Tengo que admitir que lo primero que pensé al iniciar El catalejo lacado, este tercer y último volumen de la trilogía de La materia oscura, era si Philip Pullman se saldría con la suya a la hora de cerrar todos los hilos argumentales que había iniciado en los anteriores volúmenes; si el autor podría concluirlos de forma coherente dado que las expectativas que me hicieron llegar las novelas y las implicaciones de estas aún ahora me dejan asombrado.
Intentaré, pues, expresar las percepciones que me ha dejado esta extraordinaria trilogía, sus inmensas aportaciones a la novela fantástica juvenil y adulta y especialmente su tratamiento tan inquietante y serio sobre el saber y la conciencia, pero también mencionaré los pequeños defectos que se han acumulado a lo largo de la aventura.
Antes de nada, debemos constatar una realidad innegable: La novela quizás tiene una base de literatura juvenil, pero en muchos aspectos es completamente adulta. De hecho, me atrevería a decir que es una novela pensada para lectores que pasan de la adolescencia a lo que ahora llamaríamos la madurez (pero que en el fondo es falso, pues como todos sabemos, también nos gusta revolcarnos en el síndrome de Peter Pan siempre que podemos) pero a la vez incorpora conceptos y especulaciones que son plenamente pensados para motivar al lector adulto, especialmente si es aficionado a la ciencia ficción.
En este último volumen continuaremos descubriendo nuevos mundos, algunos de extraños, otros de terroríficos, y también finalmente sabremos que es el polvo y qué finalidad persigue en este vasto multiverso. Pullman quiso (con total acierto) mezclar este concepto de universos paralelos con la teoría nada descabellada que en todas partes encontramos grupos, facciones u organizaciones que pretenden controlar el libre albedrío del hombre, que ambicionan imponer un pensamiento único, una especie de virus conservador para que nada inmute - y así facilitar que las élites eclesiásticas fuercen a sus fieles a seguir la voluntad única o predominantemente. Estamos hablando de una batalla épica entre la iglesia (sea cual sea y en qué mundo se encuentre) y la humanidad.
“(...) mi mayor orgullo es participar en la tarea (...) de forjar un mundo donde no existan reinos, ni reyes, ni obispos, ni sacerdotes. El Reino de los Cielos se ha llamado así desde que la Autoridad se impuso sobre el resto de los Ángeles. Nosotros lo rechazamos. Este mundo es distinto. Nuestro propósito es ser ciudadanos libres de la República del Cielo”.
Este fragmento es una declaración en toda regla contra los estamentos de control del pensamiento y de la libertad individual, algunos supuestamente medievales pero que aún perduran en nuestro tiempo, un ataque a lo que hoy día definiríamos como pensamientos de derechas. Y más aún, aquí tenéis otro extracto que se enlaza perfectamente con la cita que puse al final la reseña anterior:
“(...) Dijo que la historia de la vida humana ha consistido en una lucha entre la sabiduría y la estupidez. (...) Los partidarios de la sabiduría, han tratado de abrir la mente de la gente, mientras que la Autoridad y las iglesias siempre han procurado mantenerla cerrada”
La crítica encarnizada a la iglesia y como ésta manipula a la gente es evidente pero también se insinúa, por ejemplo, que la misma existencia de Dios es un hecho contra natura. Como veis, la religión toma fuerza en este último tramo de la aventura de Lyra y Will. Y se nota como el autor se cebó mostrándonos a ideólogos espirituales sin escrúpulos y un fanatismo religioso implícito incluso más allá de la muerte —ahora que lo pienso, que el personaje más fanático de todos tuviera un apellido español (padre Gómez) no sé si es casualidad o si las reminiscencias de la inquisición y en general de la reconocida devoción española por la iglesia han pesado al autor a la hora de elegir la nacionalidad—
Así pues, Lyra y Will tendrán que enfrentarse a un destino de carácter cósmico y que parece fuera de su alcance, está claro que éste viene marcado por una profecía —este punto es de los más débiles y menos bien tratados de la trilogía. Particularmente no me gustan los auspicios en las historias— mientras tratan de tomar partido en la inminente guerra entre las facciones de varios universos y las de la Autoridad.
