Borges. Un nombre íntimamente atado a la fantasía
latinoamericana, un nombre que evoca irremediablemente a Argentina.
Este nombre lo habíaoído, leído y escuchado
en varios medios, conversaciones y lecturas. Como tanto otros escritores
ilustres del pasado siglo XX, Borges todavía se me resistía
a llegarme a las manos.
Dicen que leer a Borges es difícil, que tiene una prosa
compleja, que transmite ideas densas pero que es un magnífico
escritor. Podría decir que estos trazos básicos y
simples que acabo de mencionar se aplican a la antología
de cuentos que componen El Aleph. Borges es un erudito que
escribe, un hombre que construye la literatura porque si bien algunos
de sus cuentos tienen estas facetas más densas de qué
hablábamos, lo que no se le puede reprochar al escritor es
que nos sumerge en la buena literatura. Cuando empezamos a leer
uno de sus cuentos no levantamos los ojos del texto hasta que ha
acabado. Quizás el relato nos habrá gustado más
o menos, quizás lo encontraremos original o poco imaginativo
pero sin duda habremos realizado un ejercicio intelectual y tendremos
una agradable sensación de bienestar por haber absorbido
literatura pura.
El Aleph es, según el mismo autor, una antología
de cuentos fantásticos, exceptuando algunos (aun cuando en
una ampliación de la antología que se hizo años
más tarde también se añadieron otras que en
mi entender tampoco entraban en la categoría de fantástico).
Esto pero, cuando menos es discutible. Se dice que Borges es uno
de los máximos representantes del Realismo Mágico,
un género de la fantasía que combina la cotidianidad
con la fantasía, muy cerca del que hoy conoceríamos
como mainstream o corriente general dónde las fronteras
del fantástico y de la realidad a veces son tan tenues, tan
vaporosas que sólo la interpretación de cada uno puede
decir realmente si nos encontramos con un cuento de fantasía
o de narrativa general. Curiosamente, la mayor parte de los cuentos
que me han gustado más de la antología son precisamente
los fantásticos.
Borges utiliza sus conocimientos literarios, históricos
y culturales en sus relatos, nos habla de mitos clásicos
con frecuencia (El inmortal, la casa de Asterión),
nos muestra aspectos filosóficos y religiosos en otros relato
(Los teólogos, La otra muerte, La escritura
del dios), siempre ofreciendo una visión personal que
pueda ilustrar el y en definitiva ofrece muchísimas referencias
bibliográficas a otros autores, a pensadores o a corrientes
filosóficas. Parece que deba mostrar su erudición
en cada obra. Este aspecto puede resultar embriagador: De una parte
tendremos cuentos con un transfondo muy interesante pero de otra
los encontraremos más pesados y densos, pero nunca faltos
de ritmo y de buena prosa. Borges experimenta con los antónimos,
con los pensamientos contrarios: los moldea y les da forma y más
de una vez acaba insinuando que estos vienen a ser lo mismo. También
plantea el individuo como un todo, jugando a este juego de los extremos
o antónimos que acontecen en una sola cosa. El mismo cuento
de El Aleph (posiblemente el mejor del libro) nos ofrece
esta premisa: Un lugar desde dónde es posible ver todos los
puntos del universo en el mismo momento, otra vez la controversia
entre el singular y el todo.
Otros cuentos que me han llamado especialmente la atención
son La casa de Asterión, El Zahir, La escritura
de dios (posiblemente uno de los más complejos y mejores
de la antología) y Deustches Requiem, que bordea ya
aquella frontera invisible entre el fantástico y la realidad.
Sin desmerecer los otros cuentos, debo decir que El inmortal también tiene una buena dosis de filosofía y fantasía
y que La otra muerte también es un buen ejemplo de
los trazos borgianos que comentaba anteriormente. El resto los considero
relatos cotidianos con quizás algún pincelada fantástica
o incluso sin ni una. De este segundo grupo no fantástico
destacaría sobre todo Historia del guerrero y de la cautiva.
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