Conocí la Rosa V. Tort en la última Hispacón / Mircon que se llevó a cabo el pasado diciembre en Moncada y Reixach. Ella estaba allí para promocionar su primer libro entre bastidores. Me sorprendió enseguida la calidad de la edición de su obra, en una editorial pequeña y desconocida - al menos para un servidor- como es Chiado Editorial. Y me sorprendió su ímpetu, su fuerza de voluntad para mover ficha y mirar que la novela pudiera llegar al máximo de gente posible.
L’ambaixador de Confínia (El embajador de Confínia) es la primera novela - más o menos autoconclusiva- de una tetralogía juvenil de ciencia ficción. Una distopía en toda regla mezclada con grandes dosis de novela romántica que en muchos momentos parece dirigida a un tipo la adolescencia femenina, me atrevería a decir.
Nos encontramos en Irenea, un continente o planeta (no queda claro a que se refiere el nombre) donde varias naciones mantienen un equilibrio precario de convivencia. Al norte se extiende Desèrtia, una nación cerrada en sí misma que impone estrictas normas de conducta y de pensamiento. Una nación con una tecnología bastante avanzada que intenta que el resto de países que conforman la Coalición de Estados Libres se mantengan alejados. Desèrtia es sinónimo de distopía y de sociedad machista, donde las mujeres poco más pueden hacer que aparearse con machos alfa y dar a luz bebés.
Al otro lado de la frontera, en cambio, confinado es el extremo opuesto: una sociedad igualitaria, donde todos tienen los mismos derechos, una utopía casi perfecta donde la gente es libre y donde la vida sonríe a sus habitantes. Es un desequilibrio brutal y los protagonistas de la historia asumen el papel de representantes de sus sociedades. Por un lado Jordina, una chica nacida en Desèrtia que no ve con buenos ojos la inminente unión con el macho alfa que le ha correspondido según los informes de los genetistas. Por el otro lado tenemos a Kilià, un vigilante de frontera experimentado con todas las virtudes posibles y por haber: tierno, guapo, simpático, eficaz ... y en medio naturalmente la antítesis de todo ello: Efrem, el malo de la película, un almirante desiertiano capaz de todo para conseguir sus malévolos objetivos.
El choque cultural entre una sociedad y otra se ve reflejada en la historia de amor que surge entre Jordina y Kilià. Un choque que si bien es verdad que al principio responde a estereotipos ya situaciones un tanto cursis, poco a poco se va transformando en una historia más realista, más dura, más adictiva. Rosa V. Tort tiene la capacidad de mantenernos leyendo su novela especialmente cuando los sentimientos de amor-odio emergen. Dado que los personajes son muy buenos o muy malos y que no hay rastro de gris, enseguida nos vemos abocados a querer lo mejor para una relación que se prevé casi imposible.
L’ambaixador de Confínia es una novela temprana en muchos aspectos. El argumento, la ambientación, la prosa ... pero poco a poco se estabiliza y consigue engancharnos como cualquier otra historia, hasta el punto de que este grado de adicción se vuelve estable a partir de la mitad de la obra. ¿Porque temprana? Desconozco si la autora escribió esta obra en un periodo de tiempo muy largo pero si que he notado un estilo más directo y poco literario en los primeros capítulos. Allí, la prosa merece una cierta corrección (se detectan repeticiones de verbos en la misma frase, se abusa de las siglas, etc ...) pero estos puntos se van regulando a medida que avanzamos en la trama.
El tema de la ambientación es peculiar. Nos situamos en un mundo muy lejano pero extrañamente cercano. Choca muchísimo comprobar que una nación tiene una tecnología capaz de hacer volar naves intraplanetarias y que en el otro lado de la frontera los guardias vayan a caballo o disparen en ballesta. Sorprende comprobar cómo los pueblos de Confínia podrían ser perfectamente villas y barrios como los que tenemos en Cataluña, que las costumbres sean los mismos ... poner la mesa, ir a buscar el pan, bailar en una carpa ... nos hace el impresión de estar observando la vida de un pueblo de Osona de hoy en día y que al otro lado de los Pirineos tengamos una civilización tecnológicamente mucho más avanzada y completamente diferente. Es extraño y hasta cierto punto perturbador. Por ejemplo que tengamos nombres propios inventados - como es natural-, junto a nombres como Jordina o Magí, nos descoloca totalmente. Los protagonistas usan móvil pero al mismo tiempo los laboratorios de desierto son capaces de producir artefactos y venenos imposibles de soñar. ¿Estamos en un mundo lejano en el futuro? ¿O es que el nuestro ha cambiado irremediablemente y se ha adaptado sobre una base previa? Sobre las relaciones entre naciones, no acabamos de entender que un país como Desèrtia a pesar de no poseer grandes recursos parece ser temida por todos los vecinos. Porqué esta cultura puede cometer atentados y secuestros en territorios de otras naciones sin que nadie se extrañe o nadie se queje. Es, como decía, un universo extraño, en ocasiones muy definido y en otras poco verosímil.
En todo caso, esto son detalles que afectan a la envoltura de la obra, a su ambientación, pero no al contenido. La historia que nos cuenta Rosa V. Tort es una epopeya de amor golpeada por la envidia, la ignominia, el odio y la falta de miras de una sociedad que se autodenomina perfecta. L’ambaixador de Confínia lleva un mensaje explícito en contra del racismo, el sexismo y en general toda la parafernalia de las sociedades conservadoras. Es una distopía que puede gustar a todos los públicos pero que el lector más experimentado notará faltada de una ambientación más coherente. Sin embargo, el talento de la autora para atraparnos es bastante evidente y merecedor de un aplauso.
Eloi Puig 10/06/15
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