Silvia Jané me ha sorprendido con esta novela de título poco expresivo y que a priori podría parecer un drama o novela costumbrista pero que esconde una historia de fantasmas muy acertada y también narrada con paciencia y cuidado.
Nos encontramos en la Barcelona preolímpica, un escenario de cambios que dirigen a la capital catalana a una transformación drástica en muchos de sus espacios, barrios y también la lleva a una modernidad que será en el futuro (para bien y para mal) un foco de atracción mundial. Jordi trabaja en una caseta de escribiente de la rambla. Un oficio casi desaparecido que consiste en redactar y transmitir mensajes de personas analfabetas o que necesitan simplemente ayuda para llenar formularios etc. (Reconozco mi total desconocimiento de esta profesión histórica).
Aunque Jordi se toma el trabajo como algo temporal, está atascado en esta profesión mientras los proyectos se le acumulan y los sueños se van disipando. Un día encuentra una carta en el bolsillo de su chaqueta. Se trata de una carta fechada a comienzos del siglo XX y escrita por uno de los escribientes de la época que transmite un mensaje personal de cierta chica llamada Sara, verdulera y campesina, y que va dirigida a un gran tenor del Liceu, un tal Giralt. Lo que parece una broma o una simple curiosidad se convierte en un dolor de cabeza cuando de vez en cuando van apareciendo más cartas misteriosamente y además de manera imposible (Jordi no permite que nadie entre dentro de su caseta de escribiente y siempre aparecen allí).
Aquí radica el punto que nos empieza a interesar de una historia que navegará entre dicha Barcelona preolímipica y la de principios del siglo XX. En el fondo es una novela que nos muestra momentos de cambio y que se preocupa por las transformaciones tanto a nivel de la ciudad como a nivel personal, pues al igual que en la Barcelona de 1991, Jordi necesita un revulsivo para dejar atrás una vida anodina y buscar un empujón que lo haga mirar hacia delante.
Sílvia Jané se ha preocupado de rodear al Jordi de amigos, amantes y novias pero sin duda hay un personaje que nos atrapa desde el principio: Roñas, con su sapiencia de calle, el caminar torcido y especialmente con una diálogos memorables. Su presencia formará parte de los mejores pasajes de la novela y será como la conciencia que ayudará a un joven perdido como Jordi el cual no es capaz de centrarse y pasar página en demasiados aspectos de su vida.
Una vez tenemos la premisa inicial, la novela se vuelve más calmada, quizás a falta de algún empujón emocional, pues excepto por las lecturas de las numerosas cartas que de vez en cuando van apareciendo de manera misteriosa en el bolsillo de Jordi (y que son un placer de leer, con el lenguaje retorcido y quizás ramplón de principios de siglo XX), no hay demasiados más puntos donde la acción o la intriga nos atrape. Eso sí, el misterio va creciendo y afecta de manera notoria en la vida de Jordi dado que éste se obsesiona cada vez más por descubrir el origen de los textos y de rebote nos traspasa esta necesidad a nosotros.
Me ha gustado mucho la manera con que la autora ata una trama fantástica con estas Barcelonas tan diferentes, bajo una historia que apuesta por centrarse con una sola mirada y de la cual poco a poco nos vamos empapando de manera que nos quedamos enganchados por saber cómo se resolverá el enigma de Sara y sus cartas.
Un buen final, atado y bien atado que encierra una historia mágica narrada, como comentaba, con cuidado y decisión. Sin altibajos y siguiendo siempre un ritmo relajado con tendencia a incrementarse a medida que atisbamos el final. Pero sea como sea una buena historia de pura fantasía que me ha cautivado de forma notable.
Eloi Puig
20/12/2019
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