Esta es la tercera novela que tengo por casa de Adrian Tchaikovsky pero es la primera que me he leído del autor inglés. Hace un par o tres de Sant Jordis compré Spiderlight para mi hijo mayor (era una excusa para tenerlo yo también, obviamente) y el tió esta Navidad me cagó Herederos del Tiempo, que para muchos es considerada una obra maestra (tengo la sensación de ser el único que aún no lo ha leído). Con la primera no me he puesto más aún (tengo entendido que salen muchas arañas y claro...) y a la segunda busco el momento idóneo porqué le tengo unas ganas terribles. Pero antes había que priorizar Trescafocs, que acaba de salir en catalán de la mano de la editorial Chronos. Priorizarla no sólo porque podemos leer por primera vez a Tchaivoksky en nuestra lengua sino también para apoyar la labor desinteresada que realiza la editorial (recordemos que es una editorial sin ánimo de lucro que quiere ayudar a normalizar la literatura fantástica en catalán).
Trescafocs es una novela corta de factura young / adulto que gustará a todas las edades, una historia que parece a priori ligera pero que nos aporta varias capas de crítica distópica y que deviene resolutiva y bien acabada. El autor nos traslada hacia un futuro donde la Tierra está devastada por el cambio climático y la sobreexplotación de recursos. Lo que antes había sido la selva africana en la franja ecuatorial del planeta, ahora es un desierto inmenso donde prácticamente nada vive y el calor es abrasador. Las ciudades han desaparecido como tal y de hecho la sociedad se ha transformado de manera traumática: Los poderosos ha abandonado el planeta a su suerte y han construido una nave inmensa con voluntad utópica llamada Grand Celeste, la cual queda atada en órbita sincrónica a la Tierra por un ascensor espacial ubicado en Ankara Anchouka. Este asentamiento en pleno desierto sólo existe para alimentar las necesidades de los ricos que viven en la nave, más allá de la atmósfera del planeta.
Los habitantes de Ankara Anchouka tienen una vida muy dura, repleta de miseria y donde desde pequeños deben espabilar para trabajar en cualquier tarea que la situación requiera. Uno de los trabajos mejor remunerados es la de trescafocs (literalmente ‘caminantes de fuego’), que consiste en viajar en el desierto profundo para hacer encargos y arreglar obras de ingeniería dañadas. Mao es un chico de ascendencia vietnamita que está muy bien considerado dentro del gremio de los trescafocs. Ha cumplido varias misiones con éxito y ha sobrevivido contra todo pronóstico viajes muy complicados. Junto con Lupé, una experta ingeniera mecánica autóctona y Hotep, una curiosa chica exiliada del cielo, de la nave Grand Celeste, y que posee grandes habilidades con la electrónica, obtendrán una misión como trescafocs: Investigar la causa de unos cortes de luz que molestan a los poderosos que se alojan en un hotel, a la espera de ascender hacia la atmósfera y la nave.
Esta es, pues, una aventura que combina muchos elementos y que está narrada con buen ritmo y con una cuidada ambientación post-apocalíptica. De hecho, el autor consigue acercarnos a este escenario con pocos párrafos y de forma rápida y eficiente. En cierto modo me ha recordado a El cementerio de barcos de Paolo Bacigalupi, una aventura también con aires juveniles en un futuro destruido por el despilfarro y el egoísmo de la humanidad pero que también exponía una abierta crítica social y climática. Porque no nos engañemos: Tchaivovsky nos habla precisamente de eso: De los problemas medioambientales que puede esperar la Tierra en un mañana no muy lejano, añadidos a las dificultades crecientes en materia de desigualdades sociales y falta de recursos. El autor tampoco olvida realizar una crítica nada velada a la religión y como el concepto de Dios se confunde entre el misticismo judeocristiano y la salvación pragmática en forma de nave espacial. Aquí, el papel de la Hotep, la única persona que ha vivido en la nave Grand Celeste es primordial y su desprecio por cualquier tipo de visión religiosa topa con la realidad como es la diferencia de clases como única separación entre la miseria y la abundancia, entre una vida estéril o plena.
El autor esboza a la perfección el carácter de los tres jóvenes protagonistas pero quizás no profundiza con toda la intensidad que podría hacerlo, en parte porque la novela no es extensa y porque prefiere tratarlos con varios estereotipos: el Mao como líder, fuerte, pero enamoradizo (y con fobia a los insectos, pobrecito), Lupé, como una friki de la mecánica, muy racional y Hotep, como la lista del grupo, con gran temperamento pero que esconde traumas bajo las vendas que le cubren la piel; sin embargo, sus roles se complementan bien y nos los acabamos haciendo muy nuestros.
La trama argumental también va más allá de ser un simple escenario para criticar los males de la humanidad. Encontraremos subtramas importantes sobre inteligencia artificial y pinceladas y sobre terraformación que proporcionarán una buena lectura. Quizás el último capítulo peca un poco de precipitado donde el autor encaja todas las piezas pero donde transcurre todo un poco demasiado deprisa. Pero aún así, la sensación que te proporciona la obra es de novela bien construida y bien acabada. Y esto en poco más de 180 páginas, que se dice pronto.
A destacar también la traducción del Edgar Cotes que me ha parecido sinceramente excelente y que me ha transportado de manera automática y plena a la devastación en forma de desierto por donde transcurren las aventuras de los trescafocs. También la hermosa portada de Elsa Velasco es ideal para hacerse una idea de lo que os espera.
Eloi Puig
04/05/2021
|
|