Conozco poco la obra de Ruy d’Aleixo (o Aleix Ruiz, si lo preferís). Básicamente he disfrutado mucho de un cuento suyo aparecido en la antología Punts de fuga y no tanto, de otro que fue publicado en la recopilación Deu relats ecofuturistes. El autor ha publicado también otras obras con la editorial Males Herbes, especialmente el conjunto de cuentos que conforman El nom dels seus déus (que no he tenido el placer de leer todavía). Pero es cierto que me intrigaba aventurarme con un texto más largo de un autor al que escucho mencionar cada vez más.
Quizás Lampun, la presente novela, es una historia demasiado extraña para hacerme una idea del talante del autor, sin embargo su lectura me ha dejado sensaciones curiosas. Ruy d’Aleixo viaja a menudo en el subcontinente indostánico y tiene una gran experiencia en los países de la zona y sus religiones y costumbres. Quizás la atracción que despierta esa región del planeta atrape de forma muy intensa y particular la creatividad de los escritores que han vivido en ella. Otros autores como por ejemplo Ian McDonald también tienen predilección por ambientar varias de sus obras en la cultura indostánica. Y como no, Ruy d’Aleixo lo ha reflejado sobradamente en esta historia sobre seres mitológicos, reyes, campesinos y... xilófonos
No tengo demasiada experiencia con la religión hindú o con la budista; y sólo conozco a grandes rasgos su mitología de forma muy genérica. Pero hay un tema que me ha intrigado de esta historia y es el trato que hace el autor al instrumento del xilófono, como una especie de comunicación no verbal que quizás nos conecta o al menos produce una especie de mantra musical que se introduce dentro de tu cabeza. He tenido el placer de observar (y disfrutar mucho) de espectáculos de este tipo en la isla de Bali (la única de Indonesia con una religión mayoritariamente hindú) y ciertamente la percusión de los xilófonos te transporta a un estado de serenidad muy curioso. El autor coloca este instrumento en manos de un ser mitológico y se vislumbra que su toque puede conllevar alcanzar una estabilidad emocional.
Pero volvamos a la novela: Lampun es el nombre de un naga, un ser sobrenatural que según dice la tradición, trae suerte y bonanza a quienes están a su alrededor. También parece que puede predecir el futuro y aportar consejos sobre cómo afrontarlo. Es un espíritu muy atado al agua (de hecho, cuando está en el suelo se marea). Ishant y su primo Abhinav son campesinos que apenas ven terminar una guerra que ha sacudido su región. Encuentran trabajo como verdugos en una fortaleza y allí ejercen de forma eficiente su cruel tarea. Y uno de los prisioneros a quienes deben vigilar es el naga llamado Lampun. Este es muy afable y dócil y se comporta de forma amistosa. Sabe que pronto lo enterrarán en los fundamentos de la fortaleza para que esta sea prospera y segura y lo cierto es que se hace cargo de ello y no pone pegas.
Quizás aquí habría que hacer un inciso en ideas tan interesantes como ésta (que nos recuerdan uno de los cuentos más premiados de la autora Ursula K. Le Guin):
(...) "Sé paciente. Dicen que el naga traerá buena suerte. Hará que todo vaya mejor en la ciudad. Dicen que vale la pena sacrificar una persona para salvar una ciudad "(...)
El talante del naga afecta a los primos y estos tratan de averiguar más sobre su pasado. A partir de aquí la novela parece llevar caminos diferentes a los que a priori pensábamos pues deja a un lado a Lampun y su destino y enfoca la atención en desarrollar un poco la mitología y superstición sobre los nagas en la cultura local (suponemos que de alguna región del norte del subcontinente como India, Nepal o Bután) pero también este camino se distorsiona porque observamos cómo se dejan caer temas tan banales en los humanos como la lucha por el poder, la guerra, el control de la información o sentimientos como la codicia, la supervivencia y la amistad pero sin que estos hechos estén enfocados directamente al personaje de Lampun. Es raro porque a priori no vemos la relación entre el naga y lo que ocurre después de su entierro.
D’Aleixo emplea una prosa sencilla pero efectiva mediante diálogos cortos y descripciones escuetas, y nos narra la trama tanto desde una apacible serenidad hasta una crueldad absoluta y que nos transporta ligeramente al cuento exótico y de tiempos pasados. Me ha recordado —salvando las distancias— aquella obra magna del cómic histórico que es Buda, de Ozama Tezuka, que interpretaba los caminos del budismo sin renunciar a las trágicas luchas entre los pueblos. Aquí, como comentaba, el autor tampoco escatima escenas de casquería, vísceras y sangre (especialmente durante las ejecuciones) combinadas con un ritmo relajado que relata de forma sencilla las peripecias de los dos primos.
Una lectura, pues, sencilla y rápida de leer, pero aún así, resulta un tanto descolocada. La interacción entre el protagonista y el naga o la influencia ejercida por este último no resulta demasiado clara ni transmite complicidades, lo que sorprende un poco. El hecho, sin embargo, de conocer historias, leyendas sobre de lugares tan ricos mitológicamente hablando, siempre es un punto, que a mí particularmente, me empuja para interesarme aún más.
Sigo afirmando que esta breve novela es quizás un poco demasiado extraña para hacerme una idea del estilo de Ruy d’Aleixo. Espero leer más porqué al menos el gusanillo me lo ha despertado.
Eloi Puig
04/03/2021
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