de sus obras.
Abre la antología "La ciudad inhabitada", una historia misteriosa donde dos supervivientes contemplan como han quedado solos en su ciudad, donde sólo pueden contactar con fantasmas y situaciones repetitivas que les hacen enloquecer poco a poco. La trama gira en torno a este misterio. No es la primera vez que leo sobre la resolución que nos propone el autor (el año pasado ya tuve el placer de saborear La casa de la torre de Isabel del Río, con una temática similar) pero el tratamiento que hace el autor sobre el desconocido y como se va perfilando la historia en los diferentes escenarios donde cohabitan los protagonistas es más que loable. El amor, aquí tiene un protagonismo especial también.
Continúa la lectura con "Sueños y monstruos", una pequeña apología sobre lo que es más sagrado: la profunda relación entre madre e hijo. Una historia también macabra, donde la realidad y la locura se mezclan más que bien.
"Todo está Hecho" es una de las lecturas más intensas. Una historia de carácter policial sobre el autoconfesión de un asesino en serie pero también sobre la investigación de un asesinato. El autor juega en dos líneas de acción diferentes para que estas se crucen al final, una técnica también utilizada en otros relatos como en los cuentos anteriormente comentados. Pero esta narración atrapa especialmente debido en parte por escuchar la forma macabra, morbosa, en que el confeso relata sus atrocidades. Quizás no tiene un final especialmente original pero crea una sensación de malestar importante y por tanto es todo un éxito como cuento de terror.
Por su parte "Tumbas en la ciudad" persigue darnos una moraleja final sobre la esencia de la vida utilizando una especie de metáfora invertida sobre los muertos vivientes. No es ni mucho menos una mala idea, todo lo contrario, pero quizás sí que se aleja un poco de la línea que hasta ahora seguía en esta antología. Aunque resultó quizás el cuento menos bueno de los que aparecen, es muy interesante y daría pie a un relato más largo.
La crême de la crême nos llega con "Casa ocupada", una novela corta en torno a los nuevos inquilinos de una casa considerada maldita. Y no hablo de personas precisamente si no de una familia de seres de la que debo sacarme el sombrero ante la maestría del autor para recrear no sólo situaciones malsanas, sino también por despertar curiosidad, por conseguir intriga, escenas de acción y porque no, también amistad y amor. Un cuento que sin describirnos demasiado consigue despertar mil imágenes sobre todos los seres que pueblan el piso inferior de la casa. Imprescindible.
"No habra descanso en la muerte" es una historia fantástica ambientada durante un proceso de chamanismo. El autor vuelve a sacar lo mejor de sí mismo para intentar narrarnos una muerte que no deja descansar el alma, sino todo lo contrario. Quizás la trama construida para llegar a una conclusión tan salvaje es un poco simple pero lo que interesa es que Becerril captura algunos de los sentimientos más profundos que hay - como es el amor madre-hijo- para utilizarlos de catalizador para una venganza terrible que va más allá de la simple muerte.
El siguiente relato es un poco especial para mí. En la primera página ya intuí hacia donde iba la historia. Poco después sólo tuve que mirarme los pelos de punta de mi brazo para confirmarlo. "Ocho esferas plateadas" habla de un miedo ancestral, de una fobia que afecta a muchas personas de este mundo nuestro - como es el caso del autor y de mí mismo- y por tanto que Becerril haya capturado alguno de sus más que probables pesadillas para plasmar en una historia no muy apta para aracnofóbicos tiene mucho mérito. De hecho el despertar del protagonista ante las ocho esferas plateadas es una de las cosas más escalofriantes que me puedo imaginar. El resto del relato sigue estando a la altura de las circunstancias e incluso el despertar final de la bestia que todos llevamos dentro - y no se me ocurre ningún monstruo peor que una araña- lo he encontrado sublime.
Otro de los cuentos cortos es "Ni el infierno querrá tú alma", quizá la narración más experimental de la antología. Es un cuento circular, de aquellos que evidencia que todo vuelve y que provoca un rechazo a la situación que nos crea el autor, pero sencillamente esa es su finalidad: provocar mal rollo en el lector cuando lee cosas que no quiere leer, que no quiere que acaben de esa manera. Esto me hace pensar que en ningún caso, ninguno de los cuentos de El monstruo en mí tiene un final arreglado, de aquellos que hacen respirar al lector aligerado, son finales que no acaban bien, que están repletos de sentimientos negativos como venganza o desesperación ... son pura maldad. Quizá sólo en el último cuento, "El hombre que soñaba con mariposas", se puede hacer una interpretación ambigua.
Hablemos de ella. Se trata de la narración más larga del volumen, claramente una novela corta, titulada, como decía, "El hombre que soñaba con mariposas". En un primer momento podría catalogar como una historia de ciencia-ficción dickiana donde la alteración de la realidad está a la orden del día y donde descubrir qué es real y qué no, parece el principal foco de atención. Pero poco a poco podemos ver como el sentido de la maravilla impregna cada una de las páginas de esta novela dejando a un lado - provisionalmente- el tema de la realidad. El descubrimiento por parte de nuestro protagonista que no vive el mundo que creía vivir también nos hace pensar en la película Matrix, pero en este caso el despertar es más terrorrífico. Está claro que el autor siente repulsión por las arañas y los insectos en general por que el mundo que nos describe a continuación parece sacado de una pesadilla suya. En sí mismo, este hecho ya daría un notable a la novela pero la parte interesante es la conclusión, el porqué de las cosas. Aquí la influencia de Dick se vuelve manifiesta de nuevo para darnos un final ambiguo - que el propio autor nos recuerda en un semi epílogo-. Esta aportación del sentido de la maravilla es como un soplo de aire fresco entre tantas pesadillas. Aunque obviamente la ambientación de esta historia tiene muchos elementos que la hacen perturbadora. Una muy buena novela para acabar con una encomiable antología.
No estoy seguro de que Jose Ignacio tenga mucho tiempo para escribir pero desde aquí le animo fervorosamente a continuar, pero siempre sin prisas y escribiendo sólo lo que su monstruo interior le dicte ... es cuando mejor se plasman las ideas.
Eloi Puig
22/01/2012
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