Creo que las historias sencillas funcionan solas. Que aquellos relatos que persiguen una meta concreta y que no se detienen en el camino a enseñarnos todo tipo de posibilidades que se van apagando hasta que sobrevive una sola- o peor, que se amplifican hasta perder el norte- son las que recordamos con más intensidad. Lo cierto es que si uno se pone a leer la contraportada de una novela como La casa de arenas movedizas, contempla el particular retrato del autor y comprueba que, además, la novela se encuentra inmersa dentro de una colección dedicada al bizarro, las expectativas que tiene son de otro calibre.
Uno espera encontrarse con algo extraño, degenerado, increíble y sobre todo sorprendente. Y así es, Carlton Mellick III no decepciona con su sentido de la maravilla que en ocasiones bordea el fantástico pero que parece acomodarse posteriormente en la ciencia ficción más clásica. Pero lo mejor de todo, lo que trastoca las expectativas es estas serie de situaciones extraordinarias que aborda la novela, están escritas y plasmadas en una total sencillez, asumiendo que sus personajes se mueven guiados por sentimientos tan universales como la esperanza, el amor y el miedo a lo desconocido.
Dos hermanos, Polly, una adolescente, y Pulga, de cinco años menos, han vivido toda la vida en la casa de sus padres; más concretamente en algunas habitaciones específicas denominadas de forma general como la guardería. Allí han crecido cuidados por su tata y allí han alimentado la esperanza de que un día sus padres los irán a buscar, cuando sean mayores. Saben que esto puede pasar cualquier día y mientras, juegan, estudian en realidades virtuales y sobre todo huyen de la oscuridad desde donde los monstruos, los siniestros, los pueden capturar. Pero un día las cosas cambian. El mundo que han conocido hasta entonces tambalea y los niños contemplan sus grietas sin tiempo a reaccionar. Descubren algunos de sus secretos y se prepararon a toda prisa por un viaje imposible a través de una casa gigantesca e inconcebible, como la mansión Evenmere que nos describía James Stoddard en su novela homónima; un periplo por salvarse y para encontrar explicaciones al universo que los rodea y que ahora descubren del revés y peligroso. Una aventura sí, pero también una pequeña reflexión en torno a la familia, de la adolescencia perdida o de responsabilidad adquirida de repente cuando las circunstancias que te rodean no permiten apoyarse con nadie. Aquí sí haré un breve inciso sobre la personalidad de Pulga que veo demasiado madura para la edad que tiene, claro que considerando las circunstancias en las que ha crecido podemos aceptar que sea un niño con una seguridad más abierta de lo normal.
He preferido ser especialmente críptico con los comentarios de la trama principal para no arruinar ninguna de las sorpresas que Mellick nos prepara a medida que avanza la novela. Porque el sentido de la maravilla que despliega alrededor de la extraña vida de los dos hermanos es uno de los puntos fuertes que hay que disfrutar sin opiniones preconcebidas.
Carlton Mellick III escribe una novela excelente, utilizando elementos propios de este género macabro de lo que es partícipe, de este bizarro que nos ofrece un realismo mágico de situaciones cotidianas que estallan de repente con una imagen o una frase que describe una situación inverosímil a nuestros ojos. El autor dirige la novela con un total control, sembrando además un misterio que hay que desenredar y unas pistas que los dos hermanos tienen que recoger e interpretar. Pero ¡ah! El lector es el que más disfruta con este juego de enigmas y desconcierto porque aunque su mente está más preparada para aceptar lo imposible, no se espera que las piezas encajen con la armonía con que lo hacen y por tanto sale completamente satisfecho de una libro redondo que, como decía, persigue una meta cercana y lógica como es el reencuentro familiar, pero forzada por un camino lleno de penurias y situaciones grotescas que harán de la lectura una delicia acaparadora y absorbente.
Orciny Press es la editorial que está cogiendo las riendas de este movimiento, el bizarro, y la jugada le está saliendo bien. Tanto su primera novela en la colección Midian, Fantasma, como ésta, son ejemplos de que lo extraño y perturbador no tiene porque estar reñido con la calidad de sus páginas. Esta es sin duda la mejor lectura de lo que llevo de semestre, por poseer una trama innovadora, un lenguaje sencillo y unas imágenes evocadoras. Y sobre todo, una coherencia interna fuera de duda.
Eloi Puig, 03/10/2016
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