Europa es un conjunto de pueblos tan diferentes pero tan parecidos a la vez que el mosaico de fronteras políticas que podemos apreciar contemplando la portada de Para llegar al otro lado me deja boquiabierto. Comprobar que una fina línea puede separar la Unión Europea de países que parecen pervivir aislados me dejado pensativo y perplejo vez. Una línea que separa la realidad de los sueños de los menos favorecidos.
Vladimir Lórchenkov - Moldavo de nacimiento- debió pensar algo similar cuando escribió esta epopeya absurda y cruel sobre las ansias de mejora del pueblo de Moldavia, una nación con un estado como quien dice recién estrenado y encajado entre la Unión Europea y el gigante ruso, una nación que no sabe hacia dónde navegar ni a qué aspirar pero que Lórchenkov se encarga de diseccionar de forma surrealista a través de una sátira política cargada de humor negro, realismo mágico y mucha mala leche.
Italia y no Israel es la tierra prometida para los moldavos. ¡Italia! Con su arte, su gente abierta, sus grifos de donde mana miel y donde todos tienen un trabajo digno! ¡Oh, Italia! ¡Cuna de emperadores, inventores y artistas que hay que admirar! Italia! ¡Siempre Italia! Este es el objetivo que se marca el pueblo de Larga, en la Moldavia más rural: Viajar a Italia y por fin vivir en condiciones dignas, huir de la miseria, marchar de una tierra que no les da de comer, de unos políticos corruptos herederos del antiguo régimen comunista. ¡Buscar la libertad y la fraternidad del pueblo italiano!
Sacerdotes visionarios que impulsan santas cruzadas, presidentes del gobierno que desean saltar en paracaídas sobre la tierra prometida, enamorados de Italia que sólo hablan noruego, artesanos de la mecánica capaces de montar submarinos y aviones con las piezas de un tractor. Todo esto y más son los elementos que nos presenta el autor para describirnos bajo el prisma del humor pero también con una vena acusadora y reflexiva, el largo camino que aún tendrán que recorrer los moldavos para integrarse en algún lugar que no les rechace, que los acoja con los brazos abiertos
Lórchenkov nos estructura una novela sin personajes principales - aunque algunos llevan más la voz cantante que otros-, sin capítulos, con constantes flashbacks al penoso pasado comunista que marcaba la vida diaria de los campesinos del pueblo de Larga. Una estructura que invita a no dejar de leer el libro pues en cada página podemos encontrar un ejemplo más de la miseria y el absurdo de las aspiraciones de los moldavos. Pero el autor es también tierno cuando quiere, nos narra las peripecias de una gente sencilla, valiente, que sólo quiere volver a empezar. Este punto de inocencia contrasta con el salvajismo que pueden hacer gala los moldavos. Una mezcolanza turbadora por parte del autor que con esta obra denuncia injusticias pero también se ríe de su propio pueblo, una decisión de otro modo muy sabia.
No he estado nunca en Moldavia aunque hace unos años estuve a punto de ir un par de días - las estrictas normas de la compañía de alquiler del coche me lo impidieron- pero sí he visitado la Rumanía profunda, la vecina de Moldavia, aquellos prados y bosques que ofrecen una estampa bucólica en los valles del Maramures o de Bucovina donde la gente es franca y amable y te invitan a beber en su casa sin importar que no les entiendas nada. Imagino aquella Rumania muy parecida a la Moldavia que nos describe Lórchenkov. Sí, exagerada y absurda pero con una base real desde donde trabajar este anhelo por una vida mejor, estoy seguro.
Para llegar al otro lado es una divertida y punzante sátira política, entre los sketchs de los Monty Python y el realismo mágico, una denuncia a los problemas reales de la inmigración en la Europa actual explicada bajo la mirada de los habitantes de un pueblo moldavo que busca llegar a la bella y bonita e Italia.
No os la perdáis, todos aquellos que tengáis sentido del humor crítico y que disfrutéis con las historias contadas con una ironía profunda pero meditada.
Eloi Puig, 12/06/15
|