Parece que cada vez que Susana Clarke irrumpe en escena con una nueva novela, el fandom mundial tambalea de emoción. Ya fue así cuando hace diecisiete años se publicó aquella maravillosa historia sobre dos magos ingleses, Jonathan Strange y el Sr. Norrell que supuso una manera diferente de acercarse a la fantasía histórica y que nos dejó a todos embelesados. Han pasado muchos años, pero ahora la autora de Nothingham nos propone una nueva experiencia literaria con una novela que también rompe esquemas: Piranesi.
Al empezar a leer la novela obviamente no sabía lo que me encontraría, pero supongo que inconscientemente tenía en mente el estilo y un argumento similar o al menos con bases parecidas a su primera novela antes mencionada. Y esta premisa, esta idea genérica de lo que podría descubrir se resquebrajó al leer la primera página porque Piranesi, desde luego, ha superado una vez más las expectativas de lo que podemos esperar de una novela fantástica. Y sí, Susanna Clarke lo ha vuelto a hacer: nos ha vuelto a sorprender.
Piranesi es un hombre de aproximadamente treinta y cinco años. Vive solo en una especie de mansión inmensa, repleta de infinitas salas, vestíbulos, pasillos y escaleras... escucha y disfruta cada día del murmullo de las olas del mar, comprueba las estadísticas de las mareas que van y vienen, pesca y cocina de manera frugal en las salas bajas donde el agua inunda las estancias o contempla las nubes en las salas de arriba y sobre todo estudia los miles de enigmáticas estatuas que pueblan cada una de las cámaras de la casa, de este mundo tan personal pero intenso donde vive nuestro protagonista.
Y dos veces por semana tiene una reunión con el Otro. En Piranesi no sabe su nombre, pero ya le está bien llamarlo así. De hecho, su nombre tampoco es Piranesi (según cree), simplemente el Otro lo ha bautizado así. No hay darle más vueltas, piensa. Nuestro protagonista tiene un carácter ingenuo, saludable, cumplidor y tenaz. Y ayuda al Otro, contribuye como puede en busca de un objetivo de carácter científico: la búsqueda del Gran Conocimiento Secreto.
La narración que nos propone Susanna Clarke está estructurada en un formato de diarios personales que Piranesi va escribiendo de forma metódica (un hecho clave para la obra). En estos manuscritos redacta sus sensaciones, descubrimientos, datos oceanográficos o simplemente anécdotas sobre las aves y los nidos que encuentra en algunas salas. Pero el conjunto de todo ello es un compendio exhaustivo de todo lo observable y catalogable expresado por el único habitante de la casa-mundo donde sucede la novela. Este escenario donde se desarrolla la mayor parte de la acción de la obra es realmente un protagonista más, una especie de trasfondo con el que nos sentimos cómodos pero lo que necesitamos saber más.
Clarke es una virtuosa de la prosa, es capaz de abducirnos mientras leemos una fantasía inexplicable pero embriagadora. Porque tiene un estilo sencillo pero no carente de profundidad, un lenguaje hipnótico, además, puesto al servicio de la mente de nuestro Piranesi y por tanto absolutamente deliciosa porque sentimos en primera mano lo que preocupa o gusta a una persona solitaria que vive feliz en un mundo infinito y extraño pero lleno de maravillas.
En el fondo, estamos ante una tergiversación de la alegoría de la caverna de Platón. Si una persona sólo ve o experimenta ciertos aspectos de su realidad, sino conoce nada más de lo que hay más allá, suele pensar que aquel es el mundo, el universo real, el que habita, lo que le proporciona calor y comida. No necesita nada más. Pero ¡ah! La naturaleza de las personas en el fondo es inconformista. Poco a poco la idiosincrasia humana, pero especialmente la entrada de estímulos exteriores, la rotura de este mito de la caverna, lleva a Piranesi a hacerse preguntas, a desear saber más, combatir la inocente ignorancia en la que vive. Y aquí es donde también el lector se pregunta sobre cómo funciona este mundo, esta casa acogedora pero salvaje, laberíntica pero también en ciertos aspectos reconfortante.
(...) Me he dado cuenta de que la búsqueda del Conocimiento nos ha llevado a ver la Casa como si fuera una especie de enigma por resolver, un texto por interpretar, y a pensar que si nunca descubrimos el Conocimiento será como si hubiéramos extraído todo el valor de la Casa y el único que quedara fuera el paisaje ". (...)
El lector, como comentaba, también se hace preguntas. No entiende —al principio-— que el protagonista conoce ciertos conceptos como 'pastel de Navidad', 'Átomo', 'polímero' o 'plástico'... también es cierto que el mismo Piranesi se pregunta sobre nuevas palabras que oye o lee y que no le aportan ninguna imagen, no las entiende. Todo ello es parte del misterio que Clarke se encarga de descubrir poco a poco. Es posible que el desarrollo final le falten algunas certezas y explicaciones más racionales, pero no olvidemos que nos encontramos en el terreno de la fantasía más onírica y que a menudo, esto significa que es mejor no conocerlo todo.
Piranesi resulta una lectura deliciosa y muy agradable. No podremos dejar su lectura porque todo lo que nos transmite el protagonista va atado al misterio de su existencia y de la realidad de una casa imposible. Quizás no es la primera vez que nos encontramos con novelas fantásticas ambientadas en mansiones de habitaciones infinitas (recordemos por ejemplo Evenmere. La gran mansión de James Stoddard) pero el toque personal de una autora como Clarke se deja notar, porque su prosa te atrapa desde la primera palabra hasta la última. Y eso la hace muy especial.
Eloi Puig
03/09/2021
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