El cuarto número de Miasma nos ofrece por primera vez una cubierta original que le da más personalidad al fanzine, en este caso realizada por Gustavo Rico y presenta la acostumbrada selección de relatos de temática fantástica, tres poemas y un ensayo sobre ciertos aspectos de la obra de Lovecraft.
El nivel medio de los relatos ha subido y si no me equivoco ha alcanzado la mejor nota -según mi particular criterio- de los 5 números publicados hasta ahora (incluyendo la recopilación en catalán). Pero a diferencia de números anteriores, no hay ningún relato que destaque sobre el resto, ninguna obra que sobresalga.
Sí que querría empezar mencionando los que me han parecido más redondos, sea por su coherencia argumental o por su prosa más elaborada. El reloj, de Gabriel Norton es un relato de viajes en el tiempo bastante entretenido. No aporta nada de nuevo al género pero explota los recursos de esta temática de forma efectiva. La Herencia, de Alejandro Galland es un cuento de terror sobrenatural de factura clásica, bien acabado y con momentos muy buenos. Una prosa elaborada y un argumento más redondo destacan de este cuento, si los comparamos por ejemplo con el que presentó en el Miasma-1 (Entre la tarde y el amanecer)
También me han gustado bastantes Tabla rasa y Hamelin, dos cuentos radicalmente diferentes, tanto por temática como por el estilo de sus autores. El primero es un relato efectista, donde se nos muestra un hombre que despierta con amnesia; la solución de la enigma es lo que nos hace estar atentos a ésta relato de ciencia-ficción. El segundo, en cambio, nos traslada mediante probablemente la mejor prosa de esta antología a una historia que se mueve al umbral de la fantasía y el mundo onírico, narrado con bastante maestría, nos ofrece un abanico de sensaciones. No parece que el autor pretenda explicar los porqués de la historia pero hubiera estado bien que hubiera incidido un poco más en este aspecto.
Néctar para Lumbricus es una narración que sólo le falta uno cosa: un final más sorprendente y mejor ligado ya que la narración en sí es muy buena. Combina la intriga policíaca con un final de terror sutil. Una historia que destaca más por la prosa que por su argumento. Un cuento largo que presenta pocos elementos fantásticos y que podría meterse fácilmente en otros géneros.
Y finalmente Descomposición en primera persona es una narración densa que acaba resultando demasiado dificultosa de digerir. Probablemente era la intención del autor, al describir la descomposición del cuerpo de uno mismo, pero creo que la excesiva condensación de adjetivos y de procesos lastran el relato.
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