Pullman nos ofrece momentos épicos, momentos tensos, tétricos y también otros que nos llenan de esperanza y nos provocan una sonrisa burlona en la cara. Pero el tono general de la historia es más oscuro, menos alegre y más adulto que en las novelas predecesoras. Estoy convencido de que esta evolución en el trasfondo de la trama y las penurias que sufren los protagonistas funcionan en paralelo a la misma evolución del personaje de Lyra que parte en el primer volumen de ser una chica desenfadada y que poco a poco va madurando a base de las collejas de la vida. El paso definitivo será uno de los momentos álgidos de la historia y confirma que una de las principales capas con que se debe leer este relato tan especial es el de la rotura con la infancia, la pérdida de la inocencia y el logro de la madurez y de la plena conciencia y por lo tanto de una integración más profunda con el universo que te rodea. Quizás Pullman ha dado un tono muy poético a este hecho, pero lo cierto es que la sensación agridulce del cambio, de ganar algo, una visión, un oportunidad; pero de perder algo más, una parte de ti mismo, la vamos encontrando durante la trilogía pero se hace evidente en los últimos —y excelentes— capítulos.
Ahora bien, volvamos al principio... ¿Consigue el autor mostrarnos este mensaje (y muchos otros) de forma coherente sin rebajar la calidad y sin que afecte al sentido de la credibilidad? Sí. Lo hace, pero también he encontrado algunos puntos débiles que se podrían resumir en tres apartados: Los viajes y las distancias dentro de un mismo mundo, la logística y preparación de una de las facciones y los cambios radicales de personalidad en algún que otro personaje.
Quizás algunos dirán que soy un exagerado pero a mí, personalmente, estos temas geográficos poco cuidadosos me rompen un poco el sentido de la credibilidad como el hecho de viajar por mundos (Tierras alternativas de hecho) donde las distancias no son demasiado coherentes pues se describen trayectos que durarían semanas en pocos días, viajes del polo norte a valles concretas del Himalaya siguiendo unas simples indicaciones o como algún personaje ha pasado de un universo a otro sin ninguna explicación — y por lo tanto rompiendo las reglas del juego—. O, finalmente, el hecho de atravesar a otro universo que parece ser el más el adecuado para la trama (sea por ejemplo buscar el mundo de los muertos, encontrar a otros personajes etc ... demasiado casualidad). Sí, son hechos que no tergiversan la intención de la obra pero que no me han parecido suficientemente cuidados o trabajados por parte del autor.
Otro ejemplo es la falta de verosimilitud en lo que llamaríamos la logística de Lord Asriel ya que hallo incoherente que los partidarios de la revolución tengan una fortaleza y unas máquinas de guerra preparadas en tan poco tiempo y además forjadas unas alianzas con soldados y espías provenientes de diversos universos... ¿Cómo lo ha hecho Lord Asriel con tan poco tiempo? ¿Cómo puede ser que tantos seres de otros universos hablen inglés? ¿Me entendéis por dónde voy? Y más cuando constatas con satisfacción que en otros escenarios de la novela, por ejemplo, todo el método científico que experimenta y vive la doctora Mary Malone, estas situaciones se resuelven de forma impecable. Ahora bien, la imaginación de Pullman es fantástica, y acabas perdonando estos resbalones que te chirrían.
También hay un punto que me gustaría destacar: Que algunos personajes sean muy grises en el sentido que no puedes intuir hacia dónde irán, lo encuentro magnífico, como es el caso de lord Asriel y de la Señora Coulter. Pero también he encontrado forzado algunos cambios de talante que de pronto te trastocan su papel en la historia.
Pero repito que estos pequeños desbarajustes no son importantes para que una obra de esta magnitud nos llegue a tocar a todos la fibra. Que en una serie de tres novelas podamos disfrutar del sentido de la maravilla de la física cuántica, de la magia, de la especulación teológica y de batallas entre seres de diferentes realidades, que además tengamos una visión concreta de lo que significa estar conectado al universo y de cómo este entrelaza conciencias... y encima a través de un camino repleto de las sensaciones que se experimentan con la llegada de la edad adulta... todo ello es impagable
Pensad que estamos ante un tratado sobre la libertad y sobre la propia exploración individual de tu entorno para lograr una mayor clarividencia de nuestra realidad. Un viaje que nos anima a buscar aquel saber que decíamos, el arma definitiva que debe combatir la estupidez y el misticismo. Me encanta este párrafo:
“(...) la sensación de que todo el universo estaba vivo, de que todo estaba conectado entre sí mediante hilos de significado. Cuando era cristiana, también ella se había sentido conectada al universo, pero al abandonar la Iglesia se había sentido independiente, libre, ligera, en un universo sin propósito”
Seguro que las novelas se merecen una segunda lectura para poder captar todos los detalles que la mente privilegiada de Pullman nos ha escondido entre líneas, pero me atrevería a decir que la trilogía de La materia Oscura es quizás la aportación más original a la fantasía ya la ciencia ficción joven / adulta de las últimas décadas.
Eloi Puig
15/04/2020
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