Si habéis ido siguiendo las reseñas que he escrito últimamente, podéis comprobar cómo la sombra de Lovecraft me persigue. Disfrazada de ensayo, o de cómic pero me quiere decir algo. ¿Puede que no me haya tomado suficientemente en serio los mitos de Chtulhu? ¿O quizás me quiere adoctrinar para que me lance a leer más historias turbias, tétricas y narradas con el cuidado y la parsimonia de nuestro escritor de terror cósmico preferido? Sea como sea, esta sombra perturbadora ha huido por piernas porque he terminado la última novela de Marc Pastor: L’horror de Rèquiem y sí, la tensión y los escalofríos han seguido allí, detrás aquellas palabras... pero esta vez para hacerme reír, para desencajarme interiormente con esta nueva palabra que mezcla conceptos antagónicos: El humorror cósmico.
Nunca me hubiera pensado que leería un trabajo basado en los terrores cósmicos narrados por Chambers o Lovecraft... que fuera una parodia y que estuviera destinada a convertirse en una obra de humor. Marc Pastor ha roto completamente con su última novela — oscura, negra, sólida— y se ha soltado, como un tsunami desbocado, para acercarnos a una de sus pasiones pero bajo el punto de vista humorístico y el resultado es más que satisfactorio. ¡Eh! Esto no es una afirmación hecha a lo loco: Escribir para hacer reír es tan o más complicado que intentar asustar o estremecer al lector. Así que creo que esta podría haber sido una de las novelas más complejas de manejar del autor barcelonés.
L’horror de Rèquiem está contada por un narrador omnisciente que de vez en cuando se salta la cuarta pared y habla con nosotros. El efecto es muy bueno y si el lector se relaja y se deja llevar hacia el interior de esta comedia alocada, se deja envolver por una trama tan absurda como fantástica y se deja encariñar por unos personajes inquietantemente chalados, encontrará una novela donde el humor está elevado a la máxima potencia y los gags, los juegos de palabras, las notas a pie de página, los homenajes -—inherentes ya a cualquier obra de Pastor— y las situaciones perversamente cómicas nos recordarán —porque no decirlo— al estilo que Terry Pratchett impuso en las historias que viajaban sobre nuestra tortuga cósmica preferida.
Empecemos: La primera parte de la novela nos sirve para presentarnos al trío protagonista y de paso fijar la mirada en el enemigo (¡Y qué enemigo, señores! Pista: Es muy grande y ahora mismo no está en nuestra dimensión, no puedo decir su nombre, lo siento, está prohibido). Tenemos, como decía, un protagonista que pertenece a aquella sociedad extraña que se define sutilmente entre quienes comparten un piso. Por un lado, nuestro prota (Oé, oé !!! No. Es un insulso, un pobre inútil que entra en la historia por casualidad y que arrastra a los otros porque no sabe hacer nada solo. Así, que de "oé oé ", nada.). El prota, decía: Rèquiem, un estudiante que trabaja desgarrando cadáveres, ayudante del médico forense (el que debía ser el verdadero protagonista de la historia) y que posee un carisma cercano a cero. Vive con Kurosawa, un abuelo enganchado a cualquier droga barata —las caras no se las puede permitir— que pueda engullir y que tiene cierta fijación por las pelis porno de tirolesas —todo el mundo tiene una debilidad, es normal—. Y no, no es japonés, sería demasiado fácil. Los acompaña la femme exotique, Dalsy, una chica nacida en Malasia y fanática de la horchata. ¡Ah! Y tiene una katana (sí, japonesa). Probablemente —como suele pasar— la chica es la persona más centrada del trío y por algo puede llamar a sus compañeros de piso medusomentales sin que éstos entiendan demasiado el insulto. En esto la Dalsy es toda una poeta.
Ya tenemos definidos los tres principales personajes. Ahora toca saber cómo se involucran en una conspiración que puede acabar con la vida nuestro mundo: Rèquiem encuentra un día un anillo dentro del cuerpo inerte de una chica ahogada y se empeña en descubrir quién era ella y cómo es que la joya en cuestión —muy bonita e intrigante, eso sí— ha ido a parar a su estómago. Durante su pésimo proceso de investigación contará con la encomiable y inmerecida ayuda de sus amigos, los mencionados Kurosawa y Dalsy, y comprobarán cómo jugar con fuerzas que no comprenden los puede conducir a la destrucción del mundo: toparan con sectas maléficas, batracios armados, curiosos viajes a Carcasona y descubrirán que en Venezuela tienen muchas maneras diferentes de decir la palabra "petróleo". Vamos, que aprenderán multitud de cosas inútiles pero eso sí: Observarán en primera persona que existen cosas como las posesiones fantasmales, las dimensiones paralelas, los monstruos feos con tentáculos y las estafas de las excursiones por abuelitos inocentes.
¡Ah! La gran pregunta que os haréis, oh, lectores, es si Marc Pastor logra involucrarnos en esta experiencia culturalmente dispersa. Por eso estáis leyendo esta reseña que pretende ser amena y divertida pero que tal vez ya se os esté haciendo demasiado extensa verdad? Pues mira, todo dependerá por un lado de vuestra capacidad adaptativa, no con el estilo de Pastor — que engancha haga lo que haga— si no para haceros partícipes de una argumento rocambolesco, buscando complicidades en el enorme abanico de referencias culturales del autor, de una historia diferente a la que no, no estáis acostumbrados y que sí, os hace pasar un gran rato. Ahora bien, los que seáis más afines encontrará muchas guiños (Stoker, Stevenson, Chambers, Lovecraft...) o incluso enlaces fantásticos a El Año de la plaga y los libros de Elige tu propia aventura. Pero por encima de todo hay que destacar la gran guiño, no, perdón, el cartel con luces de neón que señala un homenaje y parodia la novela catalana más traducida de la historia y que te deja sin habla, con una sudor que te chorrea por la piel fría como si nada.
¡Eh! Pero prestemos atención también: El autor ha escrito una novela que navega también por aguas peligrosas. Me explico: Se puede entender por ejemplo que un monstruo interdimensional esté esperando un invocación para destruir nuestro mundo —faltaría más— pero también hay gags, párrafos que me han hecho tambalear el sentido de la credibilidad y son precisamente los que mandan a escenas más cotidianas (como partes del capítulo dieciséis). Son momentos muy divertidos pero hay que tener cuidado de no sobrepasarse forzando las situaciones en las que no encuentras lógica porque te saca — aunque sea brevemente, hasta que te encarrilas de nuevo— fuera del texto.
Sea como sea, disfrutaréis de un libro totalmente desenfadado y que lucha por hacernos pasar un rato divertido en torno a una trama repleta de enigmas, historias fabulosas de terror de serie B y sapos gigantes armados (He hallado en falta algo más de tentáculos, eso sí.). ¡Ah! Y el final me encanta, todo sea dicho.
Para los despistados: Que sepáis que existen dos portadas -—ambas desternillantes, obra de Guillem H. Pongilupi—, una de las cuales la firma el mismo Víctor Negro, el alter ego de Marc Pastor. Otro puntazo que se anotan los editores de Mai Més Llibres
Leed, reíros, desconectad. Tenéis L’Horror de Rèquiem para poder hacerlo.
Eloi Puig,
06/10/2020
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