La primera vez que oí hablar de los dragones de Pern fue cuando leí Lo mejor de los premios Nebula hace unos años. En este recopilatorio había una novela corta que me llamó muchísimo la atención. En parte por que se alejaba una pizca de las historias de ciencia-ficción que esperaba encontrar, pero sobre todo por que me atrajo su argumento: simple, pero original y adictivo. Estoy hablando de Dragonrider que aquí se tradujo como El vuelo del dragón.
Aquella novela, Dragonrider ganó el año 1968 los máximos galardones de la ciencia-ficción anglosajona: El premio Hugo y el premio Nebula, ¡Que se dice pronto! Aquello fue el comienzo de una fructífera saga que Anne McCaffrey explotó bastante. Un año más tarde unió las dos primeras novelas cortas sobre los dragones de Pern (Weyr seacrh y Dragonrider) y creó este volumen que tenemos en las manos, Dragonflight, ahora sí, traducido correctamente como El vuelo del dragón, la presentación del mundo de Pern.
Anne McCaffrey asentó unas bases que años más tarde serían copiadas y adaptadas por otras sagas puramente fantásticas. La vinculación empática entre jinetes de dragones y sus animales se puede ver por ejemplo en series como Dragonlance u otros más recientes como las de Temeraire de Naomi Novik. Una clara influencia pues, que sin desmerecer a estas series posteriores, creo que habría que reivindicar como es debido para los Dragones de Pern.
Pern es un planeta que en tiempos pretéritos fue colonizado por los humanos. Pero cada 200 años sufre una catástrofe natural sin precedentes al pasar cerca de él un astro que suelta unas hebras, unas sustancias orgánicas que una vez llegan al suelo se entierran y dejan la superficie yerma y desolada. Queman todo lo que encuentran por el camino -incluidos los dragones y su jinetes-. Nadie recuerda ya cómo los humanos empezaron a hacer frente a esta amenaza. Lo cierto es que ahora, la lucha contra estos hilos de materia que azotan el planeta Pern cada dos siglos se realiza conjuntamente con unos animales autóctonos de Pern: Los dragones (llamados así por el parecido con las criaturas mitológicas terrestres). Los dragones pueden escupir fuego y evitar que las hebras extraterrestres destruyan la vegetación del planeta. Además, los dragones tienen otras capacidades innatas: Son telépatas con sus jinetes y pueden teletransportarse a cualquier lugar de Pern que hayan visualizado antes.
La sociedad humana sigue un régimen feudal, donde cada fortaleza domina un valle y rinde tributos a los weyrs, los nidos donde los jinetes de los dragones se entrenan durante décadas - y siglos- para proteger el planeta. Pero la última venida de la estrella roja no fue demasiado problemática y ya han pasado casi 400 años desde las últimas caídas de hebras en el planeta y el olvido y la ignorancia acerca de los tiempos pasados se hace evidente: los señores feudales, hartos de mantener los jinetes y los dragones se plantean la guerra y en el único weyr que todavía sigue en pie, quedan pocos combatientes para hacer frente a la próxima venida de la estrella roja. La catástrofe parece inevitable.
El vuelo del dragón es una novela que se caracteriza por un argumento muy sólido, condicionado por las maniobras políticas de los personajes y sobre todo por el descubrimiento fortuito de otra capacidad propia de los dragones que deja la teletransportación en un segundo nivel. No es una novela coral pues hay relativamente pocos personajes principales, pero tampoco se trata de una típica aventura iniciática. Los personajes tienen sus virtudes y sus defectos y sus personalidades son casi siempre matices de gris; son personages motivados por sus instintos sin alinearse hacia los estereotipos. Una novela bien narrada, donde abundan los diálogos, tanto naturales como por medio de la telepatía, con un ritmo constante que se acelera a partir de la segunda parte del libro (los últimos dos capítulos que forman Dragonrider y que le valió Hugo y el Nebula) hasta llegar a un clímax realmente fantástico. Todo ello nos proporciona unas horas de pura diversión.
Puedo asegurar que después de leer por segunda vez la novela me quedan ganas de continuar con la serie (este volumen es autoconclusivo). Los dragones de Pern y sus particulares características se diferencian bastante de cualquier otra novela donde aparezcan estos tipos de personajes y proporcionan un valor añadido a una narración llena de tensión. Quizás la impregnación entre dragones y jinetes podría extrapolarse también al lector, pues años después de su lectura uno continúa recordando vívidamente las aventuras de los jinetes de dragones para salvar el planeta Pern. Y eso hoy día es muy difícil de conseguir.
Una gran aventura fantástica con ingredientes más propios de la ciencia-ficción, o una trama de ciencia-ficción con elementos fantásticos. Sea como sea, una combinación perfecta para disfrutar de una buena lectura. ¡Ah! Y aunque esta edición haya salido en una colección juvenil, un servidor no encuentra evidencias para que se pueda afirmar tal cosa.
Disfrutadlo que vale la pena.
Eloi Puig, 26/10/09
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