Durante el pasado Festival 42 que se llevó a cabo en Barcelona tuve el placer de moderar una mesa redonda sobre el cambio climático con cinco escritores que habían hablado sobre el tema en sus obras. Sin embargo, a la hora de la verdad no todas las novelas que se presentaban aquella noche trataban estrictamente sobre ese futuro distópico que cada vez tenemos más cerca, o al menos a mí me lo pareció. Pero gracias a su lectura descubrí a unos autores que tenían mucho que decir sobre otros temas también clásicos de la ciencia ficción.
Como por ejemplo A Mar Bosch Oliveras que dejando de lado su faceta de escritora juvenil (que también he probado) nos presentaba una novela curiosa y difícil de catalogar pero que se convertiría en un pequeño descubrimiento para mí. Tanto por su estructura como por cómo enfoca un tema tan sensible como la vejez, la soledad o las sociedades utópicas.
L’edat dels vius, aunque en algún momento hace alguna pincelada a posibles cambios climáticos pasados en sentencias como esta...
“(...) la única comunidad rebelde del mundo que todavía quedaba sobre las aguas que se habían tragado casi toda la superficie del planeta.”
... no es una obra que nos quiera aleccionar o advertir sobre las consecuencias de la alteración del clima. Ésta es una historia íntima sobre una superviviente, pero no una cualquiera: una chica que vive en la propia piel la caída de la sociedad utópica donde vive y también el descubrimiento de un nuevo mundo, también utópico pero condenado a la extinción. Una superviviente, pues, que no deja de convertirse también en una historiadora, una narradora del ocaso de la civilización humana.
Como comentaba anteriormente, lo que me ha llamado la atención de esta novela breve es su estructura: una primera parte titulada La ràbia de l’Elisa Neri donde a través de un soliloquio impenetrable donde nuestra protagonista habla por los codos, relata sus experiencias a una rata mientras viajan en una barca. Nos explica cómo era el mundo utópico en el que vivían ella y su pareja: Los avances científicos habían hecho desaparecer el estigma de la vejez. Todo el mundo podía inocularse el tratamiento para no envejecer más. Y las nuevas generaciones ya la llevaban de base. Los viejos eran cosa del pasado, de la generación pretérita:
"Aquello venía a ser un viejo, uno de esos seres repugnantes que aprendíamos a temer desde pequeños, esos monstruos, cuyas garras nunca nos abarcarían porque los gobernantes mantendrían la nueva orden para siempre."
"Los felices veinte, surgidos de resultas de la Cura, eran la nueva incontestable manera de ser humano. Todo su montaje debíamos perpetuarnos nosotros, que ya habíamos nacido en el marco del nuevo orden"
La vida estaba planificada por contrato. El nacimiento se realizaba directamente en La fabrica. La muerte, sin embargo, también estaba definida por el contrato. Sabías cuándo morirías, qué día, qué minuto. Mientras podías disfrutar como nunca de una vida fácil y sin problemas.
Éste es un tema interesante que comporta, como es habitual, un debate ético. ¿Un mundo de jóvenes? ¿Una sociedad donde elegías a qué dedicarte y cómo contribuir a la sociedad cuando ya habías disfrutado de la vida? ¿Podría funcionar? Parecía que sí, que la propia civilización había caído rendida a la desaparición de la vejez. E insisto con el término utópico porque quien no quería someterse al tratamiento no pasaba nada, podían no hacerlo. Y de hecho algunos grupos prefirieron marcharse, continuar con la vida humana de forma natural, alejados de este nuevo orden.
Elisa Neri, pues, nos narra todo este compendio de memorias mientras flota en una barca en el océano, sin un rumbo fijo, desahogándose con una rata de cloaca que es la otra tripulante involuntaria del bote. Mar Bosch, utiliza una prosa compacta, repleta de flashbacks que nos permiten descubrir de dónde viene, pero con un estilo, también, donde el presente actúa de forma desgarradora a través de un diálogo invisible con un animal que no puede contestar, utilizando una segunda persona acusadora mientras Elisa se deshace poco a poco en la apatía, relatando el final repentino de la especie humana.
Pero a mitad de la novela la autora gira la tortilla y nos traslada a La isla bonita. Volvemos a una utopía pero que en este caso nada tiene que ver con los descubrimientos tecnológicos sino más bien con el énfasis en buscar la naturalidad de una humanidad que ya la había perdido hacía muchos años. Constatar que los hombres y las mujeres necesitan el contacto, el calor de unos y otros y el hecho de convivir en sociedad. Reafirmar que la vejez es algo natural y que transforma a la gente aunque también signifique su desaparición.
La vejez natural tratada de forma sentimental y tierna y donde las pesadillas del pasado quedan a un nivel lejano. Cierto es que para el lector cuesta asimilar esta segunda utopía, su construcción, las interacciones entre las personas que la forman, quizás porque nos acercan a un mundo que ahora mismo no podemos comprender pues vivimos todavía buscando nuestro propio camino para ser felices sin desprendernos de la dependencia social.
L’edat dels vius, es pues, una novela en la que podemos encontrar varias capas de lecturas y dos estilos que la dividen pero que se complementan bajo el prisma de una mirada genuinamente inocente: La de una persona que ha nacido para ser libre bajo unas reglas impuestas y la de la misma persona que encuentra la libertad cuando se desprende (de forma involuntaria y traumática) de su mundo.
Una propuesta muy interesante que merece una atenta lectura.
Eloi Puig
26/12/2022
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