Me gustaría empezar esta reseña con una frase de aquellas lapidarias y grandilocuentes: "Hay vida más allá de El día de los trífidos!" Queda bien ¿Verdad? Vale, de acuerdo, tal vez es una exaltación un poco fuera de lugar pero es que me gustaría recalcar que John Wyndham fue un gran escritor más allá de su gran clásico, El día de los Triffidos.
Sí bien la mencionada obra magna de Wyndham es muy conocida por todos, otros trabajos suyos no han tenido tanta repercusión y lo son, desgraciadamente, menos. Y querría reivindicarlos también. Aunque hace unos años acabé satisfactoriamente El kraken despierta no ha sido hasta tener en mis manos esta novela, Las crisálidas, que acaba de recuperar Runas en castellano (en catalán hace años que está descatalogada) que me he dado cuenta de que lo que construyó este escritor con aquella pesadilla de los trífidos no fue una casualidad y que otras obras suyas son tan interesantes (si no más) que aquella. Y uno de los casos es Las crisálidas, una novela que también bebe de las catástrofes apocalípticas pero que encuentro más tensa, verosímil y profunda que no El día de los Triffidos.
Las crisálidas es un novela que, como decía, bebe de las catástrofes y nos sitúa en una futuro donde la civilización ha casi desaparecido a causa de lo que suponemos han sido las consecuencias de guerras nucleares o similares. El mundo ha cambiado, las franjas de tierra fértiles han sido desplazadas por un clima inhóspito y más allá de lo que los habitantes de la región conocen como Labrador (por tanto una península relativamente aislada y muy despoblada) sólo hay tierras baldías o los llamados márgenes donde los salvajes malviven y realizan pequeñas escaramuzas para robar comida o cualquier cosa que les haga servicio.
En la comarca donde reside David, una pequeña civilización amnésica de su pasado, vive de forma más o menos tranquila bajo un estricto sometimiento a la religión local que parece descender de una ortodoxia cristiana reconvertida para adaptarse al nuevo mundo. Un mundo donde no está permitida la diferencia ni vegetal, ni animal... ni humana.
David experimenta los ritos que practica su comunidad año tras año por ejemplo quemando cosechas debido a pequeñas malformaciones en los frutos, o visualizando con normalidad absoluta el sacrificio de animales que poseen defectos físicos que se alejan de la norma pero también comprueba de primera mano como a los humanos que nacen con algún tipo de carencia o desviación de lo que se considera el camino recto y la semejanza con Dios... son marginados, expulsados ... o algo peor.
Este es el pequeño universo donde vive David, un mundo lleno de mutaciones espontáneas, consecuencia, suponemos, de las malas artes humanas en la última guerra mundial. Y aquí es donde David descubrirá que ni él mismo está seguro porque también esconde un secreto, una capacidad oculta que cada vez cuesta más de mantener lejos de las miradas inquisidoras.
La humanidad se esconde detrás de las creencias religiosas porque ni entiende qué ha ocurrido ni cómo combatir un pasado del que no conoce los detalles, sólo sabe que los antiguos que lo gobernaban poseían maravillas increíbles. Ahora, lo que queda de esta humanidad se refugia en la intolerancia hacia la diferencia (racismo, mutaciones, variedades culturales...), cualquier hecho que se desvíe de lo que dicta el libro sagrado. Por lo tanto las mutaciones están perseguidas y quien las lleva enfrenta a castigos promovidos por perjuicios religiosos y por la ignorancia, lo que viene a ser lo mismo.
Por tanto Wyndham nos transmite un mensaje mucho más profundo que la simple puesta en escena de una civilización que lucha por sobrevivir con una tecnología equiparable a la del s. XIX; su discurso va más allá y ensalza la vida y por lo tanto el cambio y la adaptabilidad de esta; critica una sociedad que busca la estabilidad a base de eliminar cualquier diferencia por el miedo a lo desconocido. Es un mensaje muy progresista, que obviamente contrasta con la sociedad tan cerrada y corta de miras que nos describe en la novela (I que bien podríamos aplicar a muchas sectas ultrarreligiosas de todo el mundo). Fijáos en este extracto:
“(...) Dios no tiene la última palabra. Si la tuviera ya estaria muerto. Però no està muerto: cambia y crece, como todo lo vivo. Por eso, cuando estaban empeñados en organitzar y ordenar el mundo de acuerdo con esa especie de planes eternos que se inventaron, Dios envio la Tribulación para destruirlo todo y recordarles que la vida es cambio.”
Estoy bastante convencido de que las palabras de Wynham no debían caer demasiado bien en los años cincuenta pero aquí es donde el autor realmente nos envía este mensaje tan explícito y que podemos adoptar hoy en día cuando todavía encontramos casos de violencia o desprecio por el color de la piel o por deficiencias físicas.
Los personajes que intervienen más en esta aventura crítica son jóvenes adolescentes que son los que realmente podrían impulsar un cambio en la mentalidad conservadora de unos adultos que continúan defendiendo un legado social basado en el miedo y en la reclusión para evitar el contacto con el exterior desconocido y salvaje. Y esta será la lucha y la huida de un status quo que a la larga impediría que la vida floreciera por las grietas de una humanidad que ha cambiado irremediablemente.
“Las formas vivas desafían a la evolución cuando corren peligro; sinó se adaptan, desaparecen. La idea de un ser humano completo es de una vanidad suprema: la imagen definitiva es un mito sacrílego”
Las crisálidas me ha parecido una novela más arriesgada que las otras que hasta ahora había leído de John Wyndham porque tanto en El despertar del Kraken cono en El día de los Triffidos creo que el autor se controla, que tiene fe en una sociedad inteligente que puede afrontar los problemas que le puedan surgir; En cambio aquí, el problema es atacado desde una perspectiva poco civilizada y que se sustenta en los mitos, la religión y por tanto no en la capacidad del hombre para resolver su propio futuro. El homo sapiens, pues, ha cambiado, como la vida y se ha adaptado a un estilo cada vez más oscuro y quizás por ello, más realista.
Un clásico indiscutible que hay que leer. Ahora sólo me queda por ponerme con Los cucos de Midwich y su última novela, Choky, que tengo desde hace demasiado tiempo en la pila. John Wyndham es un autor formidable.
Eloi Puig
24/02/2020
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