A finales del 2008 nació un proyecto muy interesante de revista: Calabazas en el trastero. Se trata de una publicación creada por Saco de huesos Ediciones y La Biblioteca Fosca que recoge cuentos de terror y fantásticos agrupados por una temática definitoria. Por ejemplo, el volumen que nos ocupa está dedicado a los entierros, y los que han ido saliendo después a las arañas o las tijeras - también ha salido un especial dedicado a Poe-. El próximo julio aparecerá el número 4 de la colección dedicado a los cuentos orientales.
Este primer volumen, Entierros, es irregular pero encontramos algunas joyas que evidencian el buen momento de algunos autores. Aunque el nivel en las tramas argumentales es muy variable, sí quisiera destacar que a nivel literario, los cuentos tienen un calidad destacable.
El primer relato es "El tratado de Michael Ranft” (Miguel Puente Molins) no es un gran cuento para empezar la antología. Juega un poco con los miedos y estereotipos asociados a lo que ocurre después de que un muerto sea enterrado. Pero insufla pocas dosis de terror y se queda en poco más que una idea interesante.
Seguidamente encontramos "Certificado de defunción" de Manuel Osuna, un cuento muy entretenido y muy bien desarrollado. Quizá peca de situaciones forzadas y de que el lector enseguida adivina como acabará, pero eso no le quita que resulte entrañable. La trama gira alrededor de un sepulturero que debe cumplir un encargo a horas intempestivas. Un accidente en el camino le cambiará la vida.
"De cómo el señor alcalde Acude al debate nocturno de Buddy" está escrito por Juan de Dios Garduño y es un encuentro con la muerte apoyado por el humor negro. Tiene buen ritmo y se lee bien e incluye una sorpresa final pero no lo suficiente significativa como para alabar la trama.
Un cuento muy interesante es "Todo es empezar" de Pedro Escuredo donde se relatan las primeras horas de trabajo de un nuevo enterrador. Su sencillez es quizás su mejor presentación.
Jorge Mulero es el autor de "La procesión de las plañideras", uno de los cuentos más fantásticos del libro. No me ha convencido la trama pero sí las formas que casi se acercan a la vertiente poética. Por lo menos es corto y como decía se deja leer aunque no quede demasiado claro su mensaje.
Empezamos a hablar de cuentos realmente buenos con "El cruce de la música" de Francisco Jesús Franco. Un notable relato narrado en segunda persona, muy vivo y directo. Un cuento que explica el proceso de secuestro y posterior entierro de unas chicas a manos de un fanático. En el fondo no importa el motivo macabra del ritual que persigue el secuestrador si no disfrutar de la intensidad de su monólogo.
El mejores relato de la antología nos llegó de manos de José María Tamparillas y es "Cosecha de huesos". Un magnífico retrato de la vida rural en una España profunda cargada de supersticiones -totalmente fundadas por otra parte- y de tradiciones extrañas entorno al entierro de suicidas. Me ha dejado una muy buena sensación que combinado con la mencionada ambientación y el lenguaje cuidado le otorgan un excelente.
Por el contrario, "No somos nadie" (Laura Luna) a pesar de tener un lenguaje directo y bastante cotundente, sufre de trama insulsa y no despierta demasiado interés.
Casi lo mismo puedo decir de "Moroaica" de Juan José Hidalgo, "Y evitar los malos pensamientos" (Manuel Mije) y "Una tumba vacía" (Juan Ángel Laguna) con argumentos que a priori invitaban a pensar en más pero que quedan un poco cojos.
Por suerte los últimos cuentos de entierros retornan al buen camino. Por un lado, el único autor que conocía anteriormente, Nacho Becerril, nos propone a "Y llorar por tí" una historia angustiosa sobre un enterrado en vida y su lucha física y piscológica para huir de la tumba. Una historia que se merece un notable alto, y por otra parte Sergio Mars nos adentra en la curiosa faena de un enterrador de pueblo a "Es mi trabajo". Un tratamiento original en los posteriores momentos después de la muerte de un aldeano. Buena también.
Un volumen pues, como decía, un tanto irregular - como todas las antologías por otra parte-pero donde se evidencian las ganas de los recopiladores para ofrecer buenas historias tratando el tema de los entierros y la muerte desde perspectives muy diferentes. Y eso es un valor añadido para que los relatos no se volvieran repetitivos.
Espero tener ocasión de leer más números de Calabazas en el trastero
Eloi Puig, 10/04/10
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