Lo primero que podría decir sobre esta novela es que es cautivadora y sorprendente. Pero esta afirmación es cuando menos redundante si uno ya ha leído alguna obra de Nina Allan anteriormente porque ya conoces su talante y sus principales virtudes y defectos. Hace tres años, Ediciones Nevsky ya nos presentó una novela de Nina Allan titulada Máquinas del Tiempo donde la autora se zambullía en una extraña trama sobre universos paralelos y de viajes en el tiempo, pero siempre bajo una perspectiva de cotidianidad, relajada y sin mostrar todas las cartas del juego. Y no ha cambiado, Nina Allan nos vuelve a dejar hipnotizados con una prosa elegante, fantástica y con una historia que navega entre el inverosímil y el sentido de la maravilla, siempre, eso sí, con la mirada puesta en los personajes y en sus sentimientos y nunca ofreciendo las respuestas concretas que uno quisiera.
Es difícil intentar definir una novela como La carrera. Para empezar, el título no se ajusta a su trama excepto por el final de la primera parte. Es un título, pues, poco adecuado. Además, la autora nos presenta diferentes personajes (tres mujeres y un hombre) que actúan en capítulos diferentes de manera que la acción y la historia no son casi nunca en contacto directo. Estos personajes tienen puntos en común en un arco argumental que abarca toda la novela pero que nos cuesta de captar o entender al 100%. La autora establece una especie de diálogo entre los personajes y sus historias que el lector debe componer como si fuera un puzzle.
Fijémonos en el primer capítulo: Jenna es una chica que vive en los suburbios de un pueblo de la costa sur de Inglaterra en un futuro presumiblemente cercano donde la pobreza y la contaminación campan juntas por Europa (o eso parece). Su hermano, de carácter fuerte y posesivo, se dedica a llevar un negocio con perros biónicos, alterados genéticamente para poder comunicarse empáticamente con los humanos. Sus controladores llevan implantes en el cerebro que los ayudan a alcanzar este tipo de comunicación no verbal, aunque no se trata de telepatía estrictamente hablando. Aunque al principio este tipo de ciencia se desarrolló para la guerra (una guerra que parece que ya ha pasado y que ha sido brutal), hoy en día los perros son criados a ser usados en las apuestas de las carreras.
En cambio (o no) en el segundo capítulo encontramos a Christy, una chica que vive en las afueras de Londres, en una pequeño pueblo cerca de la costa, junto con su extraño y perturbador hermano mayor (¿no os suena de algo?) , el cual se dedica a manejar residuos. Parece que ahora estamos en nuestro presente y que no ha habido ninguna guerra global. Christy deberá mediar entre las novias de su hermano y carácter imprevisible de este mientras que poco a poco irá cultivando su vena como escritora donde imagina fábulas futuras.
Seguimos: El tercer capítulo es el único dedicado a un hombre: Alex, un ex-novio de la novia del hermano de Christhy. Años más tarde y en plena madurez acepta una invitación de Christy para volver al pueblo de sus orígenes y rememorar el pasado. Quizás esta ha sido esta la parte más poco interesante, la que aporta menos al conjunto de la novela,
El cuarto capítulo es el que más explota el sentido de la maravilla. La protagonista es Maree (que el lector ya sabe enseguida de quién se trata). Una chica con poderes telepáticos que ha sido educada para llevar a cabo una tarea excepcional. Para alcanzar su objetivo debe atravesar el Atlántico en barco y rezar para no naufragar a manos de los bancos de ballenas, entre las que se encuentra la inconmensurable ballena-oso, un animal que no debería poder existir en nuestro universo. Las ballenas, además, se dice que son puertas a otros universos. Estamos en un futuro extraño con nombres de naciones y países que no conocemos pero que podemos tratar de adivinar. Un futuro donde la gente habla otros idiomas y donde parece que el transporte internacional casi ha desaparecido.
Y el quinto capítulo, donde la metaliteratura es ya evidente: una continuación del las aventuras de Maree, veinte años más tarde donde se nos expone de forma sutil algunas sugerencias sobre la verdadera tarea a la que ha sido llamada a realizar y que incluyen miradas a la otra punta del universo.
Antes de continuar me gustaría intentar contar una pauta que utilizo para hablar de los libros. Me refiero que valoro los escritos tanto por su vertiente literaria como por la trama que ha confeccionado el autor (esto incluye personajes, situaciones etc ...). La carrera es posiblemente una de las novelas con una calidad literaria más elevada de lo que llevo de año. Sí, Nina Allan es una maestra que nos absorbe la mente mientras leemos las páginas de sus libros. Es una muy gran autora que ya me cautivó anteriormente y que persigue exponer su arte a través de personajes muy elaborados llenos de sentimientos contradictorios. Un poco me recuerda a la Jo Walton de Entre extraños por su capacidad de hacernos continuar atentos incluso cuando no pasa nada de excepcional, sólo por el placer de seguir conociendo al protagonista y degustando las páginas. ¡Pero atención! Nina Allan no suele dejar claras las ideas que expone tan sutilmente. Sus tramas son, más que retorcidas, extrañas, buscan caminos a la interpretación del lector que a menudo se queda perplejo ante lo que lee. Es una autora perfecta para fundamentar debates a posteriori pero que más de una vez puede frustrar al lector empeñado en descubrir secretos que no tienen porque ser explicados.
Digo todo esto porque leí la novela totalmente hipnotizado pero que la sutileza de las tramas y de las ideas que sugiere sin nunca acotar de forma contundente (especialmente con respecto a los universos paralelos por ejemplo) hicieron de contrapeso y me han dejado un poco frustrado. Por un lado he disfrutado como nunca leyendo a Nina Allan. Pero por el otro le recrimino que deja demasiados aspectos a la libre interpretación del lector. Y aunque en algunos casos esto es un ejercicio estimulante, también puede convertirse en un trabajo tedioso.
Así pues, tengo sentimientos encontrados. La lectura ágil, fresca y narrativamente impresionante de Nina Allan se contrapone con un arco argumental donde pasan relativamente pocas cosas meritorias de ser explicadas. Una historia bordea la ciencia ficción en algunos capítulos, y en otros se centra en la novela realista (y costumbrista) para entregarnos esta novela de título extraño y de sensaciones indescriptibles, con personajes muy bien trabajados y con misterios sutiles pero poco consistentes que se quedan allí sin saber si obtendrán respuesta algún día.
Quizás en alguna tertulia literaria entre todos podremos expresar las sensaciones que nos ha dejado este libro y quizás entrelazar las pistas que la autora ha ido extendiendo. Si es así, aunque no llegamos a ninguna conclusión definitiva, me sentiré satisfecho pues el debate habrá sido de carácter épico.
Eloi Puig, 14 de junio de 2017
|