Hace un par de años estuve a punto de comprarme el volumen de las aventuras de Nils Holguersson, el niño sueco que ve reducido su tamaño mágicamente y viaja con los gansos salvajes por gran norte europeo. No lo hice por falta de tiempo pero tengo un recuerdo muy especial de la serie de televisión dedicada a estas novelas juveniles fantásticas. En Suecia, Nils Holguersson es un personaje muy querido (incluso hay una estatua de él en el sur del país, en Scania, según comprobé hace unos años). Todo esto lo comento para ilustrar que el folclore sueco y por más extensión escandinavo, es tanto o más rico que cualquier otro pero que nos ha llegado muy descabezado. Escandinavia no sólo es tierra de Vikingos, de Odin, Thor, Loki y de gigantes. También tiene sus propios cuentos de hadas, sus criaturas, muy vinculadas a la tierra ya la naturaleza. Y la literatura no los ha abandonado nunca. Sólo hay que visitar el museo Junibacken de Estocolmo para disfrutar como un niño más con las recreaciones de la autora Astrid Lindgren por ejemplo.
Pero estamos ante una antología diferente. Unos cuentos para adultos, muchos de los cuales se basan en mitología rural, otros tienen un toque surrealista y algunos más incluso podemos definirlos como historias de ciencia ficción. Y es bueno que editoriales que cada día ganan más prestigio como Nevsky Prospects nos acerque esta fantasía nórdica que de otra manera cuesta descubrir. El último libro que leí de ciencia ficción de un autor nórdico fue El ladrón cuántico del finés Hannu Rajaniemi pero Jagannath es un volumen completamente alejado de la ciencia ficción dura; Jagannath es un conjunto de fábulas fantásticas donde el punto de interés creo que son los personajes y sus vínculos tanto entre ellos como con la propia esencia del folclore sueco.
Lo primero que hay que destacar es que la prosa de Karin Tidbeck es espléndida, elegante, armoniosa incluso. No importa tanto lo que explica si no como lo narra. La autora es capaz de ponernos a sitio con cuatro pinceladas de sus historias. Karin Tidbeck escribe de forma pausada, utiliza un estilo cercano, suave, pero a veces suelta un comentario, una explosión de fuerza, de terror contenido en una frase, en una imagen que te queda grabada. Los cuentos más cercanos al terror, aunque sea a trompicones serían "Rebecka" , una historia sobre secuestros y suicidios con la perturbadora imagen que Dios existe de trasfondo; y también "Augusta Prima" , un cuento que parece recordar los mundos fantásticos feéricos celtas para mostrarnos escenas de crueldad propia de las hadas.
Como comentaba, la mayoría de las narraciones breves que ocupan las páginas de Jagannath beben directamente de las tradiciones y la mitología popular sueca. Hasta el punto de que una de las historias, "Pyret" , es un cuento que quiere parecer una investigación científica sobre un conjunto de seres fantásticos, los pyret. Otros relatos como "La señorita Nyberg y yo" , "El complejo de vacaciones de Brita", "La montaña de los renos", o "Augusta Prima" exploran más a fondo estas mitologías donde las personas de carne y hueso interactúan con seres mitológicos que no siempre lo parecen, sea de forma directa o sutilmente, a través de sueños y apariciones. Quizás destacaría de este grupo "La montaña de los renos" por el trabajo que hace la autora de los personajes humanos.
Pero Tidbeck también incluye otras obras más surrealistas. Mi preferida es la primera que se encuentra en la antología, "Beatrice" donde se narra la relación amorosa entre humanos y máquinas. Una historia sensible y explicada con una sencillez sublime, aceptando todo lo imposible como algo normal. Hay quienes se enamoran de un dirigible y hay quienes lo hacen de máquinas de vapor... También con un toque fantástico diferente es "¿Quién se Arvid Pekon?" , Una historia enigmática sobre la misma base de la existencia .
El punto y aparte también lo da el último cuento "Jagannath" , una historia imprescindible increíblemente orgánica, claustrofóbica e incluso visceral. Un cuento sobre anatomías imposibles y especies que podrían ser alienígenas.
Es curioso comprobar como la mayoría de las historias no tienen un final redondo, acabado; sino que parecen fragmentos de relatos explicados en la lumbre para abuelas nostálgicas; tienen un componente de leyenda, de misticismo, sin que el punto y final nos otorgue respuestas a lo que hasta hace un rato estábamos leyendo. Las historias son la excusa para absorber buena literatura, sin importar demasiado el mensaje final de los cuentos, son relatos que proporcionan calor, que nos acarician con fantasías imposibles o nos recuerdan que todos los pueblos tienen uno u otro componente fantástico en sus raíces que vale la pena recordar de vez en cuando.
Eloi Puig , 16/04/2014
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