Tiempo de Marte es una novela dickiana.
Bajo esta obvia afirmación -Y más si tenemos en cuenta que fue escrita por Philip K. Dick- se esconden una serie de características que nos acercan a los tópicos que explota al autor en sus novelas más conocidas. Pero es que si no tuviéramos esta información, creo que llegaríamos a la misma conclusión pues a medida que uno avanza en la trama de la novela, comprueba que muchos de los ingredientes, muchos de los tiros argumentales nos transportan directamente a buena parte de la obra de Philip K. Dick.
Tiempo de Marte es también un libro estructurado en torno a los personajes, una novela que trabaja las historias cotidianas, las vidas privadas de personas poco interesantes a priori o que parecen poco integradas en la obra pero que a la larga se convierten en el motor de la novela; Dick tanto puede hablar sobre conflictos matrimoniales típicos, como de viajes en el tiempo a través de la mente de uno esquizofrénico ... ¡ostras! ¿Eso es posible en una misma novela? ¿Tenemos que leerla a dos niveles? Pues no, no nos hay que hacer ningún esfuerzo ni ninguna lectura paralela. Dick tiene la suficientemente capacidad narrativa para transmitirnos la más especulativa de las teorías sobre las posibilidades de la mente o los problemas de conciencia de una esposa aburrida que sueña con el adulterio, con la misma facilidad.
Pero vamos paso a paso: En Tiempo de Marte, nuestro planeta vecino está siendo colonizado por masas de inmigrantes provenientes de la Tierra. Tenemos que imaginarnos un Marte mucho más próximo al de las Crónicas Marcianas de Bradbury que el Marte real e inhóspito de Kim Stanley Robinson. Tenemos que pensar también en una fase adelantada de colonización, en un momento en que ya existen ciudades y una infraestructura mínima para abrir negocios, colegios y hospitales pero al mismo tiempo donde topamos con una sociedad donde los listillos hacen negocio bajo la batuta de pequeños capos locales, donde existe contrabando de materias primas, las granjas se quedan aisladas y las tierras alejadas de los famosos canales marcianos restan salvajes..., un lugar donde en definitiva se ha trasladado el viejo sueño americano. En el fondo es una extrapolación muy al estilo del far-west: una especie de América profunda ubicada en suelo marciano sustentada por una clase media-baja de colonos que huyen de una Tierra cada vez más dura para vivir.
¡Ah! Y no nos olvidemos de los marcianos: Una raza muy emparentada con los humanos que más nos recuerdan a aborígenes australianos que a ninguna otra cosa y que Dick no se esfuerza a establecer su origen: El caso es que en Marte hay habitantes autóctonos pero con nivel cultural y tecnológico típico de tribus nómadas africanas o como decía, australianas. Existe racismo hacia los oscuros - todos ellos son negros- algunos de los cuales están domesticados y sirven a los terrestres como si el hombre blanco estuviera tomando posesión del Congo. Conocen el terreno y tienen ciertas creencias místicas pero son considerados poco más que salvajes. No sabemos si Dick pretendía ejercer una crítica a la supremacía blanca -recordemos que la novela es de 1964, en plena descolonización africana- pero en muchos aspectos lo parece.
En todo caso, lo importante es que Dick define un escenario propio de una colonización para lanzarse después a escribir sobre aquello que más le atrae: Las drogas, los poderes de la mente y especialmente sobre la percepción y la alteración de la realidad ... y todos éstos, rasgos fundamentales en la bibliografía del americano, los encontramos aquí - de hecho, esta novela es la que me ha recordado más hasta ahora a Ubik, quizás la novela más paradigmática de su obra.
El autor propone una serie de historias cruzadas de múltiples personajes, sin protagonistas absolutos, de personas normales con trabajos triviales: Mecánico, prostituta, psiquiatra, vendedor, contrabandista, mafioso local ... pero también incorpora la esquizofrenia de al menos dos de sus protagonistas, especialmente la del niño Manfred que según se sospecha tiene cierta capacidad para vislumbrar el futuro. Aquí está donde Dick apuesta fuerte por una teoría fantástica: La que la esquizofrenia es una alteración del tiempo que hace que la persona en cuestión lo perciba de diferente manera y por lo tanto quizás pueda entrever tiempos futuros o pasados.
¡Ah! ¡Genial! Un planteamiento de aquéllos que te hace sacarte el sombrero, tanto por original como por atrevido. Pero Dick es Dick y su ansia al hacernos percibir a nosotros también algunos estados esquizofrénicos hace que acabemos dudando de todo. Y claro, al final todas estas teorías sobre la mente y la esquizofrenia sólo se mantienen de aquella manera ... el final del libro es ambiguo y poco desarrollado, muy por debajo de las expectativas creadas. Pero creo que al autor le importaba más recrear y hacernos dudar de la realidad de alguna de las mentes de los personajes que ligar con coherencia todas sus propuestas, sin embargo, la prosa fluida de Dick te engancha de manera que dejando a un lado nuestra satisfacción personal de cómo se resuelve el libro, nos encontramos inmersos en las paranoias esquizofrénicas de algunos personajes con la misma facilidad como si estuviéramos leyendo una novela costumbrista.
Cómo decía, una novela puramente dickiana.
Eloi Puig, 26/07/08
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