Y van tres. Tres novelas ganadoras del premio Hugo de forma consecutiva y escritas por una misma autora: N. K. Jemisin. Lo nunca visto hasta ahora. Como ya comenté en la reseña de El portal de los obeliscos, la autora norteamericana ha ensalzado y visibilizado con la misma fuerza tanto la presencia de una mujer en lo alto de los premios más importantes a nivel mundial de fantasía y ciencia ficción como del mismo modo ha roto esquemas incorporando a una novela catastrofista su particular visión fantástica, centrada en personajes femeninos llenos de fuerza que tanto pueden salvar el mundo como destruirlo
El cielo de piedra es la tercera y definitiva novela del ciclo de la Tierra fragmentada y nos sorprende de forma muy diferente a como lo hacían sus predecesoras. Si bien es bastante habitual que la primera impresión de una historia sea siempre la que nos queda más permanente en el subconsciente, quizá por aquella sorpresa inicial o por aquel despliegue de imaginación que nos trastoca los esquemas, tal como comprobamos en La quinta estación, hay que reconocer que la autora después de preparar el terreno con una novela más de transición como aconteció en El portal de los obeliscos, nos ha dejado, en esta conclusión, con la boca más abierta de lo que me esperaba, con los ojos más brillantes de emoción al descubrir cómo el sentido de la maravilla penetraba de forma gradual y sin freno a medida que avanza la historia.
Recordemos que La Quietud es un único continente asolado durante milenios por una actividad sísmica inusual que provoca la destrucción de toda civilización cada cierto periodo de tiempo. La autora durante dos novelas muy diferentes nos ha presentado como hacer frente a esta aniquilación de escala mundial a través primero de un personaje que ha sufrido muchísimo: Una madre, una esposa, una superviviente, una destructora como es Esssun. Después también con el protagonismo de una niña de diez años, fuerte pero susceptible, que busca su lugar en un mundo extraño que odia a los que son como ella, que busca amor y que descubre la maldad que esconde la sociedad donde le ha tocado vivir. Una niña, Nassun, que madura a marchas forzadas y que se prepara para un enfrentamiento definitivo de carácter épico que puede acabar con la humanidad.
Y eso es lo que encontraremos en El cielo de piedra. Una lucha parricida entre madres e hijas perdidas a niveles quizás nunca imaginados por un autor. Porque Jemisin no nos está hablando sólo del amor entre madre e hija, sino también de la desesperación, la rabia y el anhelo de un planeta para recuperar lo perdido. También para obtener una vida mejor y para sobrevivir. ¿Podemos vislumbrar un paralelismo en este sacrificio por alcanzar una existencia mejor entre la madre y la hija, entre el planeta y la civilización o lo que viene a ser el mismo la especie humana? Hay varias capas de lectura si rascamos un poco. A nivel más local podemos contemplar cómo se rompe la relación madre e hija, a nivel grupal como se desestabiliza una comunidad donde el papel de jefe es también el de madre y donde los hijos, sus seguidores, hay que protegerlos y a veces sacrificarlos. Y a nivel general, mundial, sólo hay que ver como Jemisin nos narra la pérdida más preciada del padre Tierra, su hija perdida, para cerrar un círculo vicioso de amor y rabia que define marcadamente esta relación de progenitor y progenie, tanto a nivel biológico como a nivel fantástico con la brutal propuesta de la autora.
Si bien en los volúmenes anteriores la fantasía asomaba de forma tímida, bajo una historia que parecía desarrollarse por los caminos más estables o palpables de la ciencia ficción catastrofista, aquí Jemisin ha trastornado nuestra percepción para ofrecernos un final de la historia donde el sentido de la maravilla corre al cargo de la fantasía más cósmica, con reminiscencias a Lem o Marquet donde la filosofía de la teoría de Gaia o del planeta consciente se abre paso de forma irrevocable.
Esta base fantástica que ya nos aparecía en los anteriores volúmenes bajo la mirada pétrea de los personajes comepiedras se convierte poco a poco en una obviedad cuando se nos describe como los personajes orógratas pueden hablar a través de la piedra, las sensaciones que sesapinan (intuyen, sienten) a través del planeta, o como los mismos seres pétreos pueden trasladarse de forma mágica a través de los estratos rocosos. Sí, es un cambio de paradigma, es una mezcla deliciosa entre ciencia ficción y fantasía que hacía mucho tiempo no leía en una serie de novelas
La estructura de El cielo de Piedra se divide en tres escenarios muy diferentes: en el presente seguimos observando como la quinta estación hace estragos en el planeta y como por un lado Essun debe sobrevivir con lo que queda de su comunidad como por otra parte Nassun empieza un viaje fantástico al otro confín del mundo para buscar el fin del sufrimiento de la humanidad. Pero hay un tercer escenario muy interesante centrado en el pasado, en miles de años antes donde descubrimos el origen del porqué la Tierra se ha convertido en una trampa mortal para la especie humana.
Jemisin escribe un final, como decía, de carácter épico y de gran trascendencia familiar. Y todo él integrado en una increíble narración con decenas de elementos propios de la más pura especulación fantástica. Hasta el punto de que a menudo el cerebro se nos desconecta un poco al intentar entender el papel de todas las piezas que forman el puzzle de cómo todo el plan inicial se tambaleó y finalmente la civilización murió por primera vez para renacer posteriormente.
Quizás las explicaciones de la autora no han sido del todo suficientemente claras pero no importa demasiado: Nos ha atrapado igualmente en una mezcla magnífica que nos traslada a un territorio conocido, nuestro planeta, pero bajo una perspectiva fantástica que abre las puertas a un torrente imaginativo. Hay que dejarse llevar por la trascendencia del momento, de una historia que juega con los sentimientos de los humanos pero bajo una perspectiva rompedora e innovadora.
Eloi Puig
17/03/2019
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