crÒNICA DESORDENADA DE CIUTAT ANTIGA
(2019)

Jaume Oliver Ripoll

Editorial:
Pagès Editors
(2019)

Colección:
Lo Marraco

Núm: 357

Páginas: 304

Otras ediciones:
No existe edición en castellano

Hay muchas maneras de enfrentarse a un cataclismo que deja a la humanidad tocada pero no hundida, a un descalabro tan enorme que la sociedad y las personas que viven nunca volverán a ser las mismas. Es lo que solemos llamar novela post apocalíptica y describe cómo esta humanidad herida intenta seguir adelante. Ejemplos tenemos muchísimos, pero hará un par de años, Jaume Oliver Ripoll nos presentaba Crònica desordenada de Ciutat Antiga, un enfoque peculiar y me atrevería a decir que original a las consecuencias de este tipo de cataclismos.

Y es que Oliver nos muestra un mundo deshecho pero narrado a través de una mirada distinta a la que estamos acostumbrados. Una vertiente casi romántica, poética incluso. Tenemos ante nosotros una destrucción un tanto onírica, como si formara parte de un cuento o una fábula: Un día empieza a llover de forma constante en todo el mundo, sin prisas, sin chubascos... pero también sin parar. La lluvia cae día y noche y al cabo de unas semanas la humedad y el agua destruyen edificios y provocan extrañas plagas que destruyen poco a poco la población mundial. Algunas de estas enfermedades impiden respirar, otras provocan llagas, costras e incluso somnolencias extremas durante días, semanas o meses.

Sólo un par de lugares en el mundo parecen inmunes a los efectos devastadores de las plagas: La ciudad vieja de Siracusa, en Sicilia y Ciutat Antiga (conocida en nuestro mundo como Palma, en Mallorca). Éstas se han convertido en zonas de exclusión donde las pocas personas que presentan inmunidad en la plaga viven como pueden mientras que el grueso de la población mundial se refugia en túneles bajo tierra sellando las aberturas en el exterior para no contaminarse.

Ésta es la historia de Ciutat Antiga, de Palma. La urbe que sobrevivió en la catástrofe. Porque si algo queda claro en la novela de Oliver es que sólo hay un protagonista y es la ciudad. Los personajes que pululan sólo ayudan a conducir mínimamente la narración. Así pues, Oliver ha construido una crónica (y por tanto una narración relatada desde la lejanía y sin inmiscuirse demasiado en el talante o las pasiones de los personajes) porque la novela, como comentaba es un gran homenaje a Palma, sus barrios y en su historia.

El autor ofrece descripciones detalladas y calmosas de espacios, calles y edificios. La ambientación nos evoca constantemente en otras épocas y otras realidades. Dedica capítulos enteros a barrios históricos de Palma y tiene destreza en presentarlos, en sacar lo mejor y lo peor de cada uno y en hacer una mini crónica histórica. Pero el autor se recrea en las escenas, como estudiándolas desde todos los ángulos, como si moviera con paciencia y mucha calma una base o masa de harina, dándole vueltas y vueltas. Todo esto acaba cargando la paciencia del lector que ve como en las dos terceras partes de la novela, ésta sigue en el mismo sitio.

Y ésta es un poco la parte negativa de esa crónica desordenada. Si bien el estilo de Oliver es francamente hipnótico y nos traslada con facilidad esta Ciutat Antiga tan improbable, tan imaginativa y que bebe de fuentes explícitas como Las Crónicas marcianas de Ray Bradbury (por eso, el toque tan romántico y fantasioso en la historia) y si bien, este desorden en la narración es quizás un plus que le da un curioso atractivo, el problema es que la historia no avanza, no transmite emociones. Los personajes no sabes muy bien qué objetivo tienen y porqué están allí y no nos aportan empatía. Nos da igual si mueren o si viven, si forman parte de la historia como el protagonista, Rel Santandreu, o si sólo aparecen en pinceladas concretas, como la chica Úrsula. De hecho la presentación de los personajes parecen a menudo excusas para contar pequeñas historias particulares ancladas en el pasado de la ciudad o en su entorno, un camino para volver a hablarnos de Palma y su particular universo.

Con todo esto quiero decir que la trama, la carga emocional que debería existir entre la historia apocalíptica en la que se ha formado una especie de sociedad distópica que vive bajo tierra gobernada por una jerarquía ciega que no sabe por dónde navega y una comunidad que malvive en la superficie de Ciudad Antigua, libre y anárquica, no nos estimula demasiado. Nos deja algo indiferente. No acabamos de ver claro tampoco porque la sociedad subterránea tiene tanto interés en eliminar los rastros de la vida antes de la Gran Lluvia.

“El trabajo de los buenos enterradores, como era Àngel Mestre pasaba desapercibido a la corta. Pero la eficacia a la larga era incontestable. Un día borraban las flores del desierto, al día siguiente desaparecían fotografías antiguas de juventud y pelo largo (..). Borrado el pasado procedían a eliminar los nombres, las ciudades, los valles, las cartas de amor, las ideas, las huellas de toda la vida”

Esta Crónica desordenada de Ciudad Antigua camina hacia un objetivo loable como es la idealización de lo imposible, el imaginar un mundo difícilmente creíble pero que esconde la esperanza de resistir a lo inevitable. En la dura realidad. Y sí, tal y como nos enseñó Bradbury, todo tiene solución y esa catástrofe provocada por meses de lluvia interminable también. Y aquí es cuando se vuelve a idealizar ya respirar ese aire de cuento, de fábula, de leyenda ubicada en las mismas raíces de Palma. Oliver nos envía un mensaje de ensueño sobre unas raíces que aguantan vivas la memoria de una ciudad.

Una novela que encantará a los amantes de la prosa relajada y especialmente a los que conocen la ciudad de Palma de muy cerca (no es mi caso por desgracia que solo la he visitado un día). Pero también es una novela que decepcionará a quienes quieren historias con grandes personajes y con objetivos diáfanos. La lectura ofrecerá un ritmo constante de sensaciones alrededor de la ciudad pero creo que esto solo no es suficiente para que el lector se enganche especialmente. Al menos en mi caso.

Eloi Puig
23/10/2021