Me encanta hablar de literatura. Si no fuera así no gestionaría esta web, no participaría en encuentros literarios y no estaría escribiendo estas líneas. Y hablar de literatura con personas que también les gusta hacerlo es un placer por duplicado. En estas conversaciones aportas y recibes mucha información y más de una vez sacas alguna novela nueva para leer que no habías tenido en cuenta. Otras veces descubres obras mientras hablas de otros autores.
Es el caso de José Saramago. En una comida inscrita en unas jornadas de cariz literario estaba hablando del particular estilo de Saramago a la hora de escribir sus novelas. El ejemplo más claro dentro de la ciencia-ficción es quizás su Ensayo sobre la ceguera. Este autor no acostumbra a utilizar los diálogos y toda su prosa se concentra en larguísimos párrafos donde no se diferencia los diálogos de los pensamientos o de la simple descripción de acontecimientos. Un buen conocedor del mundo de la literatura como es Marius Serra me puso otro ejemplo de novela de ciencia-ficción donde también el autor asimilaba algunos rasgos estilísticos de Saramago (o quizás es a la inversa, no importa). Este autor es Cormac McCarthy y la novela es La Carretera, que cuenta con el premio Pulitzer de este año. Me la recomendó en aquella misma comida y dicho y hecho, ahora estoy poniendo por escrito las sensaciones que me ha dejado.
Las comparaciones entre Ensayo sobre la ceguera y La carretera no son gratuitas: Tanto una como otra son novelas que tratan la ciencia-ficción bajo un punto de vista catastrofista o post-apocalíptica. Las dos tienen un estilo similar, -párrafos compactos, diálogos que expresan mucho más de lo que parecen o incluso el hecho de no llamar por el nombre a los personajes de la novela si no de despersonalizar este aspecto, quizás porque en el fondo no es importante- y las dos reflejan las emociones extremas de la condición humana.
La Carretera nos habla de la lucha desesperada de un padre y un hijo que caminan en dirección sur, buscando el calor, por una carretera interminable, rodeados de un paisaje sin color, gris, años después de una situación apocalíptica que ha destruido la civilización humana tal como la conocemos. La novela no nos explica la causa de la catástrofe, pero no importa, lo que realmente destaca la obra es el vínculo entre dos personas, su capacidad de superación a través de los sentimientos mutuos y la nueva visión de las cosas en un mundo prácticamente muerto. Es un ejercicio duro pero se me atrevería a decir que más realista que en otras novelas de temática parecida.
El viaje por la carretera les llevará una y vez y otra a la misma situación: Sólo queda lugar para buscar comida en un mundo que ya no los puede alimentar. No existen animales, ni cultivos. Paradójicamente los restos de esta humanidad que probablemente ha provocado la catástrofe son los únicos que todavía pueden mantenerlos vivos.
McCarthy nos propone una doble lucha: Contra la naturaleza, ahora representada por un frío extremo, por días sin Sol, por la búsqueda desesperada por encontrar comida o bebida; y contra el miedo, contra los restos de la civilización, hacia la gente que en estado extremo de necesidad es capaz de volcarse a la barbarie más salvaje; en definitiva una lucha, una batalla mental, contra la deshumanización.
El hombre y el hijo se tienen el uno en el otro. Ésta es su salvación. El niño es una metáfora sobre la propia conciencia del hombre. El pequeño impide que el hombre se vuelva tan salvaje como los otros. Al mismo tiempo, el hombre tiene la necesidad de proteger al niño, de garantizar su seguridad. Es una relación simbiótica, la necesidad mutua que puede salvarlos, que puede hacerles intentar vencer en las dos luchas que mencionaba anteriormente.
Esta relación padre-hijo es probablemente lo mejor de la obra de McCarthy. Los diálogos que mantienen los dos personajes son cortos y directos, muy duros en ocasiones. Con pocas palabras el autor nos deja claro el estado de ánimo y las esperanzas de futuro de ambos. Con algunas palabras monosilábicas tenemos sufiente para comprenderlo todo.
La carretera pues, es un viaje crudo y sin esperanza pero que hace emerger lo mejor de lo que el hombre puede dar de sí mismo. Pero si me gusta especialmente la novela es también por la falta total de moraleja, - a no ser que la necesitamos encontrar nosotros mismos-. La novela no pretende aleccionar para evitar un mal futuro, sólo quiere mostrar sentimientos y personajes desnudos, quizás para explorar su comportamiento o simplemente como excusa para hacer buena literatura.
Eloi Puig, 25/10/07
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