El hecho de que sólo llegue un tanto por ciento relativamente bajo de obras traducidas al catalán es lógico. No sólo por el equilibrio que deben hacer los editores a la hora de atreverse a publicar en catalán obras que no saben cómo responderán ante el público, sino porque, además, no podríamos absorber todo lo que debería llegar. Pero esto no quita que haya obras claves que no extienda que nunca hayan sido publicadas en nuestra lengua [El catalán]. Y estamos hablando de obras de ficción, de ciencia ficción para ser precisos, pero que sus tramas son o deberían ser básicas para el pensamiento o filosofía actuales. Porque fueron precursoras, porque fueron visionarias, porque se atrevieron a decir cosas que nunca antes se habían insinuado.
La nit de l’esvàstica de Kataharine Burdekin es una de estas obras. Y gracias a la buena gente de Duna Llibres, con su espíritu reivindicativo, feminista y de recuperación de clásicos, podéis, por fin, tenerla en sus manos.
Y es que La nit de l’esvàstica fue muy transgresora en su época. Fue escrita en 1937 y la autora la publicó con seudónimo masculino. La obra es una distopía casi ucrónica que refleja los pensamientos de Burkedin sobre el combate al fascismo, el feminismo y otros muchos puntos de la sociedad de la época, incluyendo la homosexualidad, que en la novela aparece de forma implícita. Como se puede ver, una serie de elementos de temática progresista o de izquierdas que a muchos no gustó y que a otros quizás les hicieron sentirse incómodos.
Pero quizá comencemos un poco por la esencia de la trama para que se entienda hasta qué punto la visión de Burdekin fue clarividente: Han pasado 70 años desde que los nazis ganaron la II Guerra Mundial. Ellos y los japoneses, por cierto. Durante estos siglos, el mundo permanece dominado por las dos potencias y se ha instaurado un régimen estricto que ha cambiado literalmente la historia. El Reich alemán se extiende por toda Europa, Oriente Medio y África. El resto (América, Oceanía y Asia) pertenece al imperio nipón —mira que Dick no se influyera con esta obra para escribir El hombre en el castillo). Continuemos: Hitler es considerado no sólo un héroe, sino también un profeta, una persona venerada que habla con Dios. Se le ha mitificado de tal modo que de rebote ha surgido una religión que rodea y realza su figura.
Alemania y los territorios ocupados están regentados por una especie de sociedad pseudo-feudal, con Caballeros que ejercen como pequeños varones. Todos ellos nazis de pies a cabeza. El resto de la población es prácticamente analfabeta y trabaja duro pero contenta por satisfacer a su Caballero y obviamente al inmortal régimen ario.
Y las mujeres son tratadas básicamente como animales, como una subespecie que sólo sirve para reproducir y agrandar el régimen. Viven encerradas en campos de concentración, jaulas inmensas en las que pasan toda la vida. Sólo salen los domingos para acudir a misa a escuchar las revelaciones de la religión hitleriana. No saben leer, no conocen nada más y la inmensa mayoría creen que aquél es su lugar en la sociedad: Ofrecer hijos a sus dueños. Las mujeres sólo valen más que los gusanos, dice la letanía religiosa
Los hijos varones son separados de la madre al año y medio para ser educados como auténticos nazis. Las hijas continúan la vida con las mujeres... a la espera de que tarde o temprano serán fecundadas. No existe la familia como la entendemos hoy en día. Los nazis viven en casas en las que sólo hay hombres.
"Las mujeres no son más que la personificación del deseo de complacer a los hombres"
Con este escenario nos encontramos en un punto crucial cuando un inglés visita la sagrada tierra alemana (tiene permiso para hacerlo como parte de su peregrinación a tierra santa) y se reencuentra con un viejo amigo nazi en su pueblo, Hermann. Éste es un hombre profundamente analfabeto y considera hereje cualquier desviación de las normas de conducta hitlerianas impuestas por la ley. A través de él, Alfred, nuestro inglés viajero, conoce al Caballero de aquellas tierras y a partir de ahí florece una semilla de comprensión mutua sobre el futuro del régimen... y quizás del mundo entero.
