Estamos en el año Pedrolo, el que conmemora el centenario del nacimiento de uno de los autores más visionarios y controvertidos en lengua catalana. Y naturalmente tengo algunas lecturas pendientes suyas. Esta es la primera que leo este año del autor de La Segarra: Crucifeminació, una novela escrita a principios de los años 80 pero que no fue publicada hasta cinco años más tarde. No me extraña: Su contenido es altamente inflamable.
Manuel de Pedrolo tenía muchas virtudes pero yo me quedo especialmente con su capacidad de adelantarse al futuro inmediato a través de diversas técnicas y temáticas que años más tarde serían evidentes y utilizadas por cientos de autores de todo el mundo. Ya dije en mi última reseña de este autor que si Pedrolo hubiera nacido en EEUU y no en Catalunya, sin sufrir censura y con total libertad para publicar, sería ahora uno de los nombres clásicos a seguir por cualquier aficionado de la ciencia ficción. Y no hablo sólo de sus dotes como constructor de tramas sino por su versatilidad en explicarnos lo que nunca antes nos había mostrado nadie.
Crucifeminació es un ejemplo claro pues nos habla especialmente de dos temas delicados. El primero: la religión y la facilidad con que nos han vendido siempre un milagro o una nueva aportación mística en nuestra realidad cotidiana. El segundo: El cuerpo femenino, aquella carne tan maltratada por un mundo eminentemente machista y desprovisto de afinidad para la mujer más allá de utilizar su cuerpo para el placer o con fines de procrear. Sí, Pedrolo abre un batalla o al menos lanza una piedra contra la denigración sexual y el contrato que parece poseer toda mujer y su cuerpo con una sociedad que la desprecia de forma constante.
Hablemos a fondo de ello: A primera hora de la mañana, en un pueblo indeterminado y en una época futura (unos doscientos-años) aparece en plena plaza del pueblo una mujer preñada, desnuda y atada a unas maderas en forma de cruz. Parece inconsciente o muerta y claramente está a punto de dar a luz. Son todos elementos que nos recuerdan de forma innegable a ciertos aspectos fundamentales de la religión cristiana. Y no es casualidad: Crucifeminació es una de las novelas que el autor definió como parte de su ciclo de los mitos ancestrales.
Pedrolo construye una novela transgresora en el contenido y en la forma. La primera página sólo tiene una línea de texto (al pie de ésta) que va sumando líneas por cada hoja que pasamos hasta llenarla excepto por un recuadro central donde en la página 49 hay intuimos una crucificción esbozada. A partir de aquí las líneas de texto van disminuyendo hasta tan sólo a quedar una. Orciny Press debe haber sudado lo suyo para plasmar lo que pretendía el autor. Esto es la primera parte de la novela. Ni un punto y aparte, ni un diálogo. Es una prosa obsesiva y barroca, cargada de información sobre el hallazgo en la plaza y de cómo las autoridades (eclesiásticas, militares, civiles y científicas) meten mano interactuando con el cuerpo desnudo de la mujer crucificada de forma grotesca e incluso enfermiza. Hay muertes, peleas, estupefacción... pero también esperanza, bendición, ilusión porque corre el rumor de que el hijo aún no nacido de la mujer crucificada podría convertirse en una nueva esperanza para la humanidad. ¡Estamos hablando de una Segunda Venida!
¡Oh sí! Pedrolo no está por minucias y en sus libros pone toda la carne en el asaor. Y mezclar religión (cristiana) con el cuerpo de la mujer normalmente conlleva que algunas personas se alarmen mucho. Y si además incorporamos un elemento que altera de forma grotesca lo que se espera de un posible nuevo hijo de Dios, el resultado es una crítica a una sociedad demasiado dependiente de la iglesia y en cambio realza un feminismo incipiente en la época.
Pero, ¡oh! La segunda parte del libro, titulada L'escollida (La escogida), el autor inserta aún otra manera de ver el tema. Y es a través de un flashback sobre la chica en cuestión. Y si no fuera suficiente, vuelve a cambiar la forma con que se expresa. Se trata de una parte estructurada como una entrevista donde varios doctores preguntan e interrogan (en la misma página y en columnas diferentes) a posibles candidatas para un experimento. Da un efecto de conversaciones simultáneas entre la chica y los científicos muy curioso. Al autor no le vale soltar la idea transgresora, la bestia desatada, para contentar al lector... no, Pedrolo también hace reflexionar a quien lo lee hasta qué punto es real o no lo que está pasando. ¿Y cómo lo hace? Con capítulos como este o como el tercero, protagonizado por un periodista que investiga hasta qué punto los acontecimientos tan sorprendentes que ocurren en la plaza del pueblo, ante una chica desnuda, y colgada como si estuviera crucificada son reales o están preparados. El autor es pícaro y nos da pistas pero no le gusta que éstas sean muy claras: prefiere que a través de las notas posteriores cada uno se haga su propio relato de lo ocurrido en la plaza o de lo que supuestamente ocurrió.
Es pues, una novela experimental en muchos sentidos. Por la forma, ya comentada y que se adelanta a muchos otros libros que también la han empleada (quizás el más conocido últimamente ha sido La casa de hojas) como por un contenido punzante sobre el misticismo religioso reflejado a través de la profanación del cuerpo de la mujer. Sí, una novela feminista, o más bien crítica con la mirada siempre perversa del hombre. Un libro, pues, en muchos aspectos adelantado a su tiempo.
La ambientación, tan anclada en los años setenta y comienzos de los ochenta, que es cuando Pedrolo escribe la novela, pasa factura si uno pretende que el del Aranyó imagine una sociedad muy diferente aunque la acción transcurre doscientos años el el futuro. No, Pedrolo pone el dedo en la llaga de algunos problemas sociales de la época y los extrapola al futuro pero da igual que sus descripciones no se ajusten a ninguna especulación más allá de su tiempo. Lo que pretende es atacar aquellos elementos perturbadores en la sociedad de entonces. Cuestiones como el sexo y la dependencia religiosa. Y para denunciar estos puntos focales utiliza esta prosa cargada, farragosa, que te llena hasta que no puedes más y tienes que dejar un rato la página que estabas leyendo porqué te saturas y empiezas a releer las mismas frases. Una prosa que cuando quiere acercarse a temas delicados como la virginidad o el sexo, no se detiene y también es utilizada como una lanza que desgarra eufemismos sexuales. Esta violación constante del sexo femenino (aquí representado obviamente por la chica atada a la plaza) evidencia con qué facilidad se puede profanar un cuerpo de una forma banal, sin miramientos y sin ningún tipo de pesar, como si de un objeto se tratara .
No es ésta una lectura para todos los públicos pues aunque por un lado es moderna y estimulante (para la época) también debemos afirmar que se trata de un texto muy denso y expresamente cargado, quizás para provocar disgusto o rechazo. Pero vale la pena comprobar, una vez más, como Manuel de Pedrolo se adelantó con una historia que por lo menos, nos hará reflexionar (y revolvernos inquietos mientras leemos).
Eloi Puig,
06/05/2018
|
|