No estoy demasiado al día con los cómics. De vez en cuando paso por mi librería de confianza para ver si hay algo interesante. Y siempre es un placer descubrir, como quien no quiere la cosa, alguna obra en catalán que se te había escapado del radar. Así fue con este volumen, El dios salvaje, guionizado por Fabien Vehlmann, ilustrado por Roger Ibáñez y publicado por Norma Editorial.
Al empezar a hojearlo me di cuenta de la gran calidad del dibujo y de las viñetas, a menudo enormes, que representaban escenas de acción, lucha pero también de grandes paisajes post-apocalípticos. Pero sobre todo me llamó la atención el simio encarcelado que tan bien caracterizó Roger en la ilustración de la cubierta, un dibujo que me llamaba irresistiblemente. Y sin saber nada más, ¡pam! Se fue hacia la pila de pendientes.
Cuando empiezas a leer el primer capítulo, te piensas que el protagonista será el Sin Voz, un simio diferente, albino o al menos pálido, que debe hacerse valer dentro de su clan que está atravesando unas tierras inhóspitas donde el hambre y la sed les están menguando sin piedad. Sea como fuere, saben que no deben atravesar el umbral de la tierra prohibida, aunque el hambre les esté debilitando cada vez más.
Pero una vez hecha esta presentación, Vehlman nos aboca a seguir el curso de la historia entre una tribu de hombres que viajan a la capital de un reino indeterminado cuando una catástrofe natural sacude al mundo que conocen. Un mundo que geográficamente no sabemos muy bien dónde para y que a veces nos parece extraído de geografías imposibles de eras remotas pero donde paradójicamente encontramos topónimos del mediterráneo oriental.

A partir de aquí Vehlmann nos presenta un capítulo dedicado a un personaje diferente que va encajando una historia sobre esclavitud y venganzas que se solapan unas con otras en medio de gran violencia tanto de origen natural como obviamente humana. Lo curioso, como decía, es que nuestro Dios Salvaje, el simio llamado Sin Voz, capturado y moldeado para convertirse en una máquina de matar y un símbolo al que adorar, sólo aparece puntualmente en la trama y quizás tenemos un cierto regusto que le falta protagonismo.
Mientras que en el capítulo titula «La bestia» nos presentará de manera fulminante y salvaje al clan de Sin Voz, enseguida, como comentaba, pasaremos a los problemas que arrastran a los humanos después de que un tsunami borre su pequeño mundo. Aquí entran en juego los capítulos de «El poeta» y «La guerrera», donde veremos a través de diferentes miradas el interior de la sociedad tribal que ahora campa con desconcierto por tierras inundadas. Poco a poco, Vehlmann nos entrelaza historias y hechos que iremos recopilando para que, en el último capítulo, «Heredera» nos ilumine con el final de esta historia concatenada. Sólo en el «Epílogo» podremos encontrar de nuevo el tour de force que representa la figura de El Dios Salvaje, un personaje, para mi gusto, desperdiciado pero que no deja de ser la pieza clave de una reflexión sobre las diferentes formas de esclavitud que nos presenta esta historia: Desde la servidumbre auto-impuesta al clan, pasando por la sumisión recompensada, el vasallaje orgulloso o directamente la esclavitud propiamente dicha.
Por lo que se refiere a la parte visual, destaca comprobar que Roger utiliza una paleta a menudo a cuatro colores con predominio de tonos ocres para las escenas que transcurren de día y azulados por las de noche. Una escasa variedad que nos transporta a contemplar un mundo áspero y decadente que se adapta bien a la mayoría de las viñetas pero que en algunas escenas más oscuras, nocturnas o sombrías resulta en un dibujo demasiado opaco para mi gusto. Hay que decir, sin embargo, que Roger dibuja con un trazo lleno de energía y sinuosidad que sorprende y que te da siempre una gran sensación de movimiento.
En definitiva, El dios salvaje nos acerca una trama que hay que ir cuajando poco a poco mientras leemos las cinco partes del cómic con un guion efectivo pero que a veces parece olvidar a su personaje inicial y donde disfrutamos de la grandeza del dibujo de Roger con viñetas enormes y una visualidad impactante.
Un cómic, sin duda, recomendable que quizás peca de una historia un tanto críptica al principio pero que se va ajustando poco a poco y acabamos disfrutando perfectamente. Creo que daría por más páginas pero sin embargo es resolutivo y visualmente encomiable, ¿qué más se puede pedir?
Eloi Puig
14/03/2025
|
|