¡Leiber! ¡Siempre Leiber! No puedo
evitar que este buen hombre me caiga bien. No puedo evitar rendirme
ante su prosa de la misma manera que necesito argumentos para defenderlo
en otros aspectos de su obra.
Leiber es un gran escritor pero que no siempre
es capaz de llegar al lector. Una persona capaz de crear una obra
como Nuestra señora de las tinieblas y quedarse tan
fresco tiene que ser un genio o un insentato. Porque esta novela
es amena de leer pero compleja de asimilar.
Nos plantea un argumento oscuro, inquietante,
con personajes bien construidos pero que parece que no encajen en
una obra de fantasía. El libro se basa en las insinuaciones
constantes, al inspirar un terror al desconocido sin mostrarlo abiertamente.
En este sentido el autor hace un homenaje clarísimo a Lovecraft y a los autores de terror que trabajan más la insinuación
que la descripión de el Horror físico, que se mueven
entre la poesía del miedo y las sensaciones que nos aporta
nuestra propia imaginación. Leiber es un erudito. A las continúas
referencias literarias a Lovecraft o Poe,
se le tienen que sumar sus conocimientos de los clásicos,
de historia etc y eso nos da una obra culta, refinada, pero con
una argumentación poco trabajada.
El argumento es sencillo pero sus repercusions
complejas: Tenemos nuestro protagonista Franz que observa con unos
prismáticos una figura extraña bailando en una de
las colinas de San Francisco. La figura lo atrae lo suficiente como
para ir a investigar sobre ella. A partir de aquí y en sólo
un par de días, Franz se ve inmerso en una vorágine
de insinuaciones fantásticas que lo llevan a estudiar libros
perdidos y secretos, mitología popular y a descubrir la ciencia
oculta de la megapolisomancia, que establece que las entidades paranormales
existen en las grandes ciudades. El hecho de ligar estas ciencias
ocultas con personajes escritores como Lovecraft, Smith o Jack London
da un aire más morboso a la imaginación del autor.
Leiber realiza un homenaje a lo oculto, a todo
aquello cotidiano que tenemos a nuestro alrededor pero que no hacemos
caso, a los rincones oscuros de los edificios, al mar de tejados
de las ciudades, a la esencia misma de éstas. Todo eso a
través de una prosa que combina los hechos cotidianos de
los protagonistas con el terror sutil. Muchas partes del libro (sobre
todo hacia el final) provocan un efecto hipnótico en el lector.
Aquel miedo insinuado con pocas palabras, su manera de hacernos
partícipes de las sensaciones del protagonista, demuestran
una vez más que Leiber es uno de los grandes; sin embargo
vuelve a evidenciar que no sabe llegar al lector de forma sencilla,
ya que la obra es una fantasía adulta donde no todos estamos
invitados. Soy el primero al reconocer que sus argumentos podrían
ser más redondos porque la historia es simple pero Leiber
la hace compleja de manera que acabamos por preguntarnos si hemos
entendido bien lo que el autor nos propone.
En definitiva, un libro que por su calidad
literaria no puedes dejar de leer pero donde el autor no es capaz
de alcanzar la complicidad que el lector busca. Sin embargo, sólo
para disfrutar de la prosa del autor en las páginas donde
se insinúa el miedo, ya vale la pena.
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