Una vez más hay que agradecer a la editorial Pagès que nos ofrezca una traducción al catalán de una obra de ciencia-ficción que no tiene previsto convertirse en un best-seller, o sea que no se vende sola si no que hay que ir a comprarla expresamente. El riesgo de ofrecer un producto así en el mundo de la ciencia-ficción es grande pero nos impulsa a creer que quizás algún día podamos alcanzar el mismo nivel de traducciones de obras de esta temática que en cualquier otro idioma. En esta ocasión tenemos ante nosotros la segunda traducción al catalán, realizada en ambos casos por Eduard Castanyo, de una obra de Ian Watson.
Si una cosa me ha quedado clara de ésta autor es que no engaña al lector, o al menos no demasiado. Ya en su prólogo, escrito expresamente por la edición catalana de la novela, nos avisa de que ha colaborado con Stanley Kubrick en el guión de la película I.A y que ha escogido la visión del director a la hora de estructurar su novela.
Bien, esta afirmación de principios trasladada al papel significa 113 capítulos muy cortos que imitan -o podrían imitar- las escenas de una hipotética película. Pero vamos paso a paso: Que el autor se haya decantado por ofrecernos capítulos breves o muy breves no significa que la obra no pueda tener interés, al contrario: Este hecho propicia que la lectura del libro alcance velocidades increíbles... total -piensas-, el próximo capítulo sólo tiene dos páginas... leámoslo ahora.
Clara es una experta en inteligencia artificial. Acompañada de su amante, Jack, realizarán un viaje al desierto de Arizona para participar en un congreso y visitar unas instalaciones donde se está fabricando el primer ordenador cuántico del mundo. Pero las cosas se torcerán cuando diversas facciones entran en juego para conseguir el ordenador y cuando un gurú loco que promulga una nueva religión basada en el sexo libre se interese por Clara.
Watson tuvo una idea muy interesante pero creo que no supo como desarrollarla en una novela; quizás hubiera sido mejor integrada en un cuento o una novela corta. Su solución fue crear un conjunto de escenarios donde ambientar esta idea y tratar de hacer pasar un rato entretenido al lector. Y hasta aquí lo consigue. La lástima es que el escenario, el envoltorio de la idea resulta poco estimulante para el lector y éste además, parece diseñado sólo como plataforma donde se desarrollan una serie de escenas de acción que más tarde se quieran insertar en un film.
El autor es capaz de mezclar elementos de física cuántica, de inteligencia artificial y de universos paralelos bajo una sola premisa: Si se construyera un ordenador cuántico, el cual para resolver las órdenes que se le han dado utilizara universos alternativos, resolvería cualquier operación -incluyendo encriptaciones- en cuestión de segundos. Además se convertiría en consciente de sí mismo. En este sentido, Watson postula teorías muy particulares sobre la autoconciencia del cerebro o la semblanza de funcionamiento que puede haber entre el funcionamiento de éste y un ordenador cuántico.
Watson sin embargo no se moja demasiado con estas propuestas... las deja sobre la mesa y hace que sus personajes jueguen con ella pero sin tocarlas realmente -excepto en el capítulo 46 cuando Clara experimenta en propia piel el funcionamiento de una caja de Schrödinger-. Estos personajes se convierten en una excusa para que protagonicen persecuciones, secuestros y tiroteos diversos mientras las propuestas, las ideas, envejecen sobre la mesa y en el fondo de nuestras mentes esperando que el autor les dedique un poco de atención. Todo ello para llegar a un final caótico que cierra la novela correctamente pero que nos frusta un poco las expectativas creadas al principio de ésta.
Tenemos que tener claro que cualquier buena idea hace falta ser apoyada por unos personajes interesantes, unos buenos escenarios y un trabajado argumento de trasfondo. El autor inglés lo intenta pero creo que se le escapa de las manos y a menudo tenemos la sensación que a pesar de la increíble rapidez en que se lee la novela, ésta posee un buen grueso de “paja”, de capítulos que aunque cortos sólo están para llenar páginas.
A Watson el tema de los universos paralelos parece que le gusta y le tengo que reconocer un buen intento de explicarlos de forma más o menos científica pero le falta la visión especuladora hard que un Greg Egan puede aportar o la elegancia y la ironía de un planteamiento más soft como el de Frederic Brown en Universo de Locos para conseguir una obra redonda. Una novela, pues, recomendable para los aficionados a las teorías de los universos infinitos donde encontrarán diversión y especulación, pero no a partes iguales.
Eloi Puig, 26/09/07
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