Hasta ahora, sólo había leído una novela de Ismael Martínez Biurrun y fue Un minuto antes de la oscuridad hace unos cinco años. Entonces me dije a mí mismo que le seguiría mucho más la pista ... pero no ha sido así. Y ahora me arrepiento. Releyendo la reseña de entonces comenté que me encantaba el título y la portada. Curiosamente ahora no tanto. El título lo encuentro poco definido y ambiguo pero especialmente la portada es demasiado oscura y sigo sin entender qué pinta lo que parece un parking en esta historia. Ya está, ya he soltado todo lo que me parece negativo de Sigilo, la última novela de Ismael M. Biurrun. ¿El resto? Una genialidad.
Cuando te das cuenta que una novela te atrapa desde el primer capítulo, cuando notas que el autor no describe simplemente una serie de sucesos, sino que te hace partícipe de ellos a través de una prosa elaborada o de una trama que te conmueve, ya sabes que esa historia será muy buena, que aquellos personajes te los harás un poco tuyos o que los momentos de intensidad te harán temblar con alguna emoción... la que sea. Ya sabes también que la novela no te durará nada. Dos días a mí.
Sigilo es una novela estructurada en tres tramas que relata un drama familiar que se arrastra desde hace décadas y que el autor nos traslada de forma milimétrica y casi perfecta. Cada una de ellas nos presenta a un miembro de una familia los cuales se verán inmersos en una historia tétrica, inquietante y perturbadora; El lector podrá saborear escenas de terror claustrofóbico, de fantasmas esquivos, de rituales sobrenaturales, de sectas autodestructivas... pero todo ello atado con una argumentación coherente que nos permite imaginar imágenes poderosísimas que nos estremecerán o al menos nos dejarán boquiabiertos ante su lectura.
Tenemos a la señora Claudia, viuda y con ciertas limitaciones físicas, cuidada pacientemente por una chica dominicana. Claudia ve a su marido muerto de vez en cuando, paseando por la casa de forma huidiza, fantasmal. Se ha acostumbrado. La gente a la que lo cuenta le sonríe afablemente pero piensan que no está demasiado bien de la cabeza, pobrecita. Pero Magaly, su asistenta, proviene de una cultura rica con este tipo de tradiciones y supersticiones y posee una mente más abierta a fenómenos inexplicables que tienen que ver con el más allá. Y tendrá una opinión diferente al respecto.
Andrés, el hijo pequeño de Claudia, es un chico tranquilo que ha decidido extorsionar a un magnate que va sobrado de dinero. No ha sido del todo un acto impulsivo pero tiene razones para hacerlo. Pero claro, los planes nunca salen como uno había pensado y el temporal que azota el País Valencià esos días será el desencadenante de una tragedia que nadie esperaba.
No nos olvidemos de Fede, el hermano mayor, que medio malvive trabajando como vigilante de seguridad por Benidorn, tiene novia (más o menos) y está harto de su familia a quien considera en cierto modo unos perdedores. Tiene sueños de grandeza naturalmente, quiere alcanzar alguna meta en la vida, tal vez cambiar la mierda de trabajo que tiene, quizás marcharse lejos, escapar. Un día le ofrecen una oferta que no puede rechazar: una cantidad ingente de dinero a cambio de hacer la vista gorda cuando un extraño grupo suba a la azotea del enorme edificio que está vigilando y que se demolerá en breve.
Tres historias, tres tramas que se irán complementando entre ellas, a veces por medio de flashbacks al pasado, a veces simplemente enlazándose con los pequeños grandes sufrimientos de los otros miembros de la familia. Pero Biurrun teje, como decía, un argumento no sólo coherente sino plenamente inquietante y de máxima tensión en diversos momentos; hay escenas que te hielan la sangre y que te desbocan la imaginación. El pasado de la familia los destripará las entrañas a los tres y juntos tendrán que sufrir de una manera u otra aunque siempre desde perspectivas y escenarios diferentes: Una habitación oscura con dibujos arcanos en el suelo, un edificio al que sólo le queda el esqueleto de la estructura y resta bajo la mirada de quien quiere hacer un mal terrible o una tumba viva que desespera a sus ocupantes.
Biurrun adereza las páginas con dosis de terror pero sin abusar, solo mostrando aquello que es imprescindible y sólo ofreciendo escenas de gran impacto cuando es necesario, cuando el lector las necesita. El resto de la novela no es vacía, sin embargo, las páginas se suceden escritas de forma admirable e incluso una vez la has terminado, tienes la sensación de que se te ha escapado algún detalle relevante. No te importaría volver a empezarlo y saborearlo de nuevo.
Una novela corta que roza el excelente y que vuelve a evidenciar la necesidad de que los lectores tenemos de buenas historias que se pueden arreglar en poco más de 200 páginas. En este sentido, el trabajo que está haciendo Runas con su colección de tapa dura y novelas breves es encomiable. Y Sigilo no es una excepción
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Eloi Puig
02/10/2019
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