Hay épocas más propicias que otras para espolear la imaginación de los autores. Sin duda, la Inglaterra victoriana, a caballo entre los siglos XIX y XX es uno de los escenarios más ricos en ideas, más propensos a soltar el ingenio para crear obras únicas. A veces estas obras siguen una estética steam-punk, otras veces mezclan hechos históricos con fantasía y en ocasiones, como el caso que se ocupa, realizan homenajes nada disimulados a un periodo donde el talento de los creadores, tan a nivel científico como literario o artístico, fue desmesurado.
En el Londres de finales del siglo XIX parecía que todo fuera posible, que el desarrollo científico no tuviera límites. El umbral de la ciencia era la propia imaginación. Encontramos en esta época grandes inventos que mejoraron ostensiblemente la vida de los más acomodados, pero también las letras disfrutan de momentos dulces con autores como Verne (en Francia), Stoker o H. G. Wells. Félix J. Palma no ha hecho nada más que escoger algunos de los elementos históricos que llenaron las páginas de los diarios de la época o de las estanterías de muchas bibliotecas cultas en ésta Londres de Sherlock Holmes, pero también de Jekill y Hyde o de La Máquina del tiempo.
Precisamente la novela La Máquina del tiempo del imaginativo H. G. Wells es uno de los puntos de partida para esta propuesta victoriana: Debido a su gran éxito por todo Londres, la novela propicia que poco después de publicarse se instale en la capital del imperio británico una empresa de viajes temporales que permite a sus clientes viajar al lejano año 2000 y contemplar la decisiva victoria de la humanidad contra los autómatas en una deliciosa muestra de steam-punk que nos ofrece al autor.
De hecho El mapa del tiempo se estructura en tres partes bien diferenciadas, todas ellas con un denominador común: los viajes temporales, la posibilidad de cambiar la historia o de viajar al futuro, un sueño que empezó a despertar a las mentes populares a raíz de la publicación de la mencionada novela de Wells. Y este autor será precisamente el nexo de unión de las tres partes de la novela, siemdo sin proponérselo el núcleo de la historia.
Para empezar nos encontraremos con una situación aterradora, adornada con dosis de romanticismo un tanto exaltado: Andrew Harrington quiere viajar ocho años al pasado para impedir que Jack el destripador asesine a Mary Jane Kelly, la última de las prostitutas asaltadas en el barrio de Whitechapel, de la cual el joven aristócrata está enamorado. El autor empieza fuerte intentando cambiar el pasado y nos empieza a dar pistas sobre la posible existencia de universos paralelos. Esta primera parte es posiblemente la menos dinámica del libro pues Palma se detiene a presentarnos algunas biografías - como la del mismo Wells o la de Joseph Merrick, el Hombre elefante- que quizás no hubieran hecho falta con tanto detalle. En todo caso, sin embargo, observamos cómo la prosa elegante del autor y su capacidad incuestionable para mantenernos atentos a la historia que narra de forma omnisciente nos acapara y nos absorbe instantáneamente.
La segunda parte es probablemente una de las historias más inteligentes nunca explicadas en una novela que trata sobre viajes en el tiempo: como se pueden formar paradojas temporales sin viajes propiamente dichos, como se puede seguir una historia de amor magníficamente relatada con unos personajes vivísimos, de los cuales con pocas páginas nos parece conocer su vida entera en una historia que no deja de inspirarse en las comedías de enredos de época, como aquel magnífico final de Por no mencionar al perro de Connie Willis - que también trataba los viajes en el tiempo de forma sutil. Sin dudarlo este enamoramiento protagonizado por una chica de alta alcurnia y un pobre desgraciado es la parte de El mapa del tiempo más elaborada argumentalmente y también la más sorprendente tanto por su sencillez como por su originalidad.
Y finalmente la última parte es una excusa perfecta para homenajear, ahora sí, sin disimularlo ni pizca, al personaje histórico que fue H.G. Wells: su inteligencia pero sobre todo su imaginación resultan claves durante toda la obra pero especialmente importantes en las postrimerías de la novela. Wells debe resolver un crimen donde presumiblemente el autor del cual proviene del futuro. Aquí está donde se enlazan las historias anteriores de forma magistral, aquí es donde Félix J. Palma consigue el efecto final sobre un lector que viaja de sorpresa en sorpresa y donde las ideas preconcebidas por anteriores novelas de viajes en el tiempo confluyen para dar lugar a las típicas paradojas temporales, la metafísica de sí existe un destino escrito o no o a la apertura de universos paralelos.
Félix J. Palma tiene el talento necesario para llenarnos de información sobre ésta Londres oscura y húmeda, tan retratada por otras novelas contemporáneas, a través de una prosa elaborada, elegante, que imita en buena medida el estilo de aquellos autores de finales del siglo XIX que según me han comentado otras mentes más entendimientos que la mía, precisamente utilizaban a menudo el recurso del narrador omnisciente que todo lo sabe -que no era de mi agrado al principio pero que reconozco se aviene mucho con el espíritu de la novela-. En definitiva, el autor ofrece una buena dosis de alta literatura, capaz de envolvernos con un velo que cambia sus propiedades volviéndose nostálgico o aventurero según lo que estemos leyendo y hacernos partícipes del argumento, la ambientación y los personajes como si fueran nuestros.
Un enorme homenaje por lo tanto a la creatividad de la época - como en el fondo también lo son obras como La Liga de los hombres extraordinarios de Alan Moore i Kevin O'neill o la misma Las Puertas de Anubis de Tim Powers- y en especial a la figura del autor que abrió las puertas a la romance científico - junto con Jules Verne- que no es otro que el mismo H.G. Wells - aunque las novelas de éste último escondían mucha especulación encubierta sobre su época y su realidad social. El romance científico fue una definición de un tipo de novelas populares que posteriormente se alteraría para convertirse en lo que nosotros conocemos como ciencia-ficción.
Hacía unos meses que había oído hablar positivamente de la propuesta de Félix J. Palma, pero no me decidí a comprarla hasta que fue recomendada como lectura durante una de las ediciones de las Ter-Cat (Tertulias Catalanes de ciència-ficció, fantasia i terror). Una vez más queda patente que el boca-oreja es uno de los medios de promoción más fiables que podemos encontrar los aficionados. Y obviamente no me arrepiento de su compra: El mapa del Tiempo es una de las mejores novelas de ciencia-ficción escritas en castellano que además nos narra espléndidamente cómo empezó este género a hacerse popular en la vieja Europa. Imprescindible.
Eloi Puig, 07/04/09
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