Este libro me ha reconciliado -por ahora- con Arthur C. Clarke. He tenido la mala suerte de haber leído algunas de las peores obras de este conocido escritor hasta al punto de no entender demasiado bien porqué se lo había venerado tanto. Quizás fue -recordamos que falleció hace pocos meses- un visionario y un buen científico pero al menos a mí no me había parecido un narrador brillante. Eso sí, la definición de escritor de ideas sí que le pegaba.
Como decía, mi experiencia personal con Clarke no era muy variada y las novelas que había leído de él quizás no eran del todo representativas, excepto Cita con Rama que la halllé muy interesante pero que las torpes continuaciones hundieron en la miseria su recuerdo. Tampoco me pareció nada de otro mundo Cánticos de la lejana Tierra como no fuera como base de inspiración del magnífico disco homónimo de Mike Olfield. Pero ahora sí, me he aventurado con una obra que siempre me había llamado la atención y que Minotauro, conmemorando la muerte del autor ha vuelto a editar en su imprescindible línea de Clásicos Minotauro. En catalán la novela se encuentra descatalogadísima y fue publicada por la extinta y entrañable colección 2001.
El Fín de la infancia es una novela de contactos extraterrestres, ambientada durante diversas decenas de años y sin un protagonista absoluto. Empieza ésta en plena Guerra Fría cuando las dos superpotencias encaraban su mirada hacia el espacio y se dan cuenta de sopetón que la carrera ha finalizado antes de empezar en el momento que miles de naves alienígenas se ciernen sobre las principales capitales del mundo. En este punto Clarke no nos describe ninguna invasión, si no que nos propone un argumento más filosófico sobre la relación entre los "Super-hombres" extraterrestres y los terráqueos, pues los primeros parece que aportan paz y bienestar a la humanidad sin esperar nada a cambio, tan solo algunas medidas prácticas y juiciosas como por ejemplo acabar con las guerras, la delincuenecia o el maltrato a los animales -por ejemplo en Madrid se prohiben las corridas de toros con métodos disuasorios-. La única cosa que continua en secreto de los “Super-Hombres” es su rostro, pues su presencia no ha quedado desvelada.
Clarke propone términos y tendencias algunas de las cuales, a mediados de los años 50 cuando escribió la novela, no estaban ni mucho menos tan vivas como actualmente. Para empezar, en la primera parte del libro nos abre los ojos a la globalización y la pérdida de identidad cultural. Los alienígenas normalizan la vida a la Tierra pero eso comporta que todo ocurra de forma uniforme y que por lo tanto la cultura o las lenguas de las minorías –los visitantes solo hablan inglés- sufran el riesgo de quedar relegadas al olvido. El autor toca el tema de paso, no es su objetivo principal dar voces contra este problema, pero repito que me ha sorprendido su visión futura.
Otro tema muy atado con la mencionada globalización es la Utopía. Los “Super-Hombres” dle espacio traen consigo la paz y aquello que el hombre siempre había deseado: Prácticamente la exención de trabajar excepto en proyectos que interesan especialmente, la vida cómoda, fiestas, diversión ... en definitiva vivir en una sociedad perfecta. ¿Pero hasta qué punto la vida utópica es la mejor opción para la humanidad? ¿Seriamos capaces de vivir de esta manera? ¿Sabríamos renunciar a la curiosidad, a la exploración espacial, a la investigación científica a cambio de la seguridad de tener un plato en la mesa y de una vida larga y feliz? También aquí Clarke aporta reflexiones, no demasiadas profundas eso sí, pero en definitiva nos muestra aquello que siempre me ha atraído de la ciencia-ficción: Su capacidad para promover debates filosóficos sobre cuestiones que hoy día no nos podemos plantear sin utilizar esta herramienta infinita que es la imaginación.
Finalmente, quizás la idea más inquietante que nos transmite la novela es la poca consistencia que tiene la humanidad en frente al universo infinito, la incomprensión de ciertas fuerzas que nos rodean, el escaso espacio tan físico como intelectual que representamos en el cosmos y nuestra falta de visión que nunca se convertirá en suficientemente importante como para intervenir en los designios del universo. Aquí, la temática acompaña aquel clásico imprescindible que es Solaris -publicado por las mismas dos editoriales que antes he mencionado- sólo que indiscutiblemente la pluma de Stanilaw Lem nos deja una marca más profunda que la de Clarke.
Como decía, el autor aporta buenos propósitos en esta novela de Primer Contacto y dejando a un lado algunos aspectos argumentales que provocan que la novela haya envejecido un poco mal, el hecho es que tenemos la sensación que no ha sabido aprovechar a fondo estas ideas y que si las hubiera trabajado más, habría convertido la novela no sólo en un clásico importantísimo como lo es ahora, si no en una obra maestra indiscutible. Quizás le ha faltado la destreza que tienen otros autores pero en definitiva es una novela altamente recomendable para todo aquél que quiera disfrutar del sentido de la maravilla, de algunos misterios cósmicos y de una buena historia de ciencia-ficción.
Eloi Puig, 17/06/08
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