La trilogía The Outside ha sido una de las apuestas más valientes por parte de la editorial Chronos desde que se empezó a publicar ciencia ficción y fantasía. No sólo por el formato de trilogía —que siempre es más arriesgado para una pequeña editorial— sino porque nos acerca a una de las tramas más extrañas y complejas de la ciencia ficción actual. Y ahora que hace poco su autora, la canadiense Ada Hoffman, ha visitado el Festival 42 de Gèneres Fantàstics de Barcelona y que en la editorial Chronos han sacado el último volumen de la trilogía, ha sido mi momento para adentrarme en este universo de terror cósmico y ciencia ficción híper-especulativa.
L’Extern es la primera novela con la que se abre la trilogía y donde descubrimos progresivamente cómo ha evolucionado la humanidad por la galaxia. Lo que observamos es fascinante y nos deja fuera de juego casi desde el principio: Los humanos están dispersos por cientos de mundos pero su desarrollo tecnológico es relativamente débil. Pero entonces, ¿cómo han podido poblar tantos planetas y crear una sociedad tan extendida por la galaxia? La respuesta es que todo esto es gracias a los dioses. Sí, así en plural. Entidades cósmicas que trabajan para el progreso de la humanidad y para su bienestar, o al menos así lo suponemos.
Los dioses tienen ayudantes: humanos modificados genéticamente o con incorporaciones artificiales que les han convertido en algo más que cyborgs. Algunos son llamados ángeles y son los representantes directos de las diversas divinidades existentes o de sus comandantes. Los humanos, pues, viven en paz y progresan, conocen también otras especies alienígenas inteligentes del espacio y en definitiva no tienen motivo de queja; pero muchos científicos buscan desprenderse de la dependencia de la tecnología divina y buscan, investigan, y poco a poco realizan hallazgos para intentar emanciparse de la tutoría de los dioses.
Uno de estos científicos es Yasira Shien, una mujer autista que trabaja en un nuevo motor que permitirá a las naves humanas acercarse a velocidades sublumínicas y no depender sólo de los portales teletransportadores y las naves divinas para trasladarse por la galaxia. Y la flamante nave el Orgullo de Jai donde Yasira trabaja es la esperanza de una humanidad que quiere empezar a dar sus primeros pasos sola. Allí es donde esta brillante científica lo tiene todo listo para realizar las primeras pruebas con el motor. Todas las lecturas son perfectas, todo va bien, pero no puede evitar tener una sensación extraña, como si se hubiera olvidado algo crucial.
Pero no todo va bien en la prueba final, el ensayo se tuerce de una forma a la que no estaban preparados. Lo que contemplan los ojos de Yasira (y los de toda la nave) es tan extraño e inverosímil que es difícil de describir tanto por un humano, como por un ángel. Estamos hablando de una fuerza incomprensible que provoca miedo, terror y locura. Una visión sin forma que parece derramarse en nuestro universo, iimágenes sin sentido que nuestro cerebro intenta asociar a formas y sensaciones terroríficas... tentáculos, ojos, bocas que surgen de la nada.
Como veis el horror cósmico está muy presente en la novela y la influencia lovecraftiana se deja notar en los momentos cruciales del arco argumental. Pero ahí hay mucho más tema. Para empezar, el escenario que nos plantea Hoffmann es altamente original y no sólo debemos enfrentarnos al terror que viene de más allá... sino también intentar analizar quiénes son los dioses y qué papel fundamental tienen en la historia de la humanidad. Porque al principio resulta muy sorprendente e inquietante esa curiosa mezcla de ciencia y religión.
(...) “La idea de ángeles expertos en ordenadores la fascinaba. Allí tenía una especialidad prohibida, herética para los mortales, pero estaban los ángeles que la estudiaban. Por lo que ella sabía, los ordenadores de tecnología divina ya hacían todo el trabajo importante por sí solos.” (...)
Yasmina se verá rodeada en una trama irreal que destruye prácticamente todo lo que creía y parecía una base sólida de la ciencia. Se verá volcada en buscar a su antigua mentora para que le ayude a averiguar cómo acabar con la presencia del Extern, el nombre con que se bautiza lo que parece devorar de vez en cuando partes de nuestro universo. También deberá lidiar, sin embargo, con la voluntad de servir a la humanidad y la obediencia ciega que piden los representantes de los dioses. Un doble juego, un batiburrillo de lealtades contrapuestas, un continuo quebradero de cabeza para ella. Habrá momentos de pánico y otros de incomprensión. En algunos momentos la novela me ha recordado al efecto que provocaba la lectura de Aniquilación de Jeff VanderMeer pues uno de los mensajes fundamentales que extraemos de todo ello es que nuestra mente no tiene porqué entender cómo funcionan ciertas cosas, no está preparada para asimilar según qué visiones.
(...) Ciertamente había impresiones visuales que después habían perdurado. Tentáculos, babas, cientos de ojos y bocas sin la estructura de una cara. Pero las impresiones visuales no eran lo importante. Los tentáculos por sí mismos no daban miedo. Yasira había comido calamares bastante a menudo. Era a lo que se conectaban los tentáculos.” (...)
La novela es compleja y quizás no apta para todos los públicos. Hoffmann, sin embargo, tiene un estilo ágil, pero a veces la historia se ralentiza un poco y lo cierto es que como lector esperas ver más escenas terroríficas. La autora las dosifica y no quiere abusar de ellas. Probablemente porque este primer libro es también una introducción a este peculiar universo donde viven los humanos y necesita tiempo y espacio para hacérnoslo comprensible.
L’Extern tiene varias capas de lectura: La evolución de la humanidad y de sus creencias es una más. El hecho de disponer de muchos dioses dedicados a aspectos concretos de la vida humana, entidades que son palpables y que existen realmente, aunque normalmente sólo sus servidores sirvan como puente de comunicación con la sociedad humana, es un punto interesante que despliega una multitud de opciones por las que la autora puede navegar.
(...) Antes de que hubiera dioses capaces de actuar por su cuenta, los antiguos humanos habían “rezado” murmurando palabras, llevando a cabo rituales sin sentido o incluso sólo pensando de una manera determinada, con la esperanza que sus proto-dioses imaginarios los oirían. Nada tenía que ver con la comunicación organizada que llevaban a cabo los auténticos sacerdotes. Pero los antiguos humanos habían buscado desesperadamente la atención de algo superior a sí mismos. Fue por eso que los antiguos humanos construyeron a los Dioses de verdad, de hecho.” (..)
Así pues, tenemos un buen cóctel ante nosotros: Una trama que se adentra en lo desconocido que representa la presencia del Extern, también un estancamiento de la humanidad en lo que se refiere a tecnología o exploración debido a la omnisciente tutela de los dioses y también una historia más personal, la de la lucha de Yasmina por volver a una normalidad que no es tan sencilla como ella se creía. Además, aquí la autora y remarca el autismo del personaje (similar al que ella misma tiene) y evidencia los problemas extras a los que se enfrentan las personas con este trastorno.
Hoffmann mezcla estas líneas de acción y escribe una obra firme con momentos impactantes y otros muy especulativos. Es necesario, quizás, un poco de paciencia para saborearlo todo pues algunos capítulos centrales aportan poco a la línea de acción y ralentizan el ritmo, pero creo que vale la pena no dejar nunca de lado la lectura y profundizar con lo que nos está narrando la aurora canadiense.
En la segunda parte de la trilogía, Els caiguts, me esperan respuestas y más intriga de este fascinante universo que nos ha traído Ada Hoffmann. Voy para allá...
Eloi Puig
16/12/2023
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