Con un título tan especial como éste se presentaba la última novela ganadora de los Premios Manuel de Pedrolo. Su autor es Joaquim Casal, que como se indica en la contraportada había sido hasta ahora un escritor de historias cortas y relatos. En 2012 ganó también el Premi Ictineu precisamente por su cuento "Entropia minvant" (Entropía menguante) pero también ha recibido una mención especial del premio UPC de Ciencia ficción en 2010 que no es poco.
Esta probablemente sea la obra más extensa que ha escrito hasta ahora aunque no sabremos si realmente el autor la hubiera alargado más dado que las bases del Premio Pedrolo limitan la extensión máxima de páginas de las obras presentadas a 200.
Lo primero que me ha sorprendido - favorablemente- de la novela es la enorme fluidez que destila. El autor ha conseguido superarse a sí mismo en este sentido. Hasta ahora sólo había leído algunos cuentos de Joaquim Casal, y aunque en general me habían gustado es aquí donde he notado que el autor se puede desahogar con más comodidad. La prosa es amena, abierta, fluida, como decía. Las páginas pasan sin tropiezos y la historia se absorbe de forma correcta, al instante. No, no es una alta literatura pero sí una prosa que evidencia el hecho de que busca resultar efectiva, simple y directa. Quiere contar una historia sin que el lector ni se dé cuenta. Y a para alcanzar este objetivo combina la acción bajo dos puntos de vista.
Casal otorga protagonismo a dos personajes muy diferentes: Uno, Adam Barnes es un científico de Estados Unidos que termina la carrera y se enamora de un barcelonesa. Conoce Catalunya y se instala. Tiene una pequeña fijación: Descubrir los parámetros que harían mejorar la explosión de la bomba termobárica. Este tipo de bomba sufre una gran explosión cuando estalla pero sin una onda expansiva que esté a la altura. Los gobiernos la investigan para uso militar. Por otro lado nos topamos con un espía, un mercenario llamado Shedarak que trabaja para conseguir información sobre las actividades de investigación que se están haciendo por el mundo en referencia a la bomba termobàrica. Como ayuda dispone de un invento revolucionario que acaba de adquirir de forma turbulenta, el Tilepadeion, un aparato capaz de leer la mente a través de unas ondas que desprende el cerebro y que la máquina puede captar y descifrar.
Todo ello invita al optimismo: tenemos unos postulados científicos, tenemos una nueva tecnología futurista, y la puesta en escena, el primer capítulo, parece estar encarado a que pasen muchas cosas. Pero desgraciadamente no es así: La otra cara de la moneda es la trama, el argumento, la historia en sí. Nos encontramos con una premisa curiosa, interesante, especialmente por el uso que se puede hacer del tilepadeion, pero a la trama le falta tensión, historia para desarrollarse de forma que atraiga al lector. Los hechos que le ocurren a Barnes son de lo más anodinos: Enamorarse, cambiar de país, organizar un congreso, meterle los cuernos brevemente a su novia. Sí, sigue estudiando cómo conseguir la bomba termobárica pero poco más. Su vida nos interesa poco. Lo que sí nos interesa es la aplicación en la práctica que ofrece un invento como el tilepadeion pero aquí el autor tampoco despega. Shedarak ciertamente hace un uso de espionaje industrial pero no consigue ponernos en tensión o atraparnos con sus acciones. Los personajes tienen poca personalidad como si el autor hubiera querido enfatizar su normalidad, hasta el punto que se convierten en tan neutros que nos hacen desear que les pase algo.
Es curioso también como el autor dedica algunas páginas a hechos que a priori parecen que deben tener un protagonismo importante más adelante - como la traducción de un texto escrito en un idioma extraño- pero que a la hora de la verdad no representan ningún punto fundamental de la historia. También he encontrado algo que me ha parecido poco adecuado a la novela: el promover y enaltecer de forma descarada Catalunya o monumentos como la Sagrada Familia de Barcelona - pero esto quizás es una mala percepción por parte mía-.
Sin embargo, la lectura es amena, sigue fluyendo, y esperamos que después de indicios de misterio la novela haga un puñetazo y nos sorprenda, nos emocione o nos provoque algún tipo de sentimiento o reacción, que las expectativas se cumplan al final, aunque sea de forma repentina o un poco forzada... pero no. El gran problema de la novela no es que tenga un mal final... es que no lo tiene. Al terminar el libro te da la sensación de que el autor se ha olvidado algunos capítulos, que le faltan acciones resolutivas, que el malo gane o pierda o pase algo; todo resta demasiado inerte, demasiado neutral, demasiado poco vivo.
Aquí es donde creo que quizás Joaquim Casal ha tenido que recortar páginas para poder presentarse al premio - no sería la primera vez que pasaba. Recordemos que Pagès Editors publica la colección de ciencia ficción - y los premios Pedrolo- pero desde hace unos años ha impuesto unas normas de extensión que no siempre hacen viables las novelas.
En definitiva, Tilepadeion, sé què penses, es una novela que persigue la ciencia curiosamente bajo la perspectiva académica y bajo la invención de lo que parece imposible; una historia con personajes neutros y con un trasfondo interesante por la aparición de una tecnología revolucionaria. Pero el poco uso que se hace de esta resta puntos a una trama poco vibrante que aguantamos bien por la amenidad de una prosa que el autor sabe llevar bien. Le ha faltado un argumento más impactante y sobre todo un final más cuidadoso.
Eloi Puig, 27/05/2016
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