Ésta es una lectura que te golpea cada pocas páginas, porque es cruel y porque es también una advertencia sobre un posible futuro distópico. Si George Orwell inmortalizó una distopía más abocada al control extremo y a la crítica estalinista, Burkedin nos plantea una visión feroz sobre el nazismo y la pérdida de derechos de las mujeres.
La mayor parte de la novela está expresada en clave de conversación, especialmente entre el Caballero Van Hess y Alfred. Juntos aprenderán muchas cosas del otro, aunque uno tiene recursos e inmunidad absoluta y el otro sólo es miembro de una raza inferior. Burkedin expone mil y una ideas de cómo el régimen nazi podría destrozar el mundo y también de cómo detenerlo. A menudo la lectura de La nit de l’esvàstica es sinceramente fluida pero también podemos encontrar alguna parte en medio de la novela donde quizás la autora divaga demasiado y se centra poco en lo que tiene entre manos. De hecho, casi lo encuentro razonable teniendo en cuenta el montón de ideas que nos quiere expresar en este libro.
Como comentaba, no sólo la política o el menosprecio del género femenino tiene cabida en esta historia. También la religión recibe un buen repaso, en especial la judeocristiana, que la autora considera a sus miembros casi como fundamentalistas religiosos y en algunos aspectos no demasiado distintos a los nazis (como en el tratamiento de las mujeres por ejemplo). De hecho, el paralelismo explícito de las sagradas escrituras hitlerianas con la biblia es evidente. Cómo se puede deformar y añadir textos con los años... a conveniencia de quien lo hace.
De hecho, la reescritura de la historia, la mitificación de los líderes, el borrar todo lo que no se ajusta al nuevo canon se trata de manera evidente en esta novela (al igual que años más tarde también sería uno de los puntales de 1984 de Orwell).
Fijaos, pues, en este cóctel explosivo que nos ofrece Burkedin: Un mundo dominado por los nazis pero donde sólo la élite es culta. El nazi de casta baja, el buen nazi no piensa, obedece sin preguntarse. Un mundo en el que el sexo femenino es directamente obviado y esclavizado; un gobierno que quiere perdurar para siempre pero que se enfrenta, después de 700 años, a un estancamiento social, en el que no se progresa. El nazismo eliminó a las antiguas culturas y ahora no es capaz de crear nada nuevo. Esta sentencia lo evidencia perfectamente:
(...) “La creatividad no tiene ninguna utilidad para nosotros, no tenemos ninguna necesidad de inventar nada. Somos alemanes. Somos sagrados. Somos perfectos, pero estamos muertos.”
Todos estos puntos y muchos otros en una lectura visionaria que, repito, fue escrita en 1937. Dudosamente con los aires que se movían por Europa en aquellos años previos al conflicto bélico que hizo tambalear el mundo, mucha gente le hizo mucho caso. De hecho, hasta unos cuarenta años más tarde no se descubrió que el autor de la novela, era de hecho, una mujer. Y esto todavía lo hace más reivindicativo porque que una mujer tenga que escribir bajo seudónimo masculino para ser tomada en serio siempre es motivo de tristeza y de reflexión.
La nit de l’esvàstica es una obra especial, bien narrada y a veces con tendencia a irse por las ramas y no hacer avanzar la escasa acción de los hechos. Pero es sobre todo una distopía de esas que te hacen reflexionar del mismo nivel que otros clásicos de la época porque es una metáfora sobre la búsqueda de la verdad y del conocimiento, y avisa de no caer en la red del populismo de las derechas totalitarias porque el día que pasen por encima... no habrá nada que hacer.
Eloi Puig
15/11/2023
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