Nunca había leído una historia sobre el fin del mundo de una manera tan irónica y surrealista como esta, pero viniendo de un autor como Kurt Vonnegut no me habría de extrañar, al menos después de saborear una de sus obras más conocidas como es Matadero 5.
Vonnegut tenía un talento especial para decir mucho pareciendo que no dice nada, para crear y deshacer tramas, para traspasar las barreras físicas de un planteamiento, un nudo y un desenlace y ofrecernos una visión hipnótica, desenfadada, desestructurada pero llena de vida, de ironía, de humor negro y de algo más sobre los temas más inverosímiles.
En este caso le ha tocado recibir a la teoría de la evolución, a la estupidez humana, al fin del mundo tal como lo conocemos ahora mismo. ¿El narrador? El fantasma decapitado de un obrero de la construcción naval que nos transmite los pensamientos, las vidas y las desventuras de los protagonistas de nuestra historia. ¿Porque no? Una tarea larga y pesada pues el pobre se ha pasado exactamente un millón de años viendo cómo la humanidad ha evolucionado hacia bien, reduciendo el voluminoso cerebro que les planteaba tantos problemas y transformándose en mamíferos similares a focas. Ahora son más felices, hay que decirlo.
Pero esto es el colofón; en realidad la historia que trata el libro son los últimos días antes de que una crisis económica mundial combinada con una enfermedad incurable propiciara la extinción de la raza humana ... ¡Pero no completamente! Pues una serie de supervivientes -un capitán de barco inexperto, una ex-profesora de secundaria, una chica ciega, una japonesa que lleva genes radiactivos en su interior y obviamente las seis niñas caníbales de la tribu Kana-bono, por no mencionar el superpoderoso ordenador Mandarax que tiene memorizadas miles de citas apropiadas para cada ocasión pero que no sirve para nada más- acabarán naufragando en las Islas Galápagos. ¿Qué mejor lugar para que la naturaleza seleccione qué humanidad podría sobrevivir al cataclismo mundial? Darwin no se equivocaba no ...
En Galápagos podremos descubrir muy buena literatura en un libro donde casi no pasa nada, podremos vislumbrar sin demasiadas complicaciones las manías persecutorias del autor: su talante antibelicista, su preocupación por la deshumanización, incluso su paranoia por los autores de ciencia ficción fracasados. Todo ello en un lenguaje ameno, vivo, que te provoca muchas sonrisas y pocas decepciones. Siempre siguiendo una línea conducida por el estilo humorístico e irónico del autor aunque hable de hechos que a priori calificaríamos de dramáticos.
No espereis grandes tratados filosóficos sobre el fin del mundo o sobre la evolución de la raza humana, pero sí esperad una reflexión sarcástica sobre el culpable de todo ello: el voluminoso cerebro humano, que dicta caminos, sentencias y emociones a un pobre cuerpo que no los necesita de ninguna manera.
Muy entretenida y recomendada para quien quiera dejarse ir sin complejos en una lectura poco trascendente, surrealista a ratos y muy fresca, pero sobretodo muy bien escrita. El señor Vonnegut podía ser caótico, pero sabía lo que se hacía.
Eloi Puig, 12/01/10
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