Definir lo que representa Tenebra para un autor como Emili Gil es difícil, complicado. Es incluso osado aventurarse a esclarecer la relación de esta novela y su autor. Cuando lo conocí hace un par o tres de años me comentaba como se estaba documentando para escribir sobre hechos paranormales pero ligados de forma intrínseca con la historia y los edificios de ciudades como Turín, Génova o la misma París.
Tenebra es el resultado de esta vocación pero también de la filia que ha demostrado el autor por todo lo relacionado con el verdadero protagonista de la novela, que no es otra que la ciudad de París. Especialmente la París mágica de los últimos dos o tres siglos. La París de los artistas, escritores, pintores, los antros de mala muerte y las absentas, de los misterios nocturnos y de la oscuridad de sus catacumbas. Todo esto y más nos es narrado en una obra diferente, no apta para todos los públicos, una novela que hay que discernir en muchas capas para intentar formarse una idea de su conjunto.
El autor nos presenta una historia ambientada en la actualidad, ligada irrefutablemente a la esencia artística de la Ciudad de la Luz pero también vinculada a la oscuridad, al mundo subterráneo, el alter ego de una metrópoli que palpita sin cesar y que juega con vivos y muertos, con la exaltación de los artistas y las musas, pero también con los misterios y con la depravación subterráneas. Emili Gil parece haberse inoculado de la propia historia y por momentos nos parece que los toques autobiográficos están muy presentes en la obra (el protagonista es como él, de la Sènia, le gustan los autores franceses y tiene un nivel cultural elevado que lo hacen disfrutar de todo lo que puede ofrecer la ciudad). No sé hasta qué punto afirmar, pues, que las ideas y reflexiones que aparecen en Tenebra son una prolongación de las creencias o sueños más particulares del autor.
El protagonista de la historia es un catalán que trabaja en un departamento internacional como funcionario raso, en la ciudad de París. Allí contacta con una galería donde varios autores noveles recitan cuentos y poesía. Conoce un personaje, un hipster de aires inquietantes que lo arrastra a descubrir la realidad oculta de la ciudad: Su mundo subterráneo y algunos secretos artísticos que allí se guardan. La fascinación del personaje por los cementerios y escritores franceses es un punto añadido a la personalidad solitaria y nostálgica de nuestro hombre. Su predisposición innata para entrar en contacto con aquello en lo que cree le abrirá un mundo fantástico, un universo paralelo donde Tenebra, su dama oscura, la musa, le esperará para llevarlo a una orgía artística por las calles de una París imposible. Pero en el mundo real los problemas también se van multiplicando y una serie de sectas o seguidores de este mundo paralelo buscan respuestas a preguntas centenarias ... o quizá milenarias si hacemos caso a todo lo que nos quiere proponer el autor.
Como decía, Tenebra es una novela con muchas capas. La más externa quizás es esta pasión desenfrenada del autor por la literatura francesa, con decenas de referencias bibliográficas que evidencian la profundidad con que Gil se ha documentado. Pero hay otras capas plagadas de misterios, estratos que se pierden en la nostalgia por la pureza del arte y de la creatividad, de la exaltación que pueden provocar unos vasos de absenta si la compañía es entusiasta y no se deja guiar por nuestra aburrida realidad. Tenebra es, pues, también, un canto a esta creatividad recortada por cánones, reglas y formatos. Una llamada a recuperar la esencia del arte, aquella forma de expresividad que es parte de uno mismo, indomable, sin que nadie pueda nunca dirigirla por ti.
Emili Gil escribe con intensidad, vive las palabras y apuesta expresamente por un argumento con muchos tramos de ambivalencia descriptiva, tal vez para hacernos dudar de lo que leemos. La trama argumental no es precisa y a menudo se va por las ramas, pero la prosa es bastante absorbente para que esto no nos importune. Es cierto que algunos puntos se habrían podido pulir mejor, que notamos también que el autor quiere abarcar demasiado cuando acumula hipótesis sobre antiguas civilizaciones y culturas, que los hechos que ocurren en nuestra realidad, con la persecución y lucha entre buscadores de la París alternativa, les falta más definición. Pero lo cierto es que he disfrutado mucho de la lectura a pesar de estos pequeños desajustes argumentales. Me he sentido también atraído por una ciudad que siempre he considerado soberbia y faltada, no de belleza, sino de calor, de proximidad con el extranjero. Emili Gil nos abre los ojos a una ciudad diferente, de una cultura riquísima, mágica, elemental. Y también a una ciudad paralela que es la fuente de los deseos de quien persigue perderse en la nostalgia y la desenfrenada vida que nos aporta nuestra propia Tenebra.
Eloi Puig, 16/02/15
Reseña incialmente publicada en el bloc www.fantastik.cat
|
|