Sauce ciego, mujer dormida
 
     
 
 
 
 

EL SALZE CEC I LA DONA ADORMIDA
Blind wilow, sleeping woman
(2006)

Haruki Murakami

Editorial:
Empúries
(2006)


Colección:
Narrativa

Núm:
316

Páginas:
351


Otras ediciones:

ESPAÑOL:
2008. Tusquets editores, Andanzas


 
     
Sauce ciego, mujer dormida

Dicen que dentro de unos centenares de años sólo sobrevivirán dos géneros musicales: La música clásica y el jazz, quizás por este motivo por las cubiertas y salas de la nave Enterprise de Star Trek, sólo sonaban estos géneros y no otros de populares hoy día como el pop o el rock... pero eso ahora no viene al caso.

A Haruki Murakami le gusta el jazz, se nota en cada página que lees de los cuentos recogidos en Sauce ciego, mujer dormida. Muchos de estos relatos tienen algún elemento jazzístico que a pesar de no ser protagonista en la trama, sí que da idea de algunos de los gustos del autor. A mí el jazz no me acaba de motivar, prefiero una forma más antigua de expresión musical como el blues. Me gusta el blues por la continuidad en el ritmo y porque la letra, las voces, pueden improvisar sobre una base sólida. El jazz en cambio llega y se marcha sin decir nada... te lo hace pasar muy bien durante un rato pero no persigue un objetivo concreto, te explica una historia de forma magnífica pero ésta no te queda retenida, no llevas el ritmo en la cabeza. Eso es lo que me pasa con la obra corta de Murakami -el caso de la novela Kakfa en la orilla es algo diferente-: Me deleito con su prosa, con su capacidad de mantener el interés por la narración, pero me desagrada la facilidad en que sus historias se te marchan de la cabeza, como si nunca hubieran existido, como una interpretación improvisada de jazz que no ha quedado recogida en ninguna partitura.

Los cuentos presentados aquí por Murakami son de un eclectismo total: Tanto nos encontramos con relatos con un sentido del costumbrismo y de la vida diaria extremos como otros que juegan claramente con el realismo mágico. Muchos de ellos tienen una temática de trasfondo parecido con tramas que exploran la soledad, las relaciones de parejas, los silencios, el tratamiento del sexo... Y todas ellas tienen en común que parecen más expresiones del pensamiento de Murakami sin un hito definido, como si el autor le viniera a la mente una historia y no supiera como cerrarla, como acabarla. Obviamente no es una regla que podamos aplicar al 100% de los cuentos de la recopilación pero sí a la mayoría de ellos. Murakami habla mediante metáforas y sutilezas varias, los cuentos te atrapan desde el comienzo pero el autor no se digna a decir las cosas por su nombre y no le gusta dejar entrever sus mensajes de manera que a menudo acabas por no entender su significado. Unos mensajes que a menudo pueden ser interpretados de múltiples maneras y que en todo caso es el lector el que decide como hacerlo o si hacerlo. Un servidor como lector se ha decantado más por la segunda opción y dejar de intentar escudriñar todo aquello que no ha entendido.

Obviamente hay también cuentos destacables que salen de esta definición: Desde el inverosímil - y divertidísimo- "El cuento de la tía pobre", pasando por "El mono de Shinagawa" -uno de los mejor cerrados- o el sugerente "Los cangrejos". Los dos primeros los destaco también como claros ejemplos de realismo mágico y el último, a pesar de ser uno de aquellos relatos que hay que volver a leer porque te parece haberte olvidado de algún hecho importante, porque te deja en un estado de reflexión absoluta.

Eso sí: Leer a Murakami es una revolución sensitiva. En todos los cuentos encontramos una intensidad en los sentidos; uno se siente repirarse, palpar, oler, ver y degustar lo mismo que los personajes de los relatos de Murakami, es una sensación teletransportadora, escapista: las páginas van pasando y cuando acaba la narración alzamos los ojos de la lectura fascinados y decepcionados. Fascinados por el viaje astral que acabamos de vivir, decepcionados y resignados a menudo para no entender todo aquello que nos ofrece el autor. Una lectura que gustará a aquéllos que valoran el estilo y la expresión y no les importa el fin, la moraleja, la trama en sí.

Los relatos de Murakami de esta antología cuesta dejarlos una vez has empezado a leerlos, te absorben; pero tan pronto como los has apartado unos días de tus prioridades cuesta también volver a ponerse a leerlos. Empecé esta antología hace unos cuantos meses y la he leído en tres tandas: En julio, en septiembre y en diciembre. Cuando conseguía dejar los relatos para dedicarme a otras lecturas tenía una sensación que me faltaba alguna cosa pero después de un tiempo me hacía una pereza terrible volver a ponerme a ello... en todo caso son cuentos que hay que leerlos perezosamente, como aquella magnífica canción de Els Pets, Agost: con calma y placidez, sin prisas y paladeando su contenido. Sauce ciego, mujer dormida es pura literatura de autor, y como tal no todo el mundo lo apreciará como es debido - probablemente yo tampoco-. Pero siguiendo las metáforas musicales, continúo diciendo que prefiero un ritmo, una canción y un mensaje claro a una interpretación improvisada que puede ser sublime pero que se borra en la memoria.

Eloi Puig, 03/01/09

 

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