El problema de algunas obras clásicas
es que las has visto tantas veces en adaptaciones cinematográficas
o en otro medios que pierdes el interés en el origen, en
la raíz. En este caso, la novela que Mary W. Shelley escribió
hace casi doscientos años es un claro ejemplo.
Dicen que todo empezó en una noche de
tormenta en una cabaña alpina, en Suiza, donde un grupo de
amigos se resguardaban del frío y la lluvia. Este grupo de
personas no eran unos cualquiera: había por ejemplo Lord
Byron, su amigo Percy Shelley y la esposa de este, Mary W. Shelley.
Alguien propuso que cada uno podría crear una historia de
fantasmas por pasar el rato, a ver quien la hacía más
terrorífica. Parece que la apuesta no prosperó una
vez el buen tiempo volvió pero la señora Shelley se
lo cogió al pie de la letra y escribió una novela
titulada Frankenstesin o el moderno Prometeo.
Un clásico, sin duda, y más si
nos miramos la fecha de publicación orginal: 1818. Qué
se debe decir de un clásico? Cómo un texto, una novela
se puede convertir en un clásico? Por sus características
literarias? Por aclamación popular? Con la ayuda de otros
medios, cono el cine? (la caracterización que le hizo la
Universal lo acompañó siempre, mirad sino la portada)
Por su antigüedad? Son preguntas retóricas, ya lo se.
La respuesta no es fácil. Además, Shelley quiso escribir
una novela de terror y podríamos afirmar que le salió
una de las primeras novelas de ciencia ficción de la historia.
Que Mary W. Shelley fuera una mujer tiene una
vital importancia: No era muy bien visto a la época que una
mujer respetable escribiera historias que atentaban contra la moral
del pueblo y contra la misma iglesia cristiana. El libro fue publicado
al 1818 pero ella misma realizó una revisión el 1831,
más matizada para dejar su nombre en más buena consideración.
La edición que he leído yo es la de 1818 -por suerte-.
En todo caso, hoy en día, Frankenstein
es un mito. Sea como sea, a través del medio que sea, quien
más quien menos conoce el monstruo de... ¿Frankenstein?
Uno de los hechos más curiosos de este mito es que la mayor
parte de la gente confunde el nombre del doctor, del creador, con
el monstruo. Porque Frankenstein es el apellido del Prometeo que
da lugar al título de la obra de Shelley, del científico
que abandonando sus creencias religioses y éticas se deja
guiar por la ciencia por crear vida de la muerte, por jugar a ser
Dios. Este, quizás es el tema principal de la novela: La
capacidad del hombre para hacer el papel de creador, de Dios, tal
como lo hizo Prometeo en la mitología griega otorgando al
hombre el fuego, la vida... y siendo castigado por los Dioses por
su osadía.
Shelley imita a Prometeo a su manera, Frankenstein
crea un monstruo y lo hace por la vía de métodos científicos
(que la buena de Shelley no se atreve ni a explicar). Pero este
punto, creo que es primordial porqué en mayor o menor medida
especula sobre como la ciencia puede lograr nuevos hitos y por lo
tanto realizando literatura de ciencia ficción, aun cuando
lo más seguro es que la autora sólo pretendiera asustar
un poco a sus lectores. La cuestión es que el creador abandona
el monstruo a su suerte y este aprende a espabilarse por su cuenta
y a tener conciencia de si mismo.
La autora tiene una prosa fluida pero se abandona
demasiado en una historia de virtudes y gestos muy honorables (me
atrevo a decir que influenciada por los poetas románticos
de su entorno, su mismo marido por ejemplo). Así, la historia
avanza como una tragedia griega, con continuos arrepentimientos,
quejas ante del destino y otras formas literarias que retardan la
narración, por otra parte más que buena. La autora
tiene una idea original pero la explota de forma desigual, intercalando
pasajes que no aportan casi nada a la obra (el viaje del protagonista
a Escocia, por ejemplo) con otros de magníficos (las conversaciones
entre Frankenstein y su creación). Pero los dilemas éticos
y morales y las depresiones mentales de nuestro científico
pueden resultar repetitivas. Debemos tener claro, pero, la época
en que fue escrita y el estilo de entonces. Otra cosa que me ha
llamado la atención es la poca descripción física
que se hace del monstruo... puesto que básicamente es "robusto",
"ágil" y "muy feo". Creo que aquí,
Shelley pecó de conservadora y no se quiso mojar demasiado
en describirnos sus malformaciones. En cambio, la visualiación
de los paisajes de Suiza, Francia o Escocia es muy detallada. Otro
de los contrastes curiosos.
Pero dejando a un lado estas diferencias y la
prosa virtuosa de la novelista -sólo hace falta ver como
habla el monstruo-, Shelley pasará a la historia como una
mujer que quiso escribir una historia de terror sobrenatural y le
salió una novela que atenta contra muchos de los valores
de la época pero que todavía hoy -y aquí está
su grandeza- nos hace pensar a todos sobre la vida y la muerte,
sobre la gentileza y la ira, sobre el poder de crear de la nada
y dar forma a aquello que es inerte... seguramente un preludio de
las novelas sobre inteligencia artificial.
Así pues qué es Frankenstein?
Pues, una idea, un drama metafísico, un referente filosófico
sobre la vida, una oportunidad de meditar sobre la ciencia y la
ética, una novela amable de terror, la primera novela de
Ciencia ficción...un clásico.
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