La trilogía de la dinastía del Diente de León es una obra inmensa de la que Ken Liu extrae cada vez más jugo. El segundo volumen, El muro de las tormentas no sólo es una notable aventura llena de pasión, sino que supone un antes y un después en la historia de las imaginarias islas de Dara. Este volumen continúa siguiendo las pautas estilísticas y de ritmo que ya marcó La gracia de los reyes, y además creo que todavía profundiza más en aspectos claves de la cultura oriental y de la eterna lucha entre avanzar y superar retos sociales y técnicos o estancarse y conservar sin mover una coma lo que ha perdurado durante siglos. Sí, parece que me vaya por las ramas pero en el fondo las novelas de Ken Liu tratan de este rozamiento entre lo clásico y inmutable y las nuevas ideas y tendencias que hacen avanzar a una sociedad, especialmente si ésta tiene unas bases completamente feudales.
Vayamos por partes: El muro de las tormentas es una novela que sigue la estela de la familia de Kuni Garu, el aclamado rebelde que sublevó contra un tirano déspota. En la última novela se nos presentaba el personaje y a través de él comprobábamos como se estructuraban las míticas islas de Dara, unos territorios que habían sido descuartizados en diferentes reinos siempre en tensión mutua y vigilados cada uno por un dios propio. La unión forzada de los reinos y la posterior revolución terminaron coronando a Kuni Garu como nuevo emperador, Rénga. Han pasado varios años y ahora la acción se centra en otros personajes de manera que hay un tratamiento más coral, amplio. Los hijos del emperador, Timo, Théra y Phyro pero también la emperatriz regente, Jia, consejeros etc serán parte importante de la representación pero también recién llegados como Zomi Kidosu o especialmente los lyucu, los recién llegados que harán tambalear la paz.
El muro de las tormentas tiene casi 900 páginas pero es como si leyéramos 2 libros diferentes. La primera parte es una introducción al gobierno cotidiano de las islas de Dara por parte del emperador y de cómo las intrigas de palacio pueden alcanzar cotas maquiavélicas increíbles. Es una parte más pausada, más centrada en presentar personajes pero sobre todo es un tramo de la historia que recalca una vez más la gran separación existente entre ricos y pobres, entre hombres y mujeres, entre comerciantes y agricultores, entre un mundo feudal e inamovible y un mundo más equilibrado, más avanzado socialmente. El planteamiento del Gran Examen - de clara influencia de las burocracias chinas clásicas- es el ejemplo perfecto para que entendamos como este mundo feudal conservador se quiere proteger a sí mismo impidiendo nuevas ideas. Aquí es donde Ken Liu introduce pequeños detalles que pretenden mejorar esta sociedad rígida. Y lo hace a través de la mente de un emperador progresista que deberá vigilar tanto a los enemigos de fuera como los de dentro.
Es una primera parte, como decía, carente de acción, con poca intensidad pero con una prosa eficiente que nos va descubriendo nuevas formas de ver el mundo de Dara, con mensajes poderosos y con algunos capítulos sublimes - como el último cuando se entrevistan la emperatriz Jia y la mariscal Gin-. Y lo que valoro más de las propuestas del autor en este primer trayecto de más de 400 páginas es que siempre intenta evidenciar que no hay bandos buenos o malos y que todos tienen motivaciones suficientes para intentar hacer avanzar sus proyectos.
Esta misma premisa es válida para la segunda mitad de la historia, pero aquí además, tendremos el componente épico. Y es que a Ken Liu las islas de Dara se le quedan pequeñas y nos empieza a enseñar qué hay más allá, qué otras civilizaciones viven en este universo fantástico regido por dioses autocomplacientes. Y sí, también aquí el autor nos da una lección magistral sobre motivaciones y supervivencia. También encontramos mensajes éticos a pesar de la virulencia con que podemos vivir las batallas. La llegada de los lyucu hará cambiar las reglas del juego, justo cuando estaban más interesantes las maquinaciones para lograr el control del Imperio.
La lucha por el poder pero también por la supervivencia son las pautas que se desarrollan en las dos partes del libro pero podremos vislumbrar muchos otros aspectos que se integran en estas dos temáticas: imaginaos dos ejes de coordenadas por donde se deslizan las vidas de los principales personajes y sus motivaciones. En la horizontal tenemos en una esquina el mundo mágico y fantástico representado por los dioses y por los enigmas que se esconden detrás del Muro de las Tormentas. En el otro extremo tenemos la tecnología, la ambientación silkpunk, la antítesis del concepto de magia. Ahora observamos el eje vertical. Abajo, el carácter retrógrado y feudal de las civilizaciones de Dara, el espíritu conservador, la predominancia de la la sociedad paternal y consecuentemente del machismo. Y el otro extremo del eje, arriba, el anhelo del progreso, la sociedad igualitaria, la rotura de tabúes como el papel de la mujer en la política o en las consejerías (como apunte diremos que la homosexualidad está completamente aceptada a Dara). Una vez que tengáis en la cabeza este mapa imaginaos varias líneas sinuosas, como serpientes reptando por una pared, que son las historias personales de los protagonistas, enroscándose por las casillas, avanzando, retrocediendo por los ejes según los su talante y objetivos alcanzados o fracasados pero poco a poco confluyendo en una sola dirección que refleja una tendencia clara que anuncia que los cambios son omnipresentes y que nada puede seguir como siempre. La adaptación a estos cambios será el que hará más fuerte a una sociedad.
Y es que incluso los dioses, que en este volumen aparecen - directamente- poco no son inmunes a los cambios, a las perturbaciones. Y al igual que los humanos, las nuevas creencias, las nuevas maneras de vivir el mundo les afectan y delimitan su poder. Este es un punto que creo crucial pero que aún no se ha explotado del todo (tal vez en la tercera novela).
Las historias de las islas de Dara siguen fieles como ejemplo de una alegoría de China medieval que todos conocemos, sólo incorporando quizás algo más de tecnología que le otorga un respetado aire de silkpunk. Si no fuera por el tratamiento fantástico de los dioses y especialmente por la serie de enigmas sobre la fantástica geografía que rodea las islas, podríamos estar leyendo una epopeya sobre el lejano oriente cubierta de una niebla mitológica que esconde la historia real.
En definitiva, El muro de las tormentas, esta segunda parte de la Trilogía del Diente de León es una novela que como se puede comprobar ataca muchos frentes y golpea fuerte, aunque a priori no lo parezca. El pequeño problema que le veo - el único en definitiva por el que no alcanza el excelente- es que en varios momentos la narración se ralentiza demasiado - especialmente por el abuso de flashbacks- y creo que tal vez a la obra le sobran páginas. Pero tal como decía en mi anterior reseña, hay que pensar que son novelas con un ritmo diferente del que tenemos presente en la fantasía moderna. Si aceptamos esto las disfrutaremos mucho.
Ni que decir, para terminar, que la edición de Alianza Editorial es sublime: Tapa dura con dos mapas (¡dos!) a todo color en cada contracubierta. Excelente en todos los sentidos. Sólo por eso, coger el libro ya es un placer.
Eloi Puig, 20/05/17
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