Hace ocho años y medio publiqué mi última reseña sobre una obra de H. P. Lovecraft, concretamente de dos de sus novelas cortas: El que susurra en la oscuridad y En las montañas de la locura. En aquella reseña ya comentaba que me había iniciado con Lovecraft varios años atrás leyendo Los mitos de Cthulhu, para tratar de estar más informado sobre el juego de rol La Llamada de en Cthulhu (un juego donde los personajes se morían cada dos por tres y encima no podías matar orcos...! ). O sea, como diría Lovecraft, de todo esto hace eones.
Como puede apreciarse, no he sido nunca un ferviente seguidor de la obra de este señor de aire enfermizo y tétrico - un poco como Poe, vaya - el cual poseyó una calidad literaria innegable que marcó a varias generaciones de lectores - y escritores - ávidos por saber más sobre monstruos primigenios con tentáculos debidamente repartidos por varias partes de sus cuerpos deformados. Y no porque el tema no me inspiran interés, al contrario. Pero supongo que siempre me he decantado más por matar orcos que por leer viejos libros prohibidos forrados con piel humana.
Ediciones Nevsky ha sacado en una magnífica edición, una de las últimas aportaciones del autor a su cosmogonía particular de terror cósmico: La sombra Fuera del tiempo. Mi sorpresa ha sido saber que ya había leído este cuento - con otro nombre eso sí- en la recopilación que hizo Alianza a mediados de los 90. Y curiosamente aquella "En la noche de los tiempos" fue uno de los pocos relatos que me estremeció, no, mejor dicho, que me insufló una especie de vértigo cósmico sobre todo lo que se atrevía a contar. Ahora, releyéndola, el vértigo ha desaparecido, pero la sensación de que estamos ante una de las grandes obras de Lovecraft perdura.
Por mi parte y quizás debido a los pocos textos que leído del autor de Providence, no he notado diferencia con otros cuentos o novelas cortas de Lovecraft pues el estilo se repite: Largas descripciones que combinan con acierto el miedo a lo desconocido y la oscuridad o las insinuaciones de vida primigenia más allá de toda imaginación; la desaparición total de los diálogos y la tendencia de narrar en pasado y primera persona contando historias que dudan de la capacidad mental del autor de los escritos.
Los esquemas son, como siempre, desgarradores, aunque a estas alturas quizá no nos sorprenden tanto como la primera vez que descubrimos la malsana imaginación de Lovecraft. En este relato, pero, me ha llamado la atención que la trama argumental se parte claramente en dos. Para empezar, el autor nos da mucha información acerca de los preámbulos de lo que será una expedición científica en el centro de lo que, como decía Salgari, era el misterioso continente australiano. Unos preámbulos que juegan con elementos de ciencia ficción fascinantes como el control de cuerpo y mentes de humanos desde remotos pasados. Todo ello ha disparado mi imaginación hasta puntos que no entiendo como el autor no explotó más la idea en forma de novela más larga. Podríamos decir que en esta novela especialmente supo combinar a la perfección el terror y la ciencia ficción. La creación de la Gran Raza de Yith y como nos la presenta, no de forma directa, sino a través de recuerdos de millones de años de antigüedad harían temblar de emoción la pluma a cualquiera.
La segunda parte, en cambio, sigue el ritmo y los clichés propios de otras novelas como En las montañas de la locura, simplemente cambiando de escenario: Observación y exploración de lugares inimaginables que permiten que el subconsciente nos esté insistiendo constantemente que no somos prácticamente nada en la historia del universo.
Una nueva traducción de Jon Bilbao que me ha parecido magnífica, y una maquetación que se gana el favor del público me han dado la oportunidad de conocer a Ediciones Nevsky, una pequeña editorial con ganas de hacer bien las cosas.
Eloi Puig, 28/12/13
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