La Luna continúa teniendo mil maneras de matarte. Así es, Ian McDonald continúa su saga sobre la colonización y explotación de nuestro querido satélite bajo una perspectiva que combina la credibilidad de una ambientación muy cuidada con las guerras dinásticas de las cinco grandes familias que dominan la explotación y la subsistencia de la Luna.
Recordemos un poco: La Luna hace décadas que está colonizada por empresas privadas que forman pequeños monopolios en sus respectivos campos (agricultura lunar, extracción de Helio-3 etc ...). Las rivalidades de estas empresas familiares tienen un aire épicodecadente muy curioso. Épico porque cada gran familia (Cada Dragón) quiere prevalecer por sobre el resto (pese a los matrimonios mixtos que hay entre miembros de cada familia) y por tanto realizarán las maniobras que consideren oportunas para no quedarse atrás, para firmar contratos más rentables... o para eliminar la competencia. Sí, nos encontramos con procesos puramente mafiosos que son buena parte de la esencia de la novela y lo cierto es que nos vienen imágenes a la cabeza que recuerdan a Dallas o Falcon Crest (al menos para los que ya tenemos cierta edad), lo que por otra parte le otorga un añadido de originalidad a la saga. El término decadente lo identifico más en cómo estas confrontaciones sólo provocan debilidad y pérdida de competitividad entre empresas, y más si tenemos en cuenta que la Tierra vigila de cerca esta más que curiosa política que se aplica en la Luna.
Los rumores sobre una futura posible independencia del planeta madre se ciernen en el imaginario de muchos. Pero la dependencia que aún tiene la Tierra de los productos lunares provoca que todos vayan con pies de plomo. "Nosotros iluminamos la Tierra" solían decir los Corta. Y así es, la extracción de Helio-3 es sólo uno de los productos que se exportan a un planeta madre completamente abocado a la degradación y con una sociedad enfermiza que no atisba ningún futuro prometedor. En cambio, se divisa a la Luna como un lugar de oportunidades; peligroso, sí, pero un lugar de esperanza.
En este segundo volumen podremos comprobar cómo la casi destrucción de la familia Corta pasa factura a los miembros supervivientes. Algunos son exiliados de forma voluntaria, otros se esconden y otros son protegidos por alguno de los cuatro dragones que quedan. Vale la pena aquí hacer especial mención a Lucas Corta, que planea un protocolo para revivir la empresa creada por su madre y que por este motivo emigra a la Tierra con las enormes dificultades y pocas garantías de supervivencia que tiene una persona que ha vivido toda la vida en la Luna. Allí conocerá a un nuevo integrante de la familia Corta: Alexia
Mientras otros miembros como la paralítica Ariel, el alocado Lucashinho o la misma Luna (su prima pequeña) vivirán momentos llenos de tensión y aventuras que McDonald ha cuidado de potenciar más que en la primera parte, dotándolas de más emoción y pasión. También Wagner, el lobinho, el cual pertenece a la extraña secta tan influenciada por la Tierra también se irá posicionando en la novela y le prevemos un papel más determinante en el futuro.
Luna de Lobos, sigue con las mismas virtudes pero también con los mismos defectos que la primera parte con el handicap a superar que ahora no nos sorprende excesivamente y por tanto no podemos valorarla de forma tan especial: Por un lado la ambientación continúa siendo perfecta. Cierto es que el mismo McDonald reconocía a la pasada CatCon, durante la entrevista que se le realizó, que por lógica algunos procesos industriales podrían ser más automáticos de lo descrito en el libro pero que el hecho de incorporar personas permitía jugar más con los personajes. Pero esta pequeña licencia no importa demasiado al lector que no busca una aproximación 100% real a la explotación lunar, por lo que aplaudimos la iniciativa del autor. Como decía: Ambientación fuera de serie donde podemos comprobar no sólo cómo funciona la tecnología lunar o cómo afecta a los humanos sino también la política y los cambios mentales que deben adoptar muchos terrestres para decidir si se quedan a vivir para siempre en el satélite o vuelven hacia la Tierra. (El límite físico es en torno a los dos años).
Los defectos, de nuevo (tal vez menos que en la primera parte), la profundidad de los personajes. Continúan apareciendo muchos y a menudo tienen poca interacción con el resto o la trama (aunque lo que hagan sea crucial en la historia) y se tiende a no recordarlos debidamente. Cierto es que McDonald ha otorgado un especial protagonismo a Lucas Corta y a Lucashinho y también a Alexia pero creo que falta que el lector encuentre más empatía con ellos.
El resultado es notable pero quizás a falta de la sorpresa que nos ofreció la primera parte, no tan rompedor como aquella. Esto no significa que haya disminuido en cuanto a calidad pero sí nos hace constatar que es una continuación directa sin demasiado revulsivos.
Ahora toca el final, Luna descendiente.
Eloi Puig
03/12/2019
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