Es gratificante ver cómo un autor desconocido gana el Premio Minotauro - el mejor dotado de género fantástico del mundo-, no para desmerecer a otros escritores que ya tienen la mano firme en eso de crear historias del imaginario fantástico, si no por que este hecho seguro anima a que nuevos talentos todavía por descubrir tengan presente que quizás un día serán los nuevos Aguilera, Marín, Martínez o Negrete -por poner algunos ejemplos- del panorama fantástico en castellano. Del autor que nos interesa ahora, Federico Fernández Giordano no había leído nada antes, y quizás no es extraño pues su currículum como novelista no es demasiado extenso, pero eso no me ha incomodado nunca a la hora de abordar una lectura. Más de una vez he leído a autores para mí desconocidos que me han parecido sensacionales.
El argumento de El Libro de Nobac se basa en una historia de trama detectivesca con aires de intriga fantástica donde una periodista - Lisa Lynch- y un escritor medio fracasado - Edgard Pym- son contratados para dar a conocer al mundo la vida del señor Valdemar, un viejo que esconde unos cuantos secretos pero esencialmente sufre una especie de maldición que lo ha perseguido buena parte de su existencia: El mencionado personaje tiene en su poder un libro que escribe noche tras noche la vida de Valdemar, como si la mente de éste y sus pensamientos conscientes y no conscientes se vieran reflejados en unas páginas de papel.
Fernández ha construido una obra que depende demasiado de esta idea, de un planteamiento muy vistoso que llama la atención de cualquier amante de la literatura fantástica. Y esta presentación tan contundente es una de las virtudes y defectos del libro pues la decisión editorial que comporta que tanto en la cubierta del libro -magníficamente diseñada por otra parte- como en la contraportada se nos comente que la novela trata sobre un libro que se escribe a si mismo destapa sin duda nuestro interés. Pero cuando avanzamos en la lectura y nos parece que esta idea no evoluciona durante la primera mitad de la novela nos sentimos un poco decepcionados por lo que llevamos leído y escépticos por lo que ocurrirá a continuación.
Sin embargo hay que tener un poco de paciencia ya que el autor tiene bien estudiada la cantidad de información que quiere proporcionar y el el tempo que quiere seguir en su obra. Uno decisión respetable pero que quizás no será del agrado de todo el mundo: Fernández se muestra sutil en su argumento y tiende a dar información poco precisa y ambigua durante toda la obra para que el lector vaya sacando sus propias conclusiones. El resultado, como decía, es que durante muchos capítulos tenemos la sensación que pasan muy pocas cosas destacables y sólo la magnífica prosa del autor nos da ánimos para seguir leyendo sin desfallecer, de manera pausada pero con un ritmo in crescendo.
Abro un paréntesis porque éste es un tema importante a comentar: El autor escribe muy bien. Probablemente sea un poco escueta esta descripción del oficio de Federico Fernádez pero creo realmente que el autor tiene como principal arma para defender su novela una prosa muy trabajada: Es elegante, busca las palabras precisas para cada momento, es amena, armónica... lo tiene todo para convertirse en la carta de presentación de Fernández para futuras novelas. Ahora bien, el argumento, la historia que nos plantea El Libro de Nobac es otra cosa; es un texto muy especial que no gustará a todo el mundo. Para empezar encontramos muy pocos diálogos, el estilo de Fernández tiende a la descripción y a sumergirse en los pensamientos personales de los protagonistas; también he dicho que es una prosa de palabras suaves, que apuntan hacia un estilo armónico, y es cierto, pero eso significa que le falta tensión en ciertos momentos y que su regularidad y fluidez pueden convertirse en un handicap cuando se quiere mostrar un párrafo, una escena, que huye de la normalidad y quiere mostrar angustia.
Retornando a lo qué decíamos, El libro de Nobac, pues, sigue un argumento demasiado esquívo, el autor prefiere más insinuar que explicar los detalles ... opta para hacer trabajar más la imaginación del lector que para dárselo todo masticado. Y eso no sería un problema - al contrario- si durante la novela hubiéramos asistido a una lectura despierta, viva. Pero cuando pones tus máximas esperanzas en un final que no acabas de entender al cien por cien, puedes quedar un poco desencantado. El autor no lo intenta resolver hasta las últimas páginas y lo hace con una confesión de aquéllas típicas de las novelas de misterio donde en dos páginas se resuelve el móvil, el asesino y la obvia sorpresa final.
Fernández nos deja medio amodorrados buena parte del libro para dar un golpe de efecto en las últimas páginas, pero éste no acaba de funcionar del todo pues el argumento resulta demasiado enrevesado y poco creíble en muchos aspectos - la falta de curiosidad de Edgard hacia las páginas finales del libro, la poco eficaz búsqueda de información sobre el misterioso Nobac que parece hecha expreso para que los personajes no resuelvan enigmas antes de tiempo o algunos hechos más de cariz fantástico que restan poco desarrollados- de manera que cuando acabamos nos topamos con aquella sensación, aquella inquietud tan común en autores como Dan Simmons que insiste en preguntarnos "Lo he entendido todo correctamente?”. Y eso creo que no debería pasar nunca en una buena historia.
En definitiva, sin embargo, hay que destacar dos aspectos de la novela: Por una parte la ya comentada gran calidad estilística que seguro dará todavía más frutos al autor en el futuro; y la segunda, la capacidad imaginativa para escribir una novela que seguro podemos definir de original a pesar de beber de fuentes clásicas bastante conocidas, un intento loable de crear fantasía alejada de muchos de los actuales cánones que a mí me ha dejado satisfecho pero no eufórico. Una novela correcta sin llegar a ser imprescindible.
Eloi Puig, 14/05/08
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