Toni Soler no es sólo un presentador mediático, no es sólo un buen guionista y director - del mejor programa actual de la televisión pública como es Polonia-, es también historiador (según me parece recordar haber leído en alguna parte) y además una persona que explica las cosas bajo un tono irónico pero sin dejar de decir las verdades, lo que convierte sus obras literarias en una especie de mezcla entre la cruda realidad y una broma sutil.
Hace unos años leí la más que valiente Història de Catalunya, modèstia apart, una recreación de la historia de nuestro país pasada bajo del filtro del humor pero entendámonos: un humor inteligente, sensible, que te proporcionaba mucha información de forma muy amena. En cierto modo con esta novela, L’Última carta de Companys, Toni Soler ha realizado un ejercicio similar: ofrecer el punto de vista de un personaje histórico como es el presidente Lluís Companys pero con pequeñas dosis de humor y sobre todo con un ritmo vertiginoso que provoca que devoramos la novela en un santiamén.
Pero ahora no estamos hablando de novela histórica, sino de ciencia ficción, sí, sí y de la clásica, la de toda la vida. ¿Companya y ciencia ficción? ¿Cómo encaja esto? Fácil: Toni Soler aborda una temática vieja con el tiempo dentro de la ciencia-ficción -nunca, mejor dicho - y juega a crear una máquina que permite viajar a través del tiempo e ir a buscar al presidente Companys justo antes de que las tropas falangistas lo asesinaran, allá en 1940, para traerlo a nuestro presente, el de la Barcelona de 2015.
La trama argumental es muy sugerente: Rescatar el mítico Lluís Companys, antes de su ejecución en el castillo de Montjuïch -recordemos que Companys ha sido el único presidente elegido democráticamente asesinado en Europa por los fascistas- para mostrarlo en la Barcelona de 2015 - cuando haría 75 años de su muerte- es un golpe mediático que la actual vicepresidenta de la Generalitat, Mar Ballesta, necesita para hacerse con el poder y para dar un impulso a Catalunya que presumiblemente la separará definitivamente de España. Presentando una máquina del tiempo y ofreciendo resultados tan espectaculares como el retorno a la vida de Companys, el éxito está asegurado y más en un momento de desidia política en un país cada vez más asqueado por las crisis mundiales y por su relación forzada con el estado español.
Pero claro, en una novela de viajes en el tiempo, no pueden faltar las paradojas y realmente Toni Soler sale bastante airoso en esta primera incursión a la novela de ciencia-ficción. Suelta algunos conceptos amparados bajo el universo cuántico -donde cabe todo- e incluso hace un claro homenaje a Asimov bautizando la máquina del tiempo con el nombre de Harlan 1, con una clara alusión a la mejor novela escrita por buen doctor: El Fin de la eternidad.
Lo mejor de la novela, más que la trama argumental que se va complicando progresivamente hasta alcanzar cotas de mezcla histórica y ucronía bastante elevadas, es sin duda el personaje de Lluís Companys: Un hombre que estaba resignado a morir por Catalunya y que de repente se encuentra en pleno siglo XXI, con unas normas y unas costumbres totalmente ajenos a su época, en una Barcelona mestiza, repleta de inmigrantes y turistas. La recreación de Companys en la sociedad actual, sus obsesiones y su talante son pues, según mi modesta opinión, el auténtico valor añadido que nos ofrece Toni Soler. La trama política que hay detrás es verosímil y está narrada con eficacia pero Companys se come el protagonismo de forma continuada cada vez que aparece y abre la boca (los comentarios negativos en contra las mujeres, el medio ambiente o la homosexualidad chocan con lo que actualmente consideraríamos "políticamente correcto"). Cuando habla el presidente, es cuando Toni Soler demuestra que lo ha pasado más que bien escribiendo esta novela. Su fina ironía queda bien reflejada en ella.
Un mosso d’escuadra será el encargado de llevar a cabo la misión de rescatar al presidente y de paso, compartir protagonismo con este. Obviamente hay otros personajes y estos están muy bien retratados. Desde la misma vicepresidenta Mar Ballesta, ávida de poder y de situar Cataluña en el lugar que le corresponde en el mundo, pasando por Martí Llaneras, el mosso chulillo pero resolutivo que traba amistad con Companys después de llevarlo al presente. Interesante es ver cómo Soler ha integrado diversos personajes con una facilidad pasmosa en la Generalitat: Desde Rhimou, una marroquí jefe de prensa hasta la jefe de seguridad holandesa, Mariecke. Así pues, una obra con buenos personajes pero que no tienen nada que hacer si los comparamos con la empatía que despierta Companys, en parte por su inocencia, y su orgullo – aun me río cuando Companys repasa las calles y avenidas que han dedicado a sus contrincantes políticos- pero también su juicio y sus miserias que a pesar de insinuarse, son de primer orden - el caso Andreu Nin por ejemplo-.
Sin embargo, tengo la sensación de que en Soler no sabe cómo terminar la novela: los personajes hacia el final se desbocan, no siguen su rol natural, las situaciones se precipitan pero no acaban de cuajar del todo ... y todo ello finaliza con un sabor agridulce, aunque nunca abandona ese ritmo trepidante y aquellos diálogos brillantes que la convierten en una obra más que recomendable.
Mi principal reflexión, pero, va un poco más allá: Sin quitar mérito al autor - que no tiene ninguna culpa pobre -, ¿Se hubiera publicado una novela de Ciencia ficción en una colección como esta, en tapa dura etc ... si no hubiera sido escrita por un autor mediático y muy conocido como es Toni Soler? ¿Tendremos que insistir a los autores que salen por televisión que escriban más CF para poder verla publicada en catalán? Yo prácticamente estoy convencido de que si el autor de la novela no fuera una persona tan visible en nuestra sociedad, L’Última carta de Companys hubiera pasado a una colección secundaria, sin ningún tipo de promoción o publicidad y sin que hubiera llegado ni a 1 / 5 parte de los lectores que la han podido leer, sólo por el hecho de que la firmaba Toni Soler. Con ello sólo puedo pedir al autor que escriba más novelas de género fantástico, le salen muy bien y al menos a él le publicarán sin preguntar demasiado de qué va la novela.
Koniec!
Eloi Puig, 28/08/2010
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