Adrian Tchaikovsky es un autor que llegó a las costas catalanas de la mano de la editorial Chronos hace apenas un año y con la que ya han publicado tres novelas cortas pero este nombre hace bastante más tiempo que suena entre el fandom del estado gracias a una novela publicada por Alamut que con el boca-oreja se ha convertido en todo un referente dentro de la reciente ciencia ficción: Herederos del Tiempo, ganadora del prestigioso premio Arthur C. Clarke
Y es que yo mismo la tenía en el punto de mira desde hace unos años precisamente porque de forma unánime todo el mundo me la había recomendado con cierta insistencia definiéndola como una de esas grandes historias que se te graba en la memoria. Esta perseverancia para que me adentrara en la novela quizás también buscaba un poco el morbo —sabiendo que un servidor tiene una fobia extrema a ciertos artrópodos maléficos— pero sobre todo se me insistía en la originalidad con la que Tchaikovsky nos presentaba una idea del todo fascinante.
Y claro, después de leerla sólo puedo darles la razón a todos y sacarme el sombrero ante el autor por habernos acercado a una trama que mezcla elementos tan estimulantes como una nave generacional o la colonización de un hábitat nuevo pero muy especialmente la evolución de una especie desde un estado de primitivo instinto hasta alcanzar cotas de inteligencia inimaginables.
La Tierra es un planeta moribundo pero la humanidad ya ha hecho preparativos para terraformar otros sistemas estelares por acaso no sobrevive al convulso presente que atraviesa. Una nave ha sido enviada a un planeta en el que se podría desarrollar vida. La misión es realizar un experimento con monos y otros animales para que a través de un nanovirus inoculado en sus ADN puedan desarrollar, con los siglos, una inteligencia que les permita preparar el hábitat para la futura llegada de la humanidad. Pero el experimento falla debido a un sabotaje y el nanovirus y el resto de los animales que se enviaban para alimentar a los monos y crear un nicho ecológico equilibrado quedan esparcidos por un planeta virgen. A su alrededor sólo un satélite con una científica dormida artificialmente vela por un experimento fracasado.
Y siglos más tarde, como estaba previsto, una nave generacional con miles de personas durmiendo en estasis, llegan al planeta para establecerse como último refugio de una humanidad casi extinta. Pero lo que se encuentran al llegar es inesperado y el planeta utópico donde los restos de la civilización humana ha volcado todas sus esperanzas puede también convertirse en una tumba.
“Sus nuevas dueñas le han convertido en refugio de la peor pesadilla de la humanidad”
Adrian Tchaikovsky no sólo ha escrito una magnífica novela sobre esta colonización, sino que también ha perpetrado una de las historias más inteligentes que recuerdo en la ciencia ficción espacial. Analicémoslo un poco: Los capítulos de Herederos del Tiempo se dividen en dos líneas de acción intercalada: la primera trata sobre algunos tripulantes de la nave generacional Gilgamesh, que despiertan del estasis para empezar los preparativos del acercamiento al planeta. Pero no todo es tan simple: Para cada impedimento, para cada problema, muchos de ellos se vuelven a dormir a las cabinas para despertar años, décadas más tarde e intentar reconducir la situación de la Gilgamesh. El autor ha sabido recrear el paso de los años de forma eficiente en el viaje espacial y así dar tiempo a la otra línea de acción para que alcance todo su potencial. Esta segunda línea de eventos es la más fascinante y encara la evolución de una especie animal, que a priori no es posible que desarrolle suficiente inteligencia como para colonizar un planeta, pero que gracias al nanovirus se le abren muchas nuevas posibilidades.
(...) “El nanovirus habla a través de ellos. La cultura de Portia está en tensión entre la naturaleza (...) básica y la nueva empatía que el nanovirus les ha impuesto”.
Así pues, tenemos un experimento científico fracasado... pero también un nuevo ensayo natural evolutivo que ayudado por dicho error estalla de una forma imprevista y única. Un nanovirus que estimula el aprendizaje y la alteración cognitiva de unos seres que no estaban llamados a ser superiores.
"Esto no es producto de la evolución natural, ni siquiera de evolución asistida: esto es lo que asiste a la evolución."
Eso sí, Tchaikovsky ha descrito esta evolución de forma sorprendentemente viva y coherente, otorgando el protagonismo a diferentes individuos (con los mismos nombres por razones prácticas) pero que siglos tras siglos, milenio, tras milenio van superando a los pequeños y mayores problemas que se encuentran por construir una civilización y defenderse contra otras especies.
Este proceso de tratar la etología propia de una especie y añadir temas como el descubrimiento de la religión y la ciencia, las dificultades de comunicación (intra y entre especies), y en especial combatir con los instintos arraigados dentro un cerebro, en un ADN, para tumbarlos y alcanzar un nuevo nivel de conciencia, es la parte más increíble y fascinante de la novela. Y que además, el autor haya elegido precisamente un tipo de animales especialmente monstruosos y repulsivos como éstos es aún más inesperado. Quizás lo hizo por su curiosidad y cariño hacia estos artrópodos, quizás también para evidenciar cómo estos monstruos pueden afectar a la humanidad más que otros.
(...) El mayor miedo de la humanidad esperando aquí, en el límite exterior de la expansión humana (...)
La combinación de todo esto, de vivir la decadencia y —a veces la involución— de una humanidad desesperada y observar el paso del tiempo de una especie inferior que poco a poco va creciendo y contra todo pronóstico va superando los problemas pese a los períodos de barbarie con que se encuentra... es realmente estimulante, un puro sentido de la maravilla que te hace querer este género por encima de cualquier otro.
Adrian Tchaikovsky, por tanto, ha escrito una novela no sólo original y perfectamente meditada y estructurada, sino una historia trascendente, adictiva y coherente que además, por unos breves momentos de debilidad, me ha hecho mirarlas, a ellas, con otros ojos a pesar de mi fobia ancestral.
Imprescindible para los amantes de la buena ciencia ficción.
Eloi Puig
29/09/2022
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