Es muy extraño, casi antinatural, toparnos con una novela de fantasía épica escrita en catalán. Si la ciencia ficción catalana avanza a trompicones a través de la riada realista que es nuestra literatura, la fantasía parece navegar a contracorriente por una cascada. Y es que por desgracia la fantasía - y especialmente la fantasía épica-, este subgénero que mueve miles de fans y lectores por todo el mundo está poco trabajada por los autores catalanes y tan sólo observada de reojo por nuestras propias editoriales.
Sí que es cierto que Jaume Fuster escribió en su día la trilogía de L’illa de les tres taronges en una primera aproximación al género y que últimamente han salido autores que se han lanzado a autopublicarse aventuras épicas dado que las grandes (y pequeñas ) editoriales todavía les cuesta fijar la mirada a los creadores que devoraban a Tolkien de pequeños. En catalán los últimos años han aparecido algunas novedades como Castellnord de Jordi Tomás, o El paradís mort de los hermanos Ortuño (con un tono, creo, más oscuro), pero hoy toca hablar de una novela de corte completamente clásico escrita por Carles Vilar: La pedra de la llum (La piedra de la luz)
En la tierra de las piedras, el mundo de Korluith, sus habitantes llevan una piedra mágica en su interior. Se supone que cada piedra guía de forma espiritual los caminos de cada persona. Gnefuos es un joven brillante que sigue las enseñanzas de su difunto abuelo y se interesa por las runas, los libros antiguos y en definitiva la historia de la tierra de las piedras. Pero pronto se enzarzará en una aventura que le obligará a superarse, una viaje que le llevará conocer rincones de Korluith que hasta entonces sólo había imaginado, razas que sólo aparecían susurradas en antiguos libros o compañeros nobles y valientes que lo seguirán en una epopeya larga y peligrosa. Le acompañará un mago errante llamado Eranthur y todos juntos deberán descubrir cuál es el mal que afronta el mundo libre ahora que las sombras del sur se despiertan y los temibles dragones vuelven a sobrevolar las regiones.
Como se puede observar las premisas iniciales os serán muy conocidas: Viaje iniciático, superación, el bién contra un mal superior y parece que inalcanzable, objetos mágicos que llevan encima el destino de todo el mundo... Y es que Carlos Vilar no se esconde de nada: Ya en su presentación en una Ter-Cat mencionó su devoción por el maestro Tolkien y que en cierto modo la obra que había escrito era un homenaje. El autor ha creado un mundo de la nada y lo ha trabajado mucho, muchísimo: La historia, las leyendas, la geografía, la lengua, todo está pensado para asentar la base de una tierra rica y llena de maravillas. Realmente la faena con que ha elaborado la estructura de trasfondo es sorprendente y el resultado es que nos sentimos acompañados en todo momento de una base sólida con que afrontar la trama argumental que nos propone el autor. Incluso, al comienzo de cada capítulo tenemos narrada la historia de cómo nació este mundo de las piedras, de cómo los dioses crearon el universo. El autor nos muestra todos estos acontecimientos en párrafos de media página antes de cada capítulo, un poco al estilo de Sanderson en la trilogía del Imperio Final. Y es un buen recurso, todo hay que decirlo.
Ahora bien, si por un lado entiendo perfectamente la devoción que puede sentir el autor por Tolkien y comprendo que haya escrito una obra que quiera estar bajo la sombra de clásicos como El Señor de los anillos, lo que no comparto tanto es que el argumento siga tan de cerca la magna del profesor de Oxford. Y es que muchos de los personajes nos recuerdan demasiado a los que aparecen en El Señor de los anillos, muchos de los escenarios parecen directamente inspirados en Moria, Lothlórien o el mismo concilio de Elrond. La trama parece seguir los mismos pasos que nuestros conocidos hobbits cuando parten de la comarca. Incluso hay que viajar al corazón del territorio enemigo para conseguir un hito que acabará con el señor oscuro que azota los pueblos libres. Como curiosidad, los topónimos parecen escritos en sindarin al igual que en el mapa creado por Tolkien. Incluso me ha parecido vislumbrar que existirá una rivalidad similar a la de Legolas y Gimli con dos personajes secundarios de la novela que aparecen al final. Ah! Y Eranthur es Gandalf, sin duda.
Creo que ya que el autor ha trabajado tanto para construir un mundo creíble, para elaborar tanta riqueza, hubiera podido también crear una trama que no se pareciera tanto a la de El Señor de los anillos. Que es un homenaje? ¡Fantástico! Pero eso no quita que el lector se sienta incómodo con una historia que ya sabe hacia dónde va (al menos en este primer libro) y donde constantemente está redescubriendo escenas y personajes que ya conoce. Para hacer un símil cinematográfico podríamos hablar del episodio VII de Star Wars y ver claramente el homenaje pero pensar... "¿Era necesario que fuera tan parecido?"
Hablemos un poco del estilo del autor. Carlos Vilar, como decía, se ha sumergido en su historia con una prosa que pretende, sobre todo, mostrar al lector este nuevo mundo que ha creado, por lo tanto está cargada de descripciones, a menudo largas, y de travesías donde lo importante es ir describiendo las maravillas de su geografía. Esto por un lado confirma una base sólida pero por otra, en algunos capítulos, el ritmo se ralentiza demasiado especialmente porque ocurren pocos hechos loables ser descritos. Y eso que los pasajes que me han sorprendido más positivamente son algunos donde no ocurre prácticamente nada pero el autor ejerce con maestría el arte de insinuar y no mostrar. Creo que especialmente en los momentos de angustia en ciertas travesías subterráneas, Vilar ha escrito sus mejores páginas.
La prosa suele ser solemne, persiguiendo enaltecer a los personajes, o a las historias y leyendas antiguas y buscando un estilo trascendente y alejado de cualquier frivolidad. Y creo que en buena medida Vilar lo consigue, aunque a veces se rompa la magia en diálogos donde los tacos y las hablas chapuceras no encajan con este estilo que comentaba (por mucho que los personajes tengan derecho a hablar como quieran)
Creo que la labor que ha realizado el autor es muy loable: Volver a una fantasía épica de aires pretéritos alejada de insustancialidad que quiere centrarse en los orígenes y en el misticismo y separarse de las tendencias más actuales de nombres como Abercrombie o Martin que apuestan más fuerte por la brutalidad y donde los personajes tienen un trasfondo más gris, poseen gran carácter y son considerados más de antihéroes que no paladines de ninguna causa. Estas novelas, más seguidoras de Howard o Leiber que de Tolkien, serían una antítesis del carácter afable y noble que Tolkien, y ahora Vilar, pretende impregnar en sus obras.
En definitiva, agradezco a Carlos Vilar esta incursión (tan necesaria) a la fantasía épica en nuestra lengua. Le reconozco muchísimo la tarea creadora y divulgadora de esta Tierra de las piedras, pero me hubiera gustado más un punto más de originalidad en el texto para sorprenderme más en su lectura. Espero que la segunda parte se entretenga en explorar nuevos caminos y también a aprovechar más el legado de este primer volumen pues las bases establecidas en La pedra de la lum pueden señalar un camino muy prometedor si el autor encarrila bien la trama y evoluciona dinamizando un poco su prosa.
La edición (por cierto, muy buena) está complementada con ilustraciones de Pau Gasol Valls de gran calidad.
Eloi Puig, 13/09/2018
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