Que una novela de ciencia ficción esté ambientada en África es ya de por sí un hecho extraordinario. Quizás todos tenemos en mente alguna que otra película del director sudafricano Neill Blomkamp (Chapie, Distrito 9) pero esto son muestras cinematográficas que se salen de lo habitual. Y en cuanto a la literatura, si hago un repaso mental rapidito, dejando a un lado aportaciones recientes como Bioko de Marc Pastor o la traducción de Kirinyaga de Mike Resnick (que estrictamente hablando tampoco ocurre exactamente en África), la última vez que recuerdo haber leído una trama de ciencia ficción ubicada en el sur de Europa fue con la Trilogía ciberpunk de George E. A Effinger. O hablando ya de clásicos podríamos añadir El mundo de cristal de J.G. Ballard. Y de eso hace... mucho.
Pero nos acaba de llegar, como una especie tormenta tropical atronadora, esta propuesta repleta de ideas y escrita por Tade Thompson, una novela que transcurre en Nigeria pero que tiene un radio de afectación mucho mayor de lo que parece a priori. El autor inglés (de raíces nigerianas) ha planteado una novela muy diferente a lo que estamos acostumbrados y lo cierto es que el resultado es muy, muy notable.
Empecemos por el principio: Rosalera es una historia que combina con precisión decenas de ideas de última generación en torno a los contactos extraterrestres o el desarrollo de poderes mentales, pasando de reojo por la manipulación genética o incluso por la especulación política... y más aún. La ambientación es bastante realista, sólo rota por los muchos elementos de estética ciperpunk que pueblan la novela entre los que destacan la interacción con la xenosfera (de la que hablaré a continuación)
Nos encuentran en un futuro cercano (mediados del siglo XXI) y la población mundial ha asumido que los extraterrestres existen. Básicamente porque han aterrizado, en un primer momento en el Hyde Park de Londres pero luego parece que en una zona cercana a la capital de Nigeria, Lagos. Han pasado ya varios años de eso y en la actualidad la bóveda que apareció en Lagos protegiendo no se sabe muy bien qué se ha visto rodeada por miles de personas que lea envuelven desesperadas para recibir la curación anual. Sí, una vez al año la cúpula se entreabre y cientos, miles de personas contemplan como por arte de magia la mayoría de sus dolencias desaparecen. Esta ciudad que surge de la nada para postrarse delante del extremo poder que irradia la tecnología alienígena se llama Rosalera (Rosewater, en el original)
En paralelo, sin embargo, la llegada de los misteriosos alienígenas ha desplegado una red invisible de comunicación llamada xenosfera, un espacio donde telépatas humanos (también llamados sensibles) pueden sumergirse en él de forma casi constante. La xenosfera es un espacio de intercambio y de exploración pero también un medio desde donde los ataques telepáticos de los humanos pueden desarmar a la gente normal, como si fueran súper-héroes de cómic. Para que nos hagamos una idea, uno de los trabajos donde contratan sensibles es en los bancos para que sus pensamientos saturen la xenosfera y los atacantes no puedan acceder a datos bancarios delicadas. Es una idea que me atrae mucho (y que ya descubrí en un formato similar en un clásico de la altura de El hombre demolido de Alfred Bester)
Kaaro, nuestro protagonista es mucho más que un sensible, es una persona que desde muy pequeño ha vivido bajo la sombra de Rosalera. Actualmente trabaja de cortafuegos telepático pero también colabora con el servicio secreto nigeriano. Es uno de los mejores activos sensibles que posee el gobierno nigeriano. Su talante, sin embargo, es la antítesis de un héroe: Está cansado de esta vida, no tiene interés por su trabajo, ni siquiera para las aperturas anuales de la cúpula. Arrastra un pasado duro que podremos descubrir poco a poco gracias a que el autor nos intercala capítulos donde Kaaro recuerda cómo empezó su carrera como sensible, su pasado de ladrón y como no, su reclutamiento forzoso para servir a su país.
Hay que decir que esta combinación entre presente y pasado que cambia prácticamente en cada capítulo es un tipo de estructura que en general apruebo y me hace sentir a gusto pero que en este caso particular me ha roto un poco los esquemas y en alguna ocasión me ha hecho perder ligeramente el hilo. Los capítulos son en general cortos y el constante cambio de escenario me ha agobiado un poco. Quizás porque como lector quería saber cómo continuaba la trama y los cliffhangers que Thomson iba dejando y el hecho de intercalar dos tramas me dejaba siempre poco satisfecho.
A Kaaro le acompañarán personajes muy dispares, desde su jefa directa dentro de la estructura del servicio de espionaje nigeriano o su novia que son personajes interesantes aunque comunes, a otros que nos harán levantar la ceja y nos dejarán sin palabras (como Layi) preguntándonos si el autor es un genio o nos está engatusando.
Un hecho curioso es que la novela no esconde en ningún momento que la verdadera meta del libro es presentarnos un contacto extraterrestre pero curiosamente durante buena parte de la novela del autor enfoca mucho más la atención en Kaaro y la xenosfera que en analizar porque han venido los alienígenas y qué pretenden. Los poderes mentales derivados de este espacio invisible creado por los recién llegados, esta xenosfera inmensa que abarca todo el planeta es el principal referente que tendremos sobre la tecnología extraterrestre. Thomson nos sitúa in media res al principio del libro y de vez en cuando nos suelta información determinante sobre diferentes razas o seres que al parecer se escaparon en el pasado y que conviven (o malviven) entre la población. Sí, a la mente nos viene sin pretenderlo dicha película Distrito 9, no lo podemos evitar, pero aquí, repito, el autor hace esfuerzos para no hablar de los extraterrestres y dejar que el lector se pregunte constantemente que pasar o cómo se ha llegado a la situación actual.
Es quizá sólo al final que Thomson apiada de nosotros y nos narra muchos hechos, y semi conclusiones, sin embargo de forma demasiado compactada. Desde el estado de la geopolítica actual donde naciones como EEUU han literalmente desaparecido del escenario mundial a resolver los planteamientos iniciales sobre la razón del porqué de la cúpula o de la llegada de los alienígenas. Pero no todo queda explicado, cerrado. Hay puntos que me han dejado más sorprendido todavía pero también con un mal sabor por no poder comprenderlos debidamente (como todo lo referente sobre la ciudad fantasma de Lijad), que espero se resuelva más adelante, en las próximas entregas.
Rosalera, esta ciudad creada desde cero con barracas y chatarra que ha ido creciendo alrededor de una cúpula sanadora es el punto inicial desde donde Tade Thomson ha lanzado a conquistar un espacio que había quedado un poco en el olvido en la actual ciencia ficción: la del contacto y / o invasión extraterrestre. Y lo está haciendo por la puerta grande porqué la novela tiene números para convertirse en una obra imparable si el autor es capaz de mantener el nivel en las próximas partes de la historia.
No lo había dicho (la editorial lo ha omitido) pero Rosalera es el inicio de una saga de tres libros, la llamada Wormwood trilogy o lo que podría traducirse como "Trilogía del Ajenjo” (o Absenta). Esperamos que el autor no tarde demasiado en concluir porqué nos ha dejado con la miel en los labios.
Eloi Puig,
15/04/2019
|