Es un hecho que una de las culturas del mundo que más ha atraído (y atrae) nuestra atención es la de la sociedad japonesa. Hoy día, el país nipón es un punto de atención constante donde el viajero occidental desea ir (os lo puedo confirmar desde mi vertiente de agente de viajes, pues Japón es, de lejos, el país donde enviamos más viajeros). Cierto es que la convivencia de la más alta tecnología y las tradiciones más preservadas son un contraste interesantísimo pero detrás se oculta una riquísima mitología y tradición fantástica, y es donde Japón se convierte —otra vez— es un gigante que exporta iconos influyentes para todo el planeta. Nos llegan desde todos los lados, especialmente a través del cine, del anime, el manga o los videojuegos (yo mismo estos días estoy inmerso en el Ghost of Tsushima por ejemplo) y continuamente nos acercan los valores de la sociedad nipona, tanto si se basa en la actualidad como si hace referencia a su prolífica edad media.
Quizás buena parte de esta fecunda imaginación sobre manantiales, fantasmas y seres mágicos que confraternizan con la población de una manera u otra, no hubiera llegado de la misma manera a occidente sin la encomiable tarea de Lafcadio Hearn, escritor y corresponsal británico que entre muchos destinos se acabó estableciendo en Japón a finales del s. XIX hasta su muerte. Hearn se enamoraró del país del Sol naciente y de su herencia cultural —como no podía ser de otra manera— y se dedicó a recoger historias, mitos, leyendas fantásticas por todo el país para trasladarlas a occidente a través de un extenso legado literario. Pensemos que Japón vivía unos momentos de transformación radical en esa época. Las viejas costumbres, las antiguas tradiciones, estaban a punto de decaer, incluso perderse detrás de un progreso que rompería de forma bastante repentina con ellas. Ni siquiera los mismos japoneses se habían preocupado demasiado de conservar estos cuentos, estas historias sobrenaturales de forma más o menos coherente. Lafcadio fue, pues, el precursor de que occidente conociera —y se interesase— por un país tan lejano y diferente como es el Japón.
Escribió varios libros y antologías sobre todos estos mitos medio perdidos y su relevancia es importante en cualquier rincón del mundo por eso es tan pertinente que se haya traducido finalmente al catalán. Un motivo más por lo que este volumen, Kwaidan. Històries japoneses de fantasmes, es una obra más estimulante todavía. En ella podremos descubrir muchísimos relatos fantásticos, especialmente dedicados a los fantasmas. Pero es que el autor no sólo narraba historias y cuentos, sino que los ponía en contexto, nos describía costumbres o palabras que aportaban significados ocultos para los europeos. Realizó una labor divulgativa a la vez que literaria. El presente volumen, además de los cuentos originales de la primera edición, también incluye otros relatos fantasmagóricos provenientes de otras obras de Hearn
Estos cuentos de fantasmas, sin embargo, no están pensados para inculcar miedo al lector. Más bien describen una fantasía basada en leyendas rurales de forma inocua (en el sentido terrorífico, quiero decir). Creo que el concepto de fantasmas o espíritus está tan presente en la sociedad japonesa que la mayoría de estos relatos, aunque traten temas escabrosos, no deben tomarse como un hito para asustar a los oyentes / lectores sino más bien como una expresión artística o fantástica del gran folclore local dada la gran convivencia con el tema espiritual que poseía la sociedad japonesa. Y eso no siempre se traduce como temor hacia los fantasmas. A menudo hay historias magnificas que destilan respeto o admiración por los ancianos y por la naturaleza y que transmiten sensación de paz, a pesar de ser relatos sobrenaturales.
Las historias que nos acerca Hearn son cuentos cortos, muy sencillos, incluso austeros (como corresponde a la cultura nipona) pero no por ello menos estimulantes. La parte literaria quizás queda relegada a un segundo plano porque la premisa bajo la cual nos cuenta cada cuento de fantasmas suele ser muy atractiva. Como decía, los relatos tienen un aire intrigante pero que no llegan a producir sensación de terror, como más bien podría resultar en nuestra tradición. Algunos incluso, no están finalizados (el autor no pudo recoger o escuchar el final) y es una lástima porque con uno de mis cuentos favoritos me he quedado con la miel en los labios.
En Kwaidan encontraremos, pues, historias que plantean dilemas dramáticos relacionados con espíritus y fantasmas y que suelen estar relacionados con historias de amor o venganza. Un reflejo de las pasiones humanas bajo la áurea fantástica. Al ser relatos recogidos de forma mayoritariamente oral, Hearn los plasmó con sus palabras sin desviarse demasiado de los hechos y aportando de su parte lo justo para que la historia en sí pudiera ser leída bajo una vertiente literaria.
Reconozco que muchos de los relatos los he encontrado demasiado cortos, quizá porque las ideas que se exponen las encuentro dinamita pura para ser reflejadas en tramas más largas y elaboradas pero hay que tener en cuenta el aspecto divulgativo de la obra: No tenemos ante nosotros una simple antología de cuentos de fantasmas. Estamos leyendo parte del legado oral de una nación que no valoraba o no podía dedicarse a salvar su propia cultura. Salvando las distancias, considerad la Renaixença Catalana e imaginaos que hubiera sido de nuestra lengua o cultura sin este movimiento.
Por eso mismo, la tarea de Lafcadio Hearn merece todo el reconocimiento del mundo.
Eloi Puig
21/10/2020
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