Cuando visité Berlín hace cosa de un año y medio, la encontré tal como me esperaba: una ciudad culturalmente increíble, con magníficos museos, cosmopolita, abierta, viva y donde las cosas funcionaban al ritmo alemán - o sea bien-. Pero para mi ha sido la última gran capital Europea a visitar (si exceptuamos Moscú, que todavía no he pisado) por una razón concreta: porque también me la imaginaba gris, sin encanto arquitectónico, sin núcleo antiguo en el que maravillarse... una ciudad funcional simplemente - haber visto previamente películas como El cielo sobre Berlín, no ayudaba precisamente-. Y en este aspecto no me equivoqué tampoco. Pero es lógico, la ciudad sufrió una partición en dos durante 28 años, en los que la franja este, la más extensa - de régimen comunista- no hacía demasiado para acondicionar la ciudad a los encantos occidentales precisamente. Ahora que el Muro de la vergüenza ya no existe, los barrios se han revitalizado mezclándose y ofreciendo el latido que la ciudad había perdido.
¿Pero que hubiera pasado si el Muro no hubiera caído en 1989? ¿Y sí a día de hoy Berlín continuara dividida, donde una pequeña isla capitalista continuara rodeada de un enorme mar socialista llamado RDA (República Democrática Alemana)? Esta es la realidad alternativa, la ucronía que nos presenta Simon Urban, una especulación en toda regla, centrada en la política y que recuerda vagamente a las novelas de espías de los años ochenta marca Frederick Forsyth.
Berlín, 2011. Unas importantísimas negociaciones entre Occidente, la Unión Soviética y la RDA están a punto de comenzar. La razón es de carácter energético: Los soviéticos pretenden vender gas ruso a Occidente y éste debe pasar por el territorio de la RDA. Un pacto y para casa, y todos contentos: unos tienen gas, los otros lo venden y los del medio cobran tasas por permitirlo. Pero un asesinato que apunta a la antigua policía secreta de Alemania oriental, la stasi, delante mismo de uno de los gasoductos, pone en suspenso todas las negociaciones y fuerzan a colaborar a policías de ambos bandos. Esta es la premisa que explota el autor en una novela centrada al 100% en la labor investigadora de Martin Wegener, el policía de la RDA que ha tenido la mala suerte de ser el primero en ser avisado del asesinato.
El carácter de Martin Wegener es uno de los puntales de la novela. Un agente de la ley que ha crecido toda su vida en el comunismo. Frustrado, celoso, desconfiado, sarcástico, deprimente incluso... un hombre que sólo le mueve una filosofía: Saber la verdad, especialmente después de que su mentor desapareciera sin dejar rastro meses antes (y el que le habla en su imaginación, ofreciéndole consejos o comentarios irónicos). Wegener deberá buscar esta verdad en un entramado de política aferrada a las viejas costumbres y secretos de estado; buscará una complicidad inexistente entre su propia Policía Popular, pero también indagará contra la stasi, o contra grupos terroristas que buscan derrocar al gobierno intocable que dirige el presidente Krenz. También tendrá que enfrentarse a sí mismo, a sus rencores hacia su ex pareja, a la decadencia comunista que se observa día sí, día también por la calle, contra sus principios vaya. Y encima deberá formar pareja con un policía occidental - Richard Brendel- que se aloja en un hotel de 5 estrellas, que conduce un Mercedes y que por más colmo parece simpático y paciente. Todo un ejemplo de lo que la libertad puede hacer en un individuo.
Aquí es donde entra de lleno en la novela negra, o mejor dicho en la novela de espías, donde Urban administra a la perfección unas conversaciones cargadas de dobles significados - especialmente para Wegener-. El autor, como decía, destaca en los diálogos y en la recreación de la atmósfera del Berlín Oriental; en ocasiones es brillante; sabe definir perfectamente un estado de ánimo o sabe manipular el lenguaje para que la literatura nos llene. Pero también, demasiado a menudo divaga. A veces son algunos párrafos; en otros son capítulos enteros que no hacía falta escribir, donde no era necesario recrear aún más la frustración de Martin Wegener y su entorno por no disponer de ninguna ayuda para resolver el caso. Estas divagaciones alargan innecesariamente la obra, a la que le pueden sobrar unas 100 páginas por lo menos. Por el contrario, cuando el autor vuelve a tomar impulso, cuando eleva su prosa, la puede convertir en poesía pura o en conversaciones magníficas. En ningún momento, estas divagaciones hacen otra cosa que alterar el ritmo de lectura pues la intriga siempre está ahí y como es lógico se va complicando hasta obtener sorpresas impactantes en los últimos capítulos del libro.
Un libro pues, notable que podría haber sido más, si no fuera por estos cambios de ritmo fruto de las divagaciones del autor en torno a la figura de Wegener o de la misma Berlín. En todo caso, lo que resulta claro es que Simon Urban ama esta ciudad y que recrearse en una realidad alternativa de lo que podría haber pasado, lo ha hecho descubrir cómo sería ahora la ciudad si el Muro no hubiera caído. No suelo citar partes del texto en mis reseñas pero creo que este párrafo evidencia los sentimientos del autor a través del protagonista Martin Wegener y que a mí me pareció bastante representativo:
“Wegener miró por la ventana. Estás perdida, pensó, estás condenada a la ruina, Berlín, mi Sodoma, mi Gomorra, mi pobre víctima de un ictus. Paralizada de medio cuerpo y por tanto incapaz de vivir con las dos mitades. Incurablemente degenerada hasta el último rincón. Construida de edificios de mentiras encajados los unos con los otros. Como te ha utilizado la historia, cómo te han violado los gobernantes de todas las épocas. Uno tras otro. Cerdos sin conciencia, naturalmente solo hombres, los más depravados de entre los seres vivos. Y siguen haciendo cola. Sigues tendida de espaldas, desvalida. Sigues siendo lo bastante atractiva como para seguir siendo humillada”
Plan D es una obra compleja, que necesita predisposición del lector para entrar. Es una novela recomendable que desgraciadamente adolece de cierta elasticidad en algunos capítulos. Pero también es una fuente para descubrir los talentos alemanes que por desgracia nos llegan en cuentagotas a nuestro país. En cualquier caso es un buen retrato de una ciudad que ha sufrido lo impensable pero que siempe resurge y vuelve a estar en el centro de atención.
Eloi Puig, 18/07/14